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El arbolito lloroso


Era diciembre del 2010 en el momento que recibí una circular del colegio de Pablo, de esas de ocho párrafos densos, sin puntos ni comas, supe que tendría que sacar las tijeras, las pinturas y ponerme en modo manualista.

Esta vez atacaría de inmediato, no estaba dispuesta a que me dijeran un: “esto es para hacerlo con tiempo” o “es para la próxima semana” o acabar en una frutería con un niño pintado de verde a las 9 de la noche.

La ventaja es que la Navidad no es un invento como la Fiesta de la Hoja, si no que todos tenemos el asunto más o menos claro. Pablo se hace un lío entre Santa Claus, los Reyes Magos y el niño Jesús, pero se lo iremos solventando de a poco, digo yo. Si es inteligente no preguntará mucho y se limitará a pedirle un regalo a cada uno.

Bueno, como era de esperarse, para la Navidad los niños debían ir disfrazados. Después del éxito arrollador con el disfraz de lluvia, había dejado el listón alto y ya no podía mandar al niño con unos cachos de reno, hechos con papel de aluminio y pegados a un cintillo viejo.

Me pasé una semana entera pensando de qué disfrazarlo y cómo hacerlo, ya tenía la experiencia anterior y sabía que no debía resolverlo a último minuto. Así que compré el fieltro y me fajé a hacer un disfraz de Árbol de Navidad

Me llevó un par de días, estuve cosiendo como los ratones del la Cenicienta, le hice hasta mangas! (una más larga que otra, claro). Un trabajo laborioso de esos que la mamá del castor y yo entendemos. El disfraz quedó…como dijéramos… de lujo!

El día D amaneció nublado y lloviendo, un poco tristón, así que le imprimí un poco de alegría navideña a la mañana. Pensé en irnos caminando al cole con el disfraz puesto, pero si normalmente tardamos unos 20 minutos, tardaríamos unos cuarenta y no era plan, así que decidí vestirlo, tomarle unas foticos en casa y luego llevar el trajecito en una bolsa y que se lo pongan allí.


Lo vestí frente al espejo para que le fuera dando ilusión, y aunque no le dio demasiada se dejó. Intenté ponerle el gorro (la punta del pino) y me dijo: - Noooo, mamá…– un poco con carita de -No te pases…- y la verdad es que ya le había encasquetado el traje, con lo que ponerle el gorro con una estrella más grande que él, era pasarse un poco. Esta vez el niño tenía razón.


Decidí ponérmelo yo y nos hacíamos la foto. Ahí la cosa cambió, después que me vio con mi gran estrella en la cabeza, recordó que el prota era él y me pidió que le pusiera el gorro.

Le dije que le iba a tomar una foto para la abuela Pili. Ese plan de las fotos sí que le gusta! Lo primero es que supone que las fotos llevan sonido, (es un niño del futuro) porque no para de repetir el nombre de la persona a la que va dirigida la foto. Mientras posaba repetía: pile, pile, pile…!.

Lo mejor es que tanto le gustó el plan que me dijo clarito: (clarito para mí, que le entiendo sus garabatos): -Toto Mane- o sea “Una foto para la tía Mari”, y se cambió de sitio, cambió la locación porque se siente un profesional.


Después se animó y ya siguió: -Toto Lale– para mi abuela, -Toto Tete- para mi suegra y hasta –Toto Pashubián– que son unos amigos queridos, Pachú y Fabián, que Pablo se sabe sus nombres (aunque los asuma como un único ente) y son parte de la familia.

Tras la sesión fotográfica nos fuimos caminando al colegio despacito, todo lo que sus piernas de 25 centímetros nos permiten. Pablo estaba muy entusiasmado con su traje de Árbol, lo llevó él por todo el camino en su bolsita y, seriamente comprometido con el tema, no la soltó y aunque arrastraba y llegó prácticamente desecha (porque era de papel y el suelo estaba mojado), él la llevó bajo su entera responsabilidad.

En el cole la cosa cambió.

Apenas llegamos, las maestras que son muy escandalosas de naturaleza, como con alegría permanente incluso a esa hora de la mañana, nada más vernos sacaron el disfraz y empezaron a decir (en chillido alegre ese que tienen) que era muy chulo, monísimo, qué rico y cuanto sinónimo de bonito existe dentro de las fronteras de España.

Ahí fue que, me parece a mí, Pablo se cagó con el alboroto y contrario a lo que hace siempre, se dio media vuelta y vino hacia mí corriendo, con cara de susto, a agarrarse con fuerza de mi pierna, con mirada de clara súplica: -No me dejes aquí!

Imagínate que eres él, entras a tu clase y lo primero que tienes servido es que tu maestra verdadera está de vacaciones y hay otra a la que conoces un poco, de pasada, pero que tiene la firme pretensión, a punta de abrazos y apretujones, que la quieras mucho, tanto como quieres a la maestra original. Nada más entrar ya le dice: -Pablooo!!! a ver, un beso, un abrazo..., - ahí aparece la primera carita del niño, como diciendo: -A ti?- Después ve a sus amigos de todos los días y todos llevan o bien motas de algodón por todo el cuerpo, (alguno que no lleva ni motas, si no directamente discos desmaquillantes…) o bien cachos y narices rojas…

Estoy segura que si Pablo hablara, habría quedado mutis igual porque su cara lo decía todo. En estas condiciones, es normal que el niño se plantee la posibilidad de volverse a casa con su mamá, su bolsita y hasta el gorro si es necesario, pero no quedarse en ese manicomio.

El contraste entre ambiente festivo-incomprensible del cole con el ratico gris y tranquilo de nuestra mañana, fue demasiado. Para él y para mí.

Ahí tuve que dejar a mi arbolito lloroso… no creo que el disfraz sobreviva a los renos ni a las ovejas, porque estoy segura que estos niños ven los disfraces como una cosa de las de destruir. Pero le tomé las respectivas fotos para que quede el recuerdo de la ocasión.


El día siguió gris y mi corazón encogido. Pablo nunca ha llorado por quedarse en la guardería, y aunque conozco la teoría esa que dice que al darte la vuelta ellos se transforman en los niños mas felices del mundo, me quede todo el día deseando que el día pasara rápido para ir a rescatar a mi Arbolito de Navidad…



Un viaje a Canarias con cena de gala

I-. De cómo fuimos a dar allí.

Hoy en día mi abuela Lale tiene 86 años, cuando todo esto ocurrió tenía 84, es decir tiene esa edad en que puede hacer y decir lo que quiera y yo, su nieta mayor, estoy dispuesta a complacerla en todo lo que me pida. En todo he dicho, aunque a veces escuche una vocecita interior que me dice, -Ehhhh…

Desde que vine a vivir a Madrid, la abuela hizo un huequito para visitarme cada año en su apretada agenda vacacional, que incluye unos 40 días en su tierra, con sus seis hermanas, de allá para acá, y con un apretado menú de actividades: Bingo, paseo, más bingo, jugar a las cartas, comer juntas, bingo… y el plato fuerte, una muy nombrada Cena de Gala a la que asiste rigurosamente cada año.

