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Cumple de Pablo, mamá moderna en acción…

Pablo cumplió 2 años y pasé unos días angustiosos. A veces la mamá moderna pugna por salir y yo la fuerzo a permanecer en calma porque me deja extenuada.

Veía como se acercaba la fecha mientras yo, como Felipito el de Mafalda, me repetía, tengo que hacer algo, tengo que algo, tengo que hacer algo… Todo eso sin mover un dedo, claro está.

Me habría gustado hacerle una fiesta con piñata al más puro estilo caraqueño, de esas celebraciones infantiles en las que hasta el papel del baño es del animalito escogido para la ocasión, cosa sobre la que no se ha reflexionado mucho por cierto, siempre he escuchado que los profesionales de la educación desaconsejan destrozar a palazos a la piñata, que suele el personaje favorito de la criatura, por el efecto psicológico perturbador que puede tener sobre las blandas mentes de los niños. Pero a mi parecer, limpiarse el culo con el Pato Donald es infinitamente peor.

Lo importante en un evento de este tipo es que si tú escogiste a Dora la Exploradora como motivo de tu cumpleaños, la ley dice que todo y absolutamente todo será de Dora la Exploradora y que no se escape por ahí otra caricatura, ni en el papel del baño.

Volviendo a la ocasión, obviamente si hacía esa piñata de ensueño tenía que contar con varios ítems que no tenía. El primero, el dinero para encargarla, eso me llevaría a tener que hacerlo todo yo misma, en plan manualidad, con el riesgo que conlleva que lo haga alguien tan artísticamente inconsistente como yo, que a veces me queda lindo, no digo que no, pero a veces sale un bodrio insalvable. Además demasiadas ganas de trabajar tampoco tenía, la pura verdad. Y por último, tampoco tenía un lugar para hacerlo.

No tengo salón de fiestas y si lo tengo (que es posible) no sé dónde está y además les tengo algo de pánico, porque los salones de fiesta por más globos que uno cuelgue y te dejes la salud respiratoria en el tema, siempre quedan como unos corralones medio vacios, y lo que tú tenías en la mente como la exitosa fiesta de niño caraqueño, con payasos, castillo, carrito de algodón de azúcar y demás, queda como la cena de gala en Tenerife, de grata recordación.

¿Más faltantes? Los invitados, apenas… Los niños del cole no son más que eso, no conozco a los papás y además, según se pudo ver en aquella reunión de padres a la que fui, no me son afines, seguramente alguno habrá simpático, pero es riesgoso probar. Además los niños están chiquitos, la invitación no habría prosperado. Es mejor no arriesgarse y que Pablo vaya a quedarse como en la Primera Comunión de Pili, fracaso histórico donde ella estuvo esperando hasta la noche a que alguien apareciera para su desayuno decorado con palomitas y espigas.

La única contemporánea con la que contábamos es la siempre presente “Chufía”, que incondicionalmente iría a dónde le dijéramos y sería la invitada oficial del grupo niños.

Seguramente podría inventarme algún amigo de esos que tengo siglos sin ver ni llamar pero que pudiera rescatar de las cenizas del olvido sólo porque tiene un hijo y necesito bulto para llenar el salón de fiestas, pero tampoco tenía muchas ganas. Después tienes que darles conversación y recordar tiempos pasados.

Mientras más lo pensaba, sin moverme, siempre sin moverme, más inviable se ponía aquello de la piñata caraqueña.

En el primer cumpleaños de mi santo, su primer añito de vida año pasado, me auto convencí (por no complicarme la vida) de que no hacía falta celebrar nada porque el pequeño no se enteraba. Eso sí, en el álbum faltaría la foto del primer año. Un coste, leve pero un coste.

Lo que me despertó un poco de mi letargo fue cuando me percaté que abuelos, tíos y demás familia estaban más entusiasmados que yo en el tema, y que si no hacía algo de inmediato, lo harían ellos… Ahí se va generando remordimiento, porque si no haces nada y nadie hace nada, pues mira, te vas bandeando, pero si la familia hace lo que debías hacer tú, ahí sí que te jode y la mamá moderna queda hundida en la miseria. Eso no me lo perdonaría, sería demasiado para mi conciencia…

Cuando te invitan a un festejo ajeno, te da igual como sea, pero cuando te invitan a tu propio festejo… eso es jodido de llevar, porque resulta que las cosas no están como tú las quieres, pero te fastidias y te la calas! Y si hay gelatina, que te horripila de siempre, sonríes, te la comes y das las gracias!