Aprovechando su edad reniega durante todo el año de los pocos días que viene a Madrid. A veces se queja del frío, a veces del calor, de mí porque que trabajo y la dejo sola, y ojo, -siempre pido esos días de vacaciones, pero ella ya se hizo la idea y no hay quien la convenza de que nunca la he dejado sola-. Que si la atención en el avión es horrible, tan incómodo y otra sarta de cosas. Con todo eso y sigue viniendo puntualísima, por lo que me desvivo por su visita.

Todos los viajes es igual, ella me dice -ésta seguramente es la última vez que vengo, y lo peor, creo que me voy a morir sin conocer (por ejemplo) a Santiago de Compostela que fue mi sueño desde niña…-

Y cada año, a toda carrera, preparo un viaje para cumplir su deseo de la infancia. Así hemos recorrido todo el territorio nacional: Santiago con el Santo, Barcelona y la Sagrada Familia, Granada con La Alhambra, La Pilarica en Zaragoza, Sevilla y La Torre del Oro… Hemos llegado incluso al sueño mayor: ir a ver un juego del Real Madrid en el Santiago Bernabeu!

Este año no encontró sitios pendientes en el mapa (normal, no queda nada!) y me pidió que en lugar de venir, fuera yo a verla a Canarias, y así me podía enseñar todo lo que ella ama de su tierra. Ella partió a Venezuela a los veintitantos y tiene el síndrome del emigrante: cuando está en las Islas habla de Venezuela como si del Paraíso Terrenal se tratara y viceversa cuando llega a Caracas.

El caso es que hice las maletas y me aventuré allí, con mi bebito y mi hermana Candelaria, a la búsqueda de nuestros orígenes.



Íbamos conscientes que la abuela no es la mayor de sus hermanas, con lo cual, ni contando con Pablo bajaríamos mucho el promedio de edad del grupo. Nuestro viaje sería a ritmo de la cuarta edad larga, pero con la alegría de darle el gusto, que compensa todo.

Coincidiríamos con sus eventos anuales, entre ellos la “Cena de Gala Benéfica”. Ella nos invitaba, claro. Compraría nuestro puesto en la mesa y hasta el de Pablo, para presumir un poco de nietas y bisnieto. Eso sí, nos advirtió repetidamente que el asunto era “de gala”.

Nos preparamos para el evento como debe ser. Cande trajo de Paris todo lo que le pareció de gran fiesta y en Madrid ensayamos las combinaciones y aderezos para estar perfectas. Tacones, vestidos, maquillaje, peinados… Llevamos los atuendos en una mochila, de resto el jean que llevábamos puesto y una franela, las perchas de lujo nos ocupaban todo el bolso de nuestro viaje de low cost. Pero valía la pena. Hasta Pablo llevaba su primera camisa de botones.

La cena era el mismo día nuestra llegada y se sentía en el ambiente el estrés entre las tías “esta noche voy de tacón”, “sacaré el collar de perlas cul-ti-va-das”…

La Cena empezaba a las 8:30, y nos venía a buscar la recién conocida prima Carmita, encargada del carreteo de los extranjeros.

A las 8 en punto (y la puntualidad no es mi punto fuerte) estábamos más que listos. Pintas de infarto, Candelaria con una falda negra pegada, de seda, (el último grito) camisa blanca almidonada, yo con vestido negro a media pierna, taconazos, labios Rouge Chanel No. 1…, las dos como salidas de una revista. Pablo parecía el hijo Haakon de Noruega y Mette-Marit, camisa de botones, cinturón, todo un figurín.

Mi pobre hijo se moría de hambre, lloraba pidiendo su sopa como loco, pero yo me negué a dársela porque a la primera cucharada llegarían a buscarnos, y es mejor aguantarlo pidiendo sopa, que intentar quitársela una vez que se la está comiendo.

La verdad es que antes de irnos habían saltado algunas señales de alarma. Una era sobre la presunta “elegancia” de la cena, mi abuela me dio las valiosísimas invitaciones para estuvieran a buen recaudo y no pude evitar notar que más que una invitación, era un ticket de rifa genérico con un sellito de la Asociación patrocinadora. Raro no?, Pero oye, que no se gasten dinero en detalles que no valen para nada me parece razonable, es benéfica.

También vi como algunas de mis primas más jóvenes dieron excusas que se sostenían débilmente, gripes repentinas, compromisos ineludibles de no sé quien enfermo, una intoxicación invisible… hum…, no sé, algo pasaba, pero las abuelas estaban todas como locas y nosotras estábamos aquí para complacer a la nuestra, así que me olvidé de eso.

La prima Carmita apareció hora y media después, cuando ya a Pablo se le había estragado el estómago y ni me hablaba. Finalmente partimos a la esperada cena.



II-. La Gala.

Todas mis sospechas empezaron a cobrar sentido a medida que entrabamos a aquel lugar por una escalinata alfombrada, y no quiero entrar en detalles sobre la alfombra, pero es bueno recordar que nunca se debe poner este material recoge-pelos en lugares muy transitados.

Hicimos una entrada triunfal y enseguida nos dimos cuenta que Candelaria, Virginia y Pablo éramos realmente Carolina Grimaldi, Carlota Casiraghi y el hijo de la Mette Marit.

Nuestros atuendos desentonaban del todo. Parecía que estábamos en el matrimonio de los príncipes de Asturias, y decidimos darnos una vuelta por una fiesta patronal en el pueblo más cercano.

Una cosa no es mejor que otra, pero a cada sitio se va de una manera.

El magno evento se desarrollaba en un gran galpón o nave industrial, que de diario vale para guardar maquinaria pesada. Esto no es especulación, lo indicaba claramente el cartel de la entrada, sobre el que colgaba una pancarta, escrita a mano, que anunciaba la Cena.

Estaba iluminado por enormes lámparas horizontales de luz blanca, cegadora y reveladora de defectos. El Rouge Chanel trasmutado en Fucsia Max Factor sin número.

Paredes y techo verde pistacho y muchos, pero muchos kilómetros de cortinas de tela semi-plástica e inflamable, muy brillante y que imita el encaje delicado (pero en robusto) en cantidades industriales, con lo que el pliegue abundaba. Esto último entiendo que era un poco para vestir la nave industrial… o mal vestirla. Aunque por la pátina, no estoy segura de que las quiten de un año a otro. En un garaje de maquinaria de 3 mil metros, la mugre es mucho más resistente que el blanco, así que lo prudente era mantener distancia de las cortinas.

La comida era de ese tipo que pretende finura y resulta desastrosa. Platos con raciones escasas, toque francés, pero el contenido era de franca cesta básica de alimentos.

De primero un Vol-au-vent de hojaldre (detallazo) relleno de atún, tomate y mayonesa, ingredientes en orden ascendente de cantidad. Era un "plato frío", corta tú un hojaldre frío bañado de mayonesa para que veas.

En el centro (para compartir) platitos con croquetas, pescado rebozado y alguna otra fritura no identificada. Otro plato mayor con lechuga, tomate, atún y maíz (sin sal ni ningún aderezo posible, me imagino que por la incidencia de colesterol y diabetes en la edad promedio de los asistentes) todo muy escaso, lo bueno es que se perdió poco porque esta "ensalada" no la tocó nadie. Las croquetas fueron lo más exitoso de la noche por mucho, me arrepentí de no haber comido más.