El caso es que para sus dos años, ya me parecía que Pablo se estaba enterando de que era un día particular y a pesar de la flojera sobrenatural que me daba, no podía dejar la responsabilidad a otro.

Toque el tema con Ricardo y descubrí que él también quería que celebráramos el cumple de Pablo con la piñata caraqueña. Idea que rápidamente descartó tras sacar unas cuentas básicas, porque te es así, él es de los números, puro razonamiento matemático. El entusiasmo le duró poco, contaba con su apoyo pero claramente el tema estaba en mis manos y el capital era mi presunta creatividad.

Ya me quedaba poco tiempo y yo seguía “pensando qué hacer”.

Tenía varios frentes que abordar, por un lado la celebración y por otra el regalo para los niños de la guardería que es un tema que, para los que no tengan idea, paso a explicarles:

El primer cumpleaños que celebré aquí fui a comer con mi única compañera de trabajo amiga y al final de la comida me dijo: gracias por la invitación y esperó paciente y con la vista perdida a que yo pagara. Fue así que me tocó descubrir que aquí el cumpleañero invita, regala, paga la comida, etc., y no al revés. Tú me dirás… Particularidades de cada país…

En el trabajo, el día que cumples debes traer algo para invitar a los demás, y si no lo traes, como mínimo ofreces bajar al bar e invitarle a cada uno una cerveza. El riesgo que corres si no apareces con nada en la mano es considerable, puedes incluso jugar con tu futuro profesional. Se empiezan a generar olas enormes de comentarios que empiezan por: -que fuerte, no trajo nada en su cumple, que se creerá esta?-,

En el colegio, que es parte de la vida, pues igual. El cumpleañero lleva un regalo a cada compañerito. Normalmente ese regalo proviene del “chino” que está justo al lado del colegio, ese en donde venden los disfraces inflamables, también venden juguetes tóxicos a patadas.

Cada vez que Pablo viene con un regalo de esos, me recuerda a cuando llegan los niños con la bolsa llena de una cosa llamada "juguetes de piñata". No hay a nadie sobre la faz de la tierra que le guste que su hijo acumule juguetes de piñata, eso es equivalente a que guarde basura, que si lo hiciera lo llevas al psicólogo y de entrada le diagnostican síndrome de Diógenes.

En este tema del regalo, las madres del colegio, por lo menos las que le ponen a los niños disfraces inflamables, mandan siempre un juguete lamentable que apesta a Fukushima. Alguna excéntrica manda el regalazo que sabes que le costó 10€ y no entiendes como alguien puede gastarse esa cantidad por niño en un salón de quince críos.

La ultima mamá, es la que manda una cosa llamada "cono de chuches", eso sí es una mierda pinchada en un palo. Es una bolsa cónica (cuyo dibujo destiñe) que suele contener lo siguiente: una bolsa muy aplastada de gusanitos, una versión local del pepito o chigüi de mi tierra, otras dos chucherías indefinibles (de las que vendían en los ferrys a Margarita) y algún juguete, más barato y feo si cabe, que los de piñata.

Como sabrán, no puedo ser tan cutre de mandar un cono de chuches, tan básica de comprar el juguete tóxico, ni tan rica (eso sí podría ser, pero no soy) para el juguete de 10 €.

Tenía dos días para tomar una decisión, Pablo cumplía el miércoles y yo el domingo en la noche seguía puro pensamiento y cero acción.

El lunes me llamó mi suegra al trabajo para volver a comentarme sobre la amable posibilidad de encargarse ella de la celebración. Claramente me conoce y sabía que yo no estaba haciendo nada. Francamente, si yo misma fuera mi nuera, me daría muchos disgustos esa apatía maternal. Su llamada fue el empujón final. Sobre la marcha le dije, -Nooo! Tranquila! lo tengo todo preparado, te veo el miércoles en mi casa.