Las entradas no tuvieron buena acogida y se notaba, pero todos esperaban con fe plato principal. Y ahí llegó un trozo (más que un trozo un "cacho") de carne con champiñones de lata por encima. No hablo de una salsa con champiñones de lata, no, eran champiñones de lata recién abierta puestos sobre la carne, que encima era la misma carne que le pone la abuela a la sopa, lagarto creo que se llama, esa que hay que darle fuego tres días para que ablande. Para acompañar esta exquisitez, papitas fritas “caseras”, lo digo por el corte irregular. Todo navegando en aceite. Escazas las papitas, abuntadante el aceite.

La bebida que no falte! Botella en mesa (y aquí piensas: qué bien) pero es que las botellas eran de Pepsi y Mirinda (una suerte de Fanta antediluviana que solo queda en Canarias). Si querías Seven-Up podías, pero pidiéndoselo al mesonero, si lo pescabas.

Comimos, escuchando los comentarios de las abuelas donde se hablaba de cómo este año la cena estaba infinitamente mejor que los años anteriores…



III-. La Espera o sobremesa.

(mientras recogen la cena y arman el tinglado)

Mi abuela me dijo que podíamos llevar a Pablo porque había muchos niños, en efecto eran muchos, la mayoría hijos de los miembros de la Asociación Benéfica del Síndrome de Down y sus hermanos y familiares. Había niños especialmente bellos y buenos y otros malos como Caín, nada en su condición los aleja de las variables del mundo real (gente mala y gente buena).

El caso es que Pablo era aún un bebé y que tiene cierto imán para los Caínes, con lo que corría permanente peligro.

Con su buen carácter hizo varias amistades sin notar el riesgo. Había un niño que se dedicaba a quitarle su muñeco de Bob Esponja y tirarlo como un pitcher de grandes ligas a kilómetros de distancia. Pablo veía esto como un juego, lo malo es que lo tiraba tan lejos que tenía que ir yo detrás para no perderlo (a Pablo, porque el Bob Esponja me daba lo mismo a estas alturas).

Otra amistad interesante que hizo, fue un niño de 7 u 8 años, que le sonreía y se le fue acercando poquito a poco, Pablo lo veía para arriba con curiosidad y una sonrisa hasta que el niño le dio un rodillazo en el pecho que lo proyectó dos metros más atrás y lo sentó de culo literalmente. No lloró, estaba impactado casi tanto como yo, que le fui a recoger frustradísima porque a ver qué le dices al niño desgraciado que le dio ese rodillazo a tu bebé si tiene Síndrome de Down y después del patadón te sonríe?

Intenté mantenerlo a salvo, pero no era fácil.

Un niña, con cara de buena lo convenció de subirse a la tarima, Pablo no es valiente así sin más y le costó hacerlo, y una vez que estaba arriba... ¿Adivinan ya? El juego de los otros niños consistía en empujarlo hacia abajo. Candelaria lo atrapó ágilmente antes de que tocara el suelo. Por su bien, le obligamos a quedarse en su cochecito, amarradito hasta que se durmió.

En este punto yo pensé que la estábamos superando la Cena de Gala (y sobreviviendo), pero estaba lejos de la realidad, faltaba "La Rifa".


IV-. La Rifa.

Para poder recaudar más dinero rifan 300 premios provenientes de las más diversas donaciones.

Empezó la venta de números y todos emocionados comprando y haciendo distintos órdenes y reordenes de los papelitos sobre la mesa para poder mirar sus números cuando cantaran. Pensé que iba a ser divertido, no pintaba mal. Era como un Bingo, un pelín más caótico, porque los números eran del 0001 al 6000 y cada uno en un ticket distinto donde había un sello de algo y el número era microscópico, con lo que las abuelas no se aclaraban y necesitaban ayuda para ver. En promedio tenías que ver unos 50 números cada vez que cantaban.

Empezaron por hacer una prueba de sonido que nos hizo sangrar los oídos, y lo peor es que quedó así, yo decidí ponerle a Pablo un suéter tapándole una oreja y Bob Esponja en la otra preservando su audición para el futuro.

Una mujer decía el premio y un hombre decía el número. Velocidad: lento, y como ya comenté eran trescientos premios, tres-cien-tos. Y lo más grave era que capaz y te ganabas uno!

Los premios eran lo más peculiar de la velada: se llamaban “Premios Combinados”, como eran donaciones variopintas los agrupaban para que no fueran demasiados. Las combinaciones era del tipo:
  • cesta de frutas y paraguas contra Rayos UV.
  • Libro + mantel de cocina.
  • bolso de similicuir + candelabro de madera.

También habían algunos premios únicos como:
  • Medio cochino
  • caja de 58 potes de miel de palma
  • caja de 20 kilos de pechugas de pollo (limpias).

Candelaria ya había pensado que si nos sacábamos el medio cochino tendríamos que comprar otro pasaje en la Low Cost y lo llevábamos en el asiento del avión.

Había también botellas de vino, un par de piernas de jamón, y un bendito que donó una T.V. de Plasma.

Los premios nos fueron generando micro ataques de risa. Al principio intentábamos disimular, y hasta nos alegrábamos, pero es que era para reírse y mucho.

La tía Hilda se sacó un reloj despertador, bonito, un pelín grande, no era un combinado sino "único" porque era lo único que te cabía en la mesa de noche. Después la prima Fela se sacó un libro llamado: “El Vino y la Música” (tú me dirás), acompañado de un collar, que no solo era feo, si no que tardamos en descubrir que era un collar.

Mi abuela se ganó un mantel de plástico morado y un libro de unos tres kilos llamado: “La Medicina y la Literatura” -Vaya p´al carajo…-(expresión literal de la abuela).

El momento culminante de la noche, fue cuando una de las tías abuelas (que no se caracteriza por su buen humor) se ganó una estatua de Buda y un creyón de ojos azul eléctrico (en el mismo combinado). No tengo palabras para describir su expresión. Cande y yo nos vimos y ahí ya empezamos a reírnos sin parar. Fue increíble. Mi abuela le agregó además: -Chicha, esta noche cuando llegues a casa le pones una vela al Budha…-

Cuando se acabó la interminable rifa de los 300 premios, hicieron una repesca con 14 premios que se habían quedado sin dueño, incluído el medio cochino, por cierto. Alguien de la mesa comentó que el medio cochino por lo menos estaba muerto porque el año pasado parece que lo rifaron completo y vivo.


V-. Fin (o al Fin).

Como los mesoneros eran voluntarios y tan escasos como la comida, terminaron de servir a las 12:00 de la noche más o menos. Gracias a Dios nosotros habíamos llegado tarde con la prima Carmita; cuando llegamos apenas estaban colocando las botellas de Mirinda en la mesa. Cuando terminó la rifa eran las 3:00 am.

Fue un día intenso para mi hermana para mí y que te digo para el pobre Pablo, que de la rifa no le tocó nada, pero a casa se llevó, rasguños, morados, y tirones de pelo.

Caímos los tres como plomos en la cama.