Cuando Ricardo me buscó ese mismo día en el trabajo, casi a las 7:00, quitándose la corbata y visualizando el camino a su casa (a su sofá, específicamente), yo desplegué una TO-DO list, o lista de cosas por hacer de inmediato.

Le dije, como si le pidiera un chicle: -antes de llegar a la casa y a tu sofá, hay que ir a la tienda de fiestas, al supermercado y a un vivero.

Asintió en silencio, muestra de cuanto quiere a Pablo.

De siempre he trabajado bien bajo presión. Por el camino fui convocando la gente a para cantar cumpleaños el miércoles. Compré comida para ofrecer y decidí enviar de regalo a la guardería una plantica con una tarjetica para que cada niño cuidara la suya.


La noche del martes preparamos las maticas con alto nivel de lujo. Cada una con su etiquetita explicando que era un regalo de Pablo por su segundo cumpleaños, una bolsita para que no chorreara y un lacito muy "cuco" que dirían aquí.

El miércoles, día D, llegó Pablo con sus maticas revolucionando el colegio! Las maestras locas de emoción, que qué lindo, qué original, qué buen regalo, qué detalle, en fin, el hit.

Me iba creciendo con los halagos. -Que increíble, cómo haces estás cosas y encima que trabajas todo el día... y ahí estaba yo, la mamá moderna insuflada de nuevas fuerzas, plena, sobrada en su máxima expresión.

Al día siguiente, me encontré en la puerta a una mamá del colegio que siempre me encuentro y que de todas, es la única que me cae fatal! Es aquella que me dijo que encerrara a mi parvulito en el cuarto para que no se “escapara” a mi cama por la noche. No sé porqué siempre tengo el tino de dar con ese monstruo.

Pues la madre en cuestión me ha dicho: -gracias por la planta, muy "graciosa" (¿?¿?) y en plan reclamo: -Ahora a ver qué regalamos las demás claro, pusiste el listón un poco alto...

¿No hay que ser una imbécil redomada para hacer ese comentario? Yo le dije: -noooo niña, tu envía el cono de chuches que eso entre los niños es lo máximo-... tonta!

El miércoles la faena empezó nada más soltar el maletín. Cociné nada menos que tartaletas de ajoporro (puerro) y de espinacas con queso de cabra, brochetas de capresa, pancitos con queso crema y caviar (sucedáneo, ojo!). Inflamos globos de Mickey Mouse, mantel de Mickey, vasos y platos de cartón de Mickey, todo en el afán de tener el aroma de la piñata caraqueña.

Dejé temas pendientes para su próximo cumpleaños, o para mi próxima vida cuando yo sea una mamá organizada. Se me olvidó la torta, por ejemplo, un detalle. Y por supuesto, no hice mi odiada gelatina! Aparecieron colaboraciones diversas en el tema. Si no tocaba cantar en un Muffin.

Otras cosas de menor escala fallaron, como por ejemplo mi suegra me llamó para preguntarme si me ayudaba con algo, yo muy agradecida le dije que si me podía preparar algo salado y me dijo: -No, yo te llevo un quesillo. No hay que pelear con la familia, pero coño, para que me preguntas si vas a hacer lo que te sale de tus santos cojones?

Al final y a pesar de mi desastre en esa fiesta infantil había, torta, gelatina y quesillo. Toda una piñata Caraqueña en condiciones, falto el papel del baño.

También hice algunas cosas dignas de mi eterno despiste como poner el tarjetica de recuerdo "25 de Noviembre" en lugar de Mayo y otras menudencias, pero el balance es absolutamente positivo. No me quedó piñata caraqueña, pero tampoco culazo en corralón con escasez de globos.

Quedó una fiesta infantil con adultos maravillosa, Pablo encantado con Mickey y con su gelatina. Estaba tan alegre y entusiasmado que cantamos cumpleaños durante unos veinte minutos a petición del cumpleañero. Paramos ejerciendo presión que por él seguiríamos cantando ad infinitum

Conclusión. Segundo año y mejorando, esto a los 3 me queda que te cagas!!!