Mi abuela nos despertó antes de las 8:00am porque se sabe que los abuelos no duermen hasta tarde ni que trasnochen y nos fuimos a desayunar con las tías. Tomamos cafecito con leche y pan con mantequilla remojado, lo máximo

Después de la cena de gala, todos nos parecía un lujo… Lale nos dijo que el año que viene, si queremos, ella nos vuelve a invitar.

Y saben que es lo peor? Que volveríamos a ir...




La mamá moderna Vs. El Centro Educativo




Si para entrar al colegio el abordaje es caótico, una vez dentro… no te quiero contar.

Pablo ya es un tipo de año y medio y va caminando a su guardería, lento pero caminando y yo intento mantenerme a duras penas en mi papel de madre moderna, aunque les digo, esto da más trabajo que satisfacción.

Pones tu mejor voluntad pero los colegios no ponen de su parte y prefieren a la otra mamá, la de antes, esa tan guapa que tenía el delantal integrado a ella, como la que sale en los paquetes sopas Maggi, esa que hace guisos para almorzar desde las 9:30 de la mañana y después de comer se dedica a hacer la cena, que hace caldo con pollo, no con cubitos, que no va al súper si no a la carnicería, a la frutería, etc, que no guarda comida en tupperwares, porque cocina a diario y todo fresco.

Esa mamá es un hit, no lo niego pero partamos de la base que las mamás trabajadoras no son ninguna novedad a la que hay que acoplarse con prisas. Ya hace mucho que los colegios tenían que haberse adaptado a este nuevo formato maternal. Yo soy hija y nieta de mamá trabajadora, así que ustedes ya me dirán donde está la primicia, y mi abuela tiene 86 años...

El caso es que esta semana me enviaron varias circulares del colegio de Pablo, no una, varias. De entrada, por el motivo que sea, las circulares tienen unos 8 párrafos promedio (interlineado simple, encima) y nunca dicen de qué se trata así, sin más.

Sin excepción se inician con un rollo de la adecuada educación de los niños y un cuentajo alrededor del tema que sobra porque debería ser tácito! es decir, si el colegio me tiene que "vender" que va a educar a mis hijos, mal vamos.

En la circular de esta semana, después de hacer una lectura rápida diagonal, fui sacando conclusiones por partes.

Una de ellas, que van a hacer "La Fiesta de la Hoja" para suplantar Halloween que no se celebrará porque no es una fiesta tradicional. Todo esto explicado como si la de la Hoja si que lo fuera, ¿quién no se acuerda? Qué bonita estampa la de esos días en que todos íbamos vestidos de hojas por ahí...¿¿??

En fin, que se inventaron una fiesta para suplantar otra y que nadie les diga yanquis de mierda. Es una idiotez soberana porque por lo menos la de los yanquis de mierda es tradición allá, todos sabemos de qué va y además es la típica costumbre de la que todos reniegan pero que ese día ves al personal entero envuelto en papel toilette haciendo de momia.

Este es mismo rollo de que nadie come en McDonald's y misteriosamente ponen uno en cada esquina…o un Starbucks… (ese café es malísimo! en el bar de abajo de mi casa si hacen café como dios manda). Un ejemplo más español? la Revista HOLA, resulta que según dicen no la lee nadie! porque nadie quiere saber nada de la vida de los famosos y sus casotas, sus bautizos... nada de eso. Ahora la revistica tiene altísima tirada y cuesta el triple que las demás. Misterios divinos.

Volviendo al tema, en el Centro de Educación este que escogí (o qué más bien me escogió a mi con su lista de espera), donde te venden que educan a tu hijo de la forma apropiada, decidieron inventarse una fiesta, y eso no está mal... el tema es que TÚ, la mamá moderna vas a pagar las consecuencias, no te quepa duda.

Descubres en tu lectura que tienes varias tareas para la fulana fiesta. En lugar de seguir leyendo para abajo, vas agilizando el tema, ¿qué es lo primero? "pintar una hoja con tu hijo" (que te han enviado anexa en el rollo de circulares).

Creo que ya lo comenté, pero Pablo tiene UN año y medio. Pintar le importa un pepino!!! eso lo primero y si hablamos de pintar algo específico como una hoja, ya sí que no cuentes con él. Agrégale a esto la hora, porque claro, ésta mamá moderna puede dedicarse a la pintura ya sobre las siete de la noche, cuando lo único que Pablo quiere es sopa, baño y tetero, punto final. Y tú, salvo el tetero, quieres lo mismo.

Pero no quieres quedar como madre despreocupada y que a tu hijo lo vean rarito por ser el único que no lleve lo que han pedido y ahí, contra tu voluntad, haces lo último que te apetece sobre la faz de la tierra: sacar las pinturas para decorar la puñetera hoja.

Armas el tinglado lo mejor que la hora y el ánimo te permiten. Como no tienes pincel -quién tiene pinceles en una casa con un bebé- agarras el de la cocina que es de esos de silicona que embarruzan más que pintan. Rebajas la pinturas con agua para que cuando pinte cubra más superficie de un golpe. Vas haciendo todo esto mientras mentalmente te repites que esto es lo que haría una mamá moderna y que es lo bueno, qué gusto!.

Durante el proceso de preparación Pablo va detrás de ti repitiendo sin parar: -opa, opa, opa, ya?... la opa?... ya?... - , el niño, evidentemente preocupado, temiendo que te hayas olvidado darle su sopa por estar de aquí para allá trasteando con pinturas, pinceles, agua y papeles.

Logras con falsa felicidad que se siente contigo a hacer esta fantástica actividad, tratando de impregnar la escena con una alegría que ni tú ni él se creen.

Ahora a ver, qué creen ustedes que le pueda interesar más a Pablo, el lado del pincel limpio o el que está lleno de pintura?. Confío en que todos entienden que lo único que le llamó la atención fue agarrar la parte del pincel llena de pintura, aunque su madre, con una sonrisa forzada, intentara convencerlo de que en esta estupenda actividad lo mejor y más divertido es agarrar el pincel por la parte limpia y poner la pintura verde en la hoja...

Finalmente te rindes. Pablo está lleno de pintura verde, (especialmente la parte de dentro de la manga, por donde corren siempre los chorritos). La hoja está húmeda y más que pintada está como sucia, pero es lo que hay. Dejas el tema, desmontas el tinglado mientras que el niño, con la pintura que le queda las manos, avanza en el manchado general.

En este punto estoy convencida que mi labor de madre moderna ha sido cumplida a la perfección y que puedo ponerme mi delantal de mamá Maggi y darle su sopa a mi niño, bañarlo y meterlo en su cuna.

Por no dejar hilos sueltos, repaso la circular, acordándome que paré la lectura en la primera actividad. Descubro con tristeza que no he terminado, hay más indicaciones y con temor encuentro una línea escrita a mano, esto siempre quiere decir que está dedicada a ti en exclusiva! O sea, que si no haces lo que dice ahí, todos, todos los niños se van a perjudicar!!! Qué agobio tan grande y tú que pensabas que lo de la hoja era lo peor!
Cito la circular,

-Haremos una degustación de frutas de otoño, para lo que su niño deberá traer: (dos puntos, rayita escrita a boli) “caqui”.

Primer pensamiento: ¡corre que cierran la frutería! Con el automático agarré a mi niño con trazas de verde por todo el cuerpo, le puse chaqueta, gorro y bufanda (todo en verde) y salí disparada.

Decidí sabiamente llevarme la circular porque tenía dudas si había leído bien... "traer una fruta Caqui". ¿Qué fruta es de color caqui y que forma tan rara de clasificar una fruta, no? por colores...?.

Ya en la frutería, con Pablo en brazos, bastante amargado porque no ha visto sopa todavía, me pongo a observar las frutas a ver qué color sirve, a lo mejor un kiwi marroncito clarito, no? o… nueces…¿las nueces serán frutas?, con caqui se referirán a la cáscara caqui o a la pulpa caqui?... Así estuve un buen rato hasta que le pregunté a una señora, que parecía más segura que yo en el manejo profesional de los víveres, si ella conocía alguna fruta caqui.

La doña, muy segura de sí, me dice, -Claro! Y me pone en la mano una especie de tomate enooorme y como anaranjado y me mira esperando las gracias. El cerebro no me da, me atasco ahí, con mi cara de extranjera sin entender qué quiere la señora y porqué me pone ese tomatón ese en la mano!. En un momento de lucidez localicé el letrero de donde viene la fruta y leo: “Kakis, 1.79 el kilo”.


Huuuuum…Te cagas en la madre de la maestra que escribió “Caqui” y no "Kaki", en el niño que se queja, en tu propia estupidez, es decir, te cagas en todo menos en la señora tan amable y sabionda. Reaccionas y le das infinitas gracias por haber impedido que llegaras mañana al cole con un kiwi o una nuez y quedar como una imbécil total.

A casa otra vez con el kaki, tan puñetero como la hoja.

A estas alturas la cosa va así:

•Centro Educativo: 2 •Mamá moderna: 0

Para evitar otro golpe bajo, dejé a Pablo berreando por su sopa y me senté a estudiar la circular una vez más. No parece haber peores noticias así que tomo entonces conciencia: cumpliendo las labores de mamá moderna he pasado de golpe a ser una mamá desalmada que por estar pintando y comprando frutas exóticas, tengo a un hijo pasando hambre.

Por fortuna al terminarse su ansiada sopa, Pablo ya me había perdonado. Además, durante el baño salpicamos, teñimos de verde el agua y nos olvidamos de la amarga experiencia recién vivida.

A la mañana siguiente me levanté pletórica de satisfacción. Mi niño va al colegio con todo hecho y además comió sopa, tetero y hasta se bañó. Todo son éxitos, un día más pude con todo.

Lo que pasó cuando llegué al colegio requiere fuerza para contarlo con detalle, así que lo haré por encima, porque mis ánimos pasaron de diez a cero y pasé el día no como la mamá moderna, si no como la mamá distraída e incapaz.

las cosas eran tal que así:

• La Fiesta de la Hoja es la próxima semana y además no vi otra circular que venía donde explica cómo debes hacerle el disfraz de hoja a tu hijo, con materiales teóricamente caseros (de la casa de ellos, en la mía no hay nada de lo que piden).

• La maestra criticó nuestra hoja semi verde y me dijo: -Esto era para hacerlo con tiempo...- Tierna forma de decir que el dibujo era una chapuza como un templo.

• Y por último me soltó que esperaba que el kaki no estuviera muy maduro, porque la degustación tampoco era para ese día.


Tanta complicación anunciaba un desastre como este… No soy una mamá moderna, soy una mamá novata! Pero bueno, mi consuelo fue que por lo menos no llego sin disfraz!


Uso y abuso de la libertad


La libertad es un bien tan preciado como jodido de manejar. Y eso es así desde Adán en el Paraíso.

Desde que nos iniciamos en esto de ir de padres hemos perdido libertades, la verdad, pero también hemos repasado el descubrimiento de las mismas de la mano de Pablo. Disfrutamos viendo como para él todo es una novedad y nada tiene por que estar ahí ni contar con que estará después.

Pablo tiene año y medio, poco a poco lo acercamos a cosas nuevas a ver como las lleva, y si vemos que todavía no le gusta, como es el caso de la comida seca (sin caldito) lo vamos dejando para después.

Hay tantas cosas que mostrarle y que a él le parecen horribles que es un programa mirar sus reacciones. Cuando le dimos pera por primera vez, puso una cara igual a que si le hubiéramos exprimido un limón en la boca. Cuando lo sentamos hacia adelante en su coche (porque de bebés te van viendo a ti y poco más) no cerraba la boca, abismado de lo que veía o cuando descubrió la ventana, desde entonces no ha dejado de pasar media hora sin chequear lo que pasaba en la calle.

Claro, no siempre descubrir cosas es igual a disfrutarlas con libertad. Por ejemplo él desde la seguridad y el confort de su ventana y de su casita calentica, ve todo lo que pasa en la acera de abajo, pero bajar y participar ya eso sería otra cosa.

El asunto cambia mucho cuando puede decidir hacer algo con lo que descubre, y ahí sí que se llama libertad. Esa es más complicada de llevar, y fue la que experimentó por primera vez hace unos días a la hora de dormir.

Quitamos de su cuna dos de los barrotes frontales para que él pudiera salir y entrar, pero que no se caiga cuando esta dormido. Su cama es ahora una pequeña jaula con la puerta abierta.


El primer día no fue consciente de que así como podía entrar solito a su cama, podía salir solo también, así que cuando lo acompañamos a dormir y le dimos un beso, se subió y se durmió sin más.

Me recordó a los pajaritos de mi Titi, que por más que abrieras la jaulita, te miraban desde dentro como preguntándose qué querías tú que ellos hicieran.

Sabíamos que eso no duraría, pero nos dormimos con esa sensación de tener el hijo perfecto. Al día siguiente el pajarito descubrió que la puerta abierta tenía el doble uso! Ahí la cosa cambió.

Se acostó él y nos acostamos nosotros, para fomentarle un poco las ganas de quedarse en la cuna, pero él no se lo podía creer... Era demasiado lo que bullía en su mente.
Todos acostados, la casa con las luces apagadas, en total silencio… y de pronto escuchamos unos pasitos arrastrados, sshhh… sshhh… sshhh… ¿a dónde irá? Esperábamos prudentemente un ratico y como había demasiado silencio, lo fuimos a buscar. Estaba en la sala, a lo oscuro total, mirando por la ventana.

Veeeenga otra vez, de la mano a acostarse, besos, abrazos, hasta mañana… Dos minutos después… sshhh… sshhh… sshhh… esta vez divisamos una sombrita que venía a vernos…

El método es que se pone bien cerquita de tu cara y te mira fijamente a ver si pilla un resquicio en tu expresión por donde atacar y en lo que abres una rendija ínfima de ojo te suelta "Hola…", o mejor dicho, la versión teletubi, que es la que él dice: “óaaa…”.

Queríamos ponerle seriedad al asunto, pero era difícil… él sencillamente no se podía creer esa maravilla. Tenía sueño pero la libertad era una tentación que derrotaba cualquier obstáculo. Al final lo dejamos, que investigara la casa oscura todo lo que quisiera. Como una hora después se rindió y se metió en su cama.

Días después Pablo descubrió además que la jaulita abierta funciona también por las mañanas. Entendió que cuando se despierta también puede darse a la fuga, y aparecerse (siempre antes de que suene mi despertador) con su sshhh… sshhh… sshhh… arrastrando con su almohada, un chupón y con los ojos medio pegados a ver si te levantas y le haces su tete (bibe), que es lo que en la mañana mueve su interés fundamental.

El tete contiene 300cc (una lata que a cualquier adulto lo deja empipado) de leche espesa con cereales, tipo atol, que no están en discusión y menos a esas horas.

Dígame cuando descubra que esa tele que mamá y papá ponen en la mañana en el cuarto, con un señor de traje hablando sandeces, también contiene un Mickey Mouse en alguna parte? O cuando se dé cuenta que el miedo a lo oscuro y la soledad es un arma utilísima y nos manipule libremente para venir a nuestra cama?

La cama de los papás de cualquiera es siempre mejor que la tuya, eso se sabe, y eso dura hasta que tú te compras una propia y dices: ¿¡pero como mis padres pueden dormir los dos en una cama de 1.50 mts!? y te tiras largo a largo en tus dos metros de colchón viscolástico comprado con el sudor de tu frente! Pero, bueno, para que Pablo se compre un colchón, falta… por ahora mi cama le gana su cuna con toda seguridad.

Ya lleva varias noches de libertad, todavía la sensación es novedosa y disfruta mucho con lanzarse a la búsqueda de nuevas aventuras después de estar un rato en su cama.

Ricardo ya se está arrepintiendo y buscando excusas para decir que le quitamos los barrotes muy pronto, que todavía es un bebé… Él es partidario de volver al encierro, pero dime tú, qué crueldad… con lo contento que se va ese niño a la cama sabiendo que después se escapa! Cómo le quitas eso?

Yo confío que poco a poco vamos a organizar esto y que de momento, estamos haciendo un taller de paciencia que nos va a entrenar para tenerla desde aquí hasta el infinito.

Por ahora esperamos pacientemente que aprenda a quedarse en la cama una vez que lo acostamos, hay que darle tiempo, mucho! Nadie está preparado para tanta libertad de golpe.


La Fiesta de Carnaval



La Mamá del Año, esa soy yo! La revista Forbes no hace recuento de las 100 mejores mamás, pero si lo hiciera, saldría yo este año entre las primeras.

Para que vean en qué me fundamento les cuento que estos días recibí una circular de esas que manda el colegio, ocho párrafos por el pecho, que comenzaba por supuesto, con las explicaciones de las explicaciones de lo buenos que son. Después de leérmela toda con cuidadito, deduje que mi bebé, que a duras penas se aguanta sentado, tiene que ir disfrazado por el Carnaval.

De entrada la flojaza que soy por naturaleza se rindió nada más leer. ¡Disfrazado!? ¡Qué va! Eso es para madres que tengan tiempo!!! (Una excusa fatal, porque no existe una mamá con tiempo de nada, en ninguna parte del mundo). No me tomé el asunto del disfraz ni remotamente en serio, decidí que Pablo estaba chiquito y no se iba a enterar de nada.

Sin embargo el día anterior a la fulana fiesta, no se me quitaba de la cabeza ese razonamiento de “no se entera…” La verdad es muy distinta y todos la conocemos: los niños sí se enteran, unos más y otros menos pero todos se enteran. Y el que se despistó y logró (para su bienestar) no enterarse, pasados unos años viene alguien y se lo dice!

Con el peso de la culpa a cuestas, ese día al volver del trabajo seguí de largo en el Metro, no me bajé en la parada de mi casa, si no que llegué hasta el Corte Inglés. Allí busqué y rebusqué, pero no quedaba nada!, quedaban cuatro serpentinas, dos bolsas de papelillo y pare usted de contar. ¿¡Explícame tú eso!? Aquí el Carnaval es bastante relativo, no hay días de fiesta para los adultos, solo para los niños, cosa que genera un ambiente de amargura, porque sin colegio, nadie sabe qué hacer con los niños.

Como no encontraba nada hecho que me salvara la patria, decidí tirar de creatividad y fui al departamento de manualidades a buscar fieltro para improvisar. La situación no estaba mucho mejor, solo quedaban retazos de azul y gris. Lo compré, sin ideas, pero lo compré, no había donde escoger.

De camino a casa llevaba el cerebro a mil revoluciones por minuto pensando qué cosa de nuestro planeta tierra tenía esos colores… sólo se me ocurría un ratón, pero no tenía suficiente gris! No sirve. Cuando ya casi llegaba a casa, y en vista del tiempo de mierda que hacía, pensé en un día gris, de esos de lluvia. Mira tú! Y así fue como Pablo acabó disfrazado de “Lluvia”

¿Recuerdan a la mamá del castor? (ver vídeo) ¡esa es una tonta! Primera fiesta de carnaval de Pablo, a sus 9 meses de edad, y le hice un disfraz arrechísimo! Mi niño-lluvia iba a causar una sensación sin precedentes.




Cuando lo llevé al colegio y entré al “patio” (el patio de dicho cole es capítulo aparte, ya les contaré) había un montón de niños. Pablo causó una gran revolución entre las maestras, así que estuve un ratico allí para recibir las alabanzas respectivas y mirando a los niños encontré que básicamente, había tres grupos de disfraces.

El primer grupo y sin duda el más llamativo, era la de los Súper-Disfraces. Es prácticamente como ver al verdadero personaje de la tele frente a ti, la parte mala es que no se sabe muy bien dónde está el niño. Más que un niño disfrazado es como un personaje de la tele que se tragó a un niño pequeño. Tú sabes que el chiquitín está por ahí… lo intuyes, pero no apuestas. Estos disfraces son perfectos para la foto, pero la pobre criatura, metida en la entrañas del bicho, no se puede ni sentar bien, no puede comer, no ve casi nada… a juro tiene que estar cagándose en todo.

El segundo grupo son los que llevan el disfraz comprado en el "Todo a 100 pesetas" o "Chino". Estos trajes tienen la peculiaridad de ser todos iguales, sea cual fuere el motivo. Los más famosos son “el payaso” y “el mendigo” y por razones desconocidas, ambos son exactamente iguales, salvo por una naricita roja que te proponen que le pintes en el dibujo de la caja del payaso. De resto, son retales de tela muy brillante, combinada con la luz apagada y unidas como las colchas que hacían las abuelas del siglo pasado, las abuelas que cosían mal sobretodo. El problema de la semejanza entre los disfraces no es grave, eso de verdad que creo que a los niños les da igual. El problema radica básicamente en los materiales empleados. En el paquete dice claramente: "Producto inflamable, mantener alejado de los niños". No pretendo ser la mamá majadera, pero me parece a mí que esto es importante ¿no?. Por supuesto que no pretendo ni de cerca que los chinos se den cuenta de ese detalle, ellos están en otra cosa, pero ¿y los papás? Sin ánimos de juzgar a nadie, de verdad, pero ahí están los payaso-mendigo, corriendo el peligro de intoxicarse con una tela “by Chernobyl”. Los componentes incluirán seguro amianto, cianuro, plomo y otros, digo yo… huele tóxico.

El tercer grupo es el más básico, y además en el que seguramente habría caído mi pobre Pablo, de no ser por mi epifanía de último minuto. Este es el grupo de los papás que dijeron: -no disfraces al niño, hombre… que no se entera…

Esos papás ignoraron la voz interior que decía: -Te acuerdas cuando tu mamá creía que no te enterabas y te ponía la ropa de tu hermano varón, 3 años mayor que tú y que te quedaba como el culo? Ah?... Te acuerdas? Ella estaba convencida de que no te enterabas y tú al principio no lo hacías, pero cuando llegabas al colegio veías las señales en el ambiente (eso es enterarse). Te percatabas poco a poco de que había grupos y de que tú, no estabas en ninguno.

Por un lado estaban los varones que vestían como tú, y por el otro estaban las princesas, unas niñas divinas, con ropa rosada, cintas en el pelo, flores, etc. Estaba claro que no encajabas en ninguna parte. Las niñas te miraban de reojo porque tú no ibas de rosa, y los varones, aunque fueras vestida como ellos, te ignoraban igual porque tú eras niña, y a sus ojos vas de rosa aunque tu franela tenga un dibujo de Iron Maiden. En ese momento te venía a la cabeza tu mamá diciendo: "-no se entera…", y como el niño del grupo disfrazado de personaje de los comics, acabas cagándote en todo y comiéndote la arepita que trajiste envuelta en papel aluminio, más solo que un chofer de metro.

Esos papás que dejaron a los niños hoy con su uniforme de todos los días (porque no han tenido ni el detalle de vestirlos de fiesta) obviaron esa voz interior que los advertía. En efecto, allí teníamos a los chiquitines de uniforme que no hacían más que mirar y mirar a sus compañeros disfrazados, ¿qué les pasará por la cabeza? Imposible adivinar, pero saben que algo pasa y que ellos son parte de ese algo.

Cuando mi Pablo, con su disfraz de lluvia, entró por esa puerta, rompió paradigmas. Llevaba ropa de él, con los que no iba incómodo, sabe que hoy tiene "algo" distinto, (aunque no brille tanto como él grupo de los payaso-mendigo) y está tan original que las maestras se lo turnan para hacerse fotos con él en brazos. Todas quedan encantadas porque la mamá que más horas trabaja de toda la guarde fue la que le hizo en disfraz más original a su peque! Yo, la más encanta de todas. Ahí lo dejé entre flashes y empegostado de besucones. A ver qué tal pasa su fiesta de Carnaval, si se entera o no de qué va disfrazado, no lo sabremos nunca, esas cosas sólo quedan guardadas cuando el recuerdo es negativo, como el de él será positivo, capaz pasa de largo.

Buscando colegio Parte II - ¿Vas a ser padre? Busca un puñal.




Saber que estaba embarazada y salir casi de inmediato a buscar guardería, me hizo sentir que estaba enfrentando mi primera experiencia como mamá sin serlo aún.

Ya esto no tenía que ver propiamente con el embarazo, era un tema de un bebé equis, externo a mí, que había que resolverle la vida desde ahora. Este es un concepto que a los 4 meses de gestación no tienes naturalmente, pero hay que implantarlo por la fuerza y cuanto antes mejor porque hay varios que te llevan la delantera. No te puedes quedar por ahí, con la mirada perdida pensando ¿tendrá ya sus deditos completos?... Nooo… avíspate! que si te descuidas, lo que no va a tener el chiquillo es educación como Dios manda.

Es rudo, pero se aprende. Yo ahora entiendo mucho más a esos papás que cuando caían los juguetes de una piñata, se tiraban como tiburones y no les importaba dar empujones o algún mordisco a otro niño con tal de que el suyo tuviera más "juguetes" en su bolsa sudada de aplaudir. Lo de juguetes es un decir, porque no se ha visto una cosa más cerca de ser un desecho sólido que un juguete de piñata.

Hace años vi con estos ojos a una señora que, palabra de honor, abrió un paraguas en una fiesta y sus cuatro hijos, -que hoy por hoy estarán presos, seguramente- agarraban puños de cosas y las lanzaban dentro del paraguas que ella manejaba con una destreza digna de explotar en otra dirección, afuera no quedaba ni un confetti.

Esa actitud de la señora viene dada por la costumbre. No es su culpa en realidad, porque la doña en cuestión, probablemente que se haya puesto el puñal entre los dientes desde que el primero de sus hijos se movía en su barriga, y claro, la lucha se le va convirtiendo en algo tan usual que la pobre es capaz de llegar al punto sin retorno de abrir un paragua caza-juguetes en una piñata como si nada, con tal de lograr la alegría de sus pequeños.

Aquí en España no hay piñatas y si hay tienen una cuerdita muy civilizada que los niños halan y caen bolsitas previamente organizadas por un adulto. Suena raro, no hay palo, no hay gritos y no hay bolsita sudada, pero los niños disfrutan y ademas tiene la enorme ventaja que no me hará vivir la experiencia a una mamá agresiva de estas, porque si yo veo a una como esa, quitándole un juguete-basura a mi Pablo, me tiro encima de ella y le meto en paraguas por donde pueda. ¡Mi puñal entre los dientes!.

Volviendo a lo nuestro que me estoy perdiendo, el caso es que yo aún estaba entrando lentamente en el asunto, seguía visitando todos los colegios de la zona. Mary y yo, pacientemente, recibiendo halagos por el vástago por llegar, seguidos de reproches por la tardanza en venir al cole y así, anotándonos en cuanta lista de espera caía en nuestras manos.

Vimos de todo, mutaciones de lobo en abuela, de abuela en lobo. Guarderías que se parecían al mercado de Coche y otras que querías quedarte a vivir ahí. Muy variado, fuimos incluso a una que el comedor y los salones quedaban en distintos edificios, con lo que los niños tenían que cruzar la calle para ir a comer.


-¿Un pelín peligroso, no? 

-No que va, porque los llevamos con una cuerda y así, van más seguros…

-Una qué, perdón?.. Yo, es que como soy de fuera, se me escapan las palabras

-Con una cuerda

-Cuerda, cuerda,… de las de amarrar, no?... Un mecate de toda la vida… Ahhh… Si que tienen que ir seguros, claro, van amarrados.

Y yo viendo como llevan a mi bebe de 4 milímetros, amarrado, a pasear tipo César Millan? Que va, mi hermana. Por ahí no paso yo… Aunque si hubiera cupo… Por suerte, no había. Y seguimos.

Con el pasar de los días fueron perdiendo importancia las instalaciones, la calefacción especial en el piso, la sonrisa comprensiva de la Directora de turno... las condiciones óptimas se fueron desdibujando ante la posibilidad aterradora de no encontrar guardería, perdón... Centro de Educación Infantil.

Descubrí que ya yo tenía el puñal internalizado el día que me llamaron de una lista de espera, de las muchísimas en las que me anoté, y me dijeron que se había liberado un cupo, pero que ellos no iban por el orden de la lista, no, sino que llamaban a todos lo que estaban anotados y el primero que se apareciera allí, con los módicos 300 euros de la inscripción, se quedaba con el cupo!!! Cágate la metodología!

Bueno... Yo calculo que tardamos, entre arreglarnos, sacar del banco el efectivo (que aquí es un proceso, digno de otro cuento) y estar en la puerta de la guardería, unos quince minutos en total!

Además, mientras caminábamos hacía el lugar, Mary con su puñal solidario y yo con el mío, íbamos viendo alrededor por si detectábamos algún otro padre en la competición para sacarlo de juego por cualquier método. La escena recordaba a un documental sobre grandes felinos en el África.

Llegamos, tocamos el timbre con el corazón en la boca, tardan… ¿alguien habría sido más rápido que nosotras!? Qué angustia… Pues no! Abrieron. Alguno estaría pensando en los diez deditos de su bebé y le pasamos por encima! Ja!

Conseguimos el cupo... sí, pero sospecho que esta carrera no se va a acabar hasta que vea a Pablo con su propio puñal entre los dientes, corriendo por sus hijos, y el único consejo que le podría dar es: deja que la naturaleza se ocupe de los deditos del bebé, tu a lo tuyo, que ser padre es otra cosa!!!

¿Será que aprovecho y reservo cupo para los hijos de él?

Buscando colegio Parte I - La Directora o el Lobo Feroz





Tu incipiente barriguita de 4 meses es el recordatorio permanente que tu vida va a cambiar y que estás en cuenta regresiva.

Entonces tú de vez en cuando, apartas el presente y te pones a pensar en el futuro. Necesitas cosas nuevas, hacer arreglos, pero sobretodo, necesitas planificar. Para quien no tiene ni remotamente eso como una condición innata, caso de la menda que escribe, el asunto requiere dedicación.

Si todo seguía por el camino que iba, al nacer el bebé yo, irremediablemente, iba a estar desempleada y permanecer así no estaba ni de cerca dentro de mis planes. Como encontrar trabajo además estaba poniéndose cada vez más cuesta arriba por la historia de la crisis y tal, mi plan fue que apenas naciera el vástago, yo empezaría a buscar , si encontraba algo pronto, Ricardo pediría el permiso especial de paternidad y cuidaría al bebé hasta que pudiéramos llevarlo a la guardería.

¡La guardería! Ay Dios! hay que buscar guardería!!! Cuando uno vive en otro país hay cosas que se te escapan y yo no tenía ni la más mínima idea de como iba ese tema aquí. Mi tarea empezó por averiguar dónde había guarderías cerca de casa y cuáles eran los precios de las mismas. Ya que me olía (con tino) que sería un porcentaje importante del ingreso familiar.

El tema del precio es secreto de Estado prácticamente. Después de una búsqueda intensa sólo encontré sitios con fotos, no hubo Dios ni Google que me revelara si una guardería cuesta cien, mil o un millón…

De todo lo que vi en internet seleccioné un par de sitios y allá me fui con la inestimable compañía de mi tía Mary, que iba de testigo además de compañera de diligencias.

Llegamos al primer sitio con mi mini pancita (que en realidad puede pasar por caucho, pero te lo sobas y ya quedas mejor vista) al sitio que me gustaba más, a ver si podía reservar un cupo para mi hijo/a que todavía no era mucho más que un concepto, unas fotos borrosas en blanco y negro y la firme palabra de mi médico.

Nos atendió la Directora del "Centro", porque resulta que se llaman “Centros de Educación Infantil”, no "Guarderías", como todos las conocemos. Así te pueden reventar el bolsillo por “educar” en lugar de sólo por “guardar”.

La mujer fue encantadora de entrada, risueña, me felicitó por mi barriguita, y hasta parecía interesada en mi vida, -Ay, qué emoción, qué cambio. Ya vas a ver, lo que viene es lo mejor y bla bla bla…

Nos da un paseo mientras me halaga y nos va mostrando las instalaciones perfectas, amigables, que parecen diseñadas por el mismo Walt Disney antes de entrar en la nevera. Todo es primoroso y tú, que tienes hormonas rosa alborotadas, lo ves de ensueño todo.

Cuando ya no quieres embelesarte más, porque te está invadiendo esa sensación rara de cuando ves un bolso en una vitrina y sabes que es mejor no saber lo que cuesta, ahí entiendes que ya estás en la boca del lobo y no hay vuelta atrás. Tomas valor y te decides a hacer la gran pregunta… -Ajá, y esto al mes… más o menos está en cuánto? y esa Directora afable te mira comprensiva y te dice que por tan dedicados cuidados a tu bebé sólo pagarás... lo mismo que por el alquiler de tu apartamento más el bolso de Gucci de la vitrina.

-Ohhh… Y justo ahí, en ese momento, después que te explicó que hay calefacción en el piso para que los niños que gatean no les dé frío... la dulcísima y sonreída Directora se transforma en el Lobo Feroz de la Caperucita Roja, quitándose definitivamente el disfraz de abuelita (que por cierto hago un pequeño inciso para comentar que esa parte del cuento de Caperucita está muy cogido por los pelos, porque un lobo con dormilona no parece una abuelita jamás y nunca, pero bueno, todos nos lo hemos tragado en su momento) El caso es que aquella mujer se despojó de todo atisbo de dulzura como de si un sombrero se tratara y nos suelta que en qué cabeza cabe buscar un centro a estas alturas! Que ya te puedes ir olvidando, niña, que está todo lleno, y que ese, que además está decorado por Walt, no tiene ni Lista de Espera. Adiós!

Ahí no entiendes nada, porque eso te lo ha podido decir en la puerta, sin sonreír y sin preguntar siquiera si estás embarazada, no? No sé si lo hacen con el automático, o es para que te jodas de un golpe o para qué es exactamente… pero la cosa fue tal cual como lo cuento y con Mary de testigo.

Si lo piensas, comparándolo con ese bolso Gucci de la vitrina, esto es aún peor, porque al menos el bolso no te lo compras porque no tienes dinero, pero imagínate tú que entras en la tienda y después de que te lo pruebas, te miras en el espejo etc, la vendedora te dice: te queda bello pero a ti, no te lo vendemos. Punto. ¿Sería raro no?

Dándole una oportunidad al sistema, pensamos que la loba esta era un caso particular y que a lo mejor yo había intentado en la guardería más difícil, en fin. Así que fuimos a la siguiente de la lista y ahí conocimos a otra loba, sin el disfraz de abuelita, que te recibía en la puerta y allí te despachaba directamente. Ya es tarde!

Nos fuimos a casa sin entender muy bien cuándo exactamente era el momento en que tenías que buscar colegio. Si ya estás buscando antes de tener el bebé, qué es lo anterior? ¿Antes de quedar embarazada? ¿Antes de casarte? ¿Cuándo? A lo mejor lo ideal es que cuando tu mamá te inscriba a ti, ya vaya reservando el cupo para tus hijos, no?. Pablo estaría inscrito en el TEC de mi infancia y no tendríamos este problema!

Bueno, empecé a despertar a la realidad que se me venía encima. Tener los hijos no es lo difícil sino todo lo que los rodea. Quedó claro que ya, con un bebe de 4 milímetros te tienes que poner el puñal entre los dientes y lanzarte contra colegios, educadores, entrenadores y lo que venga en la frenética carrera por la adecuada formación de tu pequeño.