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La jornada Reducida

Este va del gran beneficio de las madres trabajadoras

España atraviesa una crisis. Hasta hace poco era la tierra del equilibrio social. Grandes ventajas y poco sacrificio. Esto no podía durar mucho y yo agarré el repele, aunque algo me cayó.

No hablo de política (aunque voto) ni critico tampoco y menos en patio ajeno, porque aunque tenga DNI (cédula española) ahí dice clarito que nací en Venezuela, así que sólo me atrevo a criticar lo propio y poquito porque criticar es un fastidio.

El caso es que entre los grandes beneficios de vivir en este país hay uno que se llama la "jornada reducida" cuyo objetivo principal va de intentar conciliar la vida familiar con el desarrollo profesional y toda esa filosofía tan buena y tan teórica, sobretodo tan teórica.

La jornada reducida consiste en que una mujer trabajadora y madre, tiene el derecho por ley de reducir su jornada, con la consiguiente reducción de sueldo, eso sí, hasta que el menor de sus vástagos tenga 8 años. Se supone que de esta manera las madres serán capaces de estar tanto en la casa como en el trabajo sin perder ninguno de sus roles.

Ahora yo me pregunto, esto está muy bien pensado, ¿pero cuándo en la vida se han podido hacer dos cosas bien al mismo tiempo? La gran teoría falla en los cimientos.

O eres buena madre y te pones tu delantal de Maggi o eres una ejecutiva agresiva con tus taconazos, maletín y dando zancadas para llegar a todas las reuniones. La mezcla no sólo es explosiva, es imposible.

Quedarse a medias como yo es de lo peor, porque no soy ni la madre Maggi ni la del maletín, lo que me hace sentir no solo mediocre, sino además un poco timada por todo este rollo del "beneficio social".

Mientras tuve sólo un hijo no quise utilizar esta "ventaja" de horarios por no tentar a la suerte, pero con dos no hubo más remedio.

La teoría dice entonces que yo, la mamá moderna de taconazos y delantal, va a trabajar por la mañana, termina todo porque optimiza su día (sin perder tiempo en nimiedades como comer o hacer pis) y sale temprano para recoger a sus retoños del colegio, darles todo el amor que necesitan y cubrir sus necesidades de cuerpo presente.

Pero si las teorías fueran tan ciertas y precisas, el marxismo sería otra cosa...

Mi cruda realidad es más o menos así:

Por la mañana vivo un momento de paz cuando consigo levantarme a la hora que es y no me quedo dormida aprovechando los últimos “cinco minutos” que después pago con sangre. Pero haciéndolo bien, tengo unos 15 minutos para darme un baño yo solita en sana paz. Ese es literalmente mi momento del día, mis 15 minutos de fama.

Al salir del baño el caos está cantado, Ricardo va preparando desayunos y teteros mientras yo entro en la lucha de la levantada, con no quiero ir al cole, con déjame un ratico más, a la vez que voy zanqueando uniformes, medias, zapatos, mochilas...

Las mañanas en que no hay camas con pis, pijamas con caca desbordada o vómitos de tos son raras y se agradecen un montón. Pero escasean, la verdad. Antes de salir de casa la cuota mínima es dejar un colchón al sol, la lavadora puesta y el lavavajillas andando que si no, por la noche no hay teteros.

Pablo sufre de lentitud mañanera y cuando se levanta le da por jugar, ver cuentos, se le ocurren cientos de ideas de cosas para hacer y ninguna de ellas es ponerse el uniforme.

En el colegio me atormentan con que se tiene que vestir solo, porque después en la natación pasa trabajo, pero la pelea para que esto suceda cada mañana me está restando momentos de felicidad considerables.

Andrés no se queja, lo despiertas, lo vistes y lo dejas ahí colocadito en su cuna. Pero claro, él será bueno pero tiene su manera de joder. Se levanta cagado hasta la nuca, lo que suele ser un estropicio de pijamas, sábanas, etc. Y tiene el detallazo además de dejar un poquito para cuando ya tiene puesto el pañal nuevo. Es su forma de hacerse notar.

Alguna vez lo he llevado tal cual y según lo dejo en su colegio le digo a la profe con cara de sorpresa: -Ay, se acaba de hacer, qué cosa!

Esta práctica la repito conmigo misma ya que no hay un solo día que no salga de mi casa manchada en alguna parte. Cuando me lo dicen pongo mi mejor cara de sorpresa y suelto la fórmula de siempre -¡Qué bárbaro, cómo no me di cuenta! Y sigo mi día como si nada.

Un día una compañera me señaló una mancha asquerosa de leche de tetero que me había hecho Andrés y que realmente me planteé limpiar (cambiarme de ropa jamás, tendría que ser muy grave) pero con el corre corre me olvidé. Cuando me lo dijo, vi la cochinada y dije: ¡¡¡ahh,… qué rabia! Siempre me pasa esto con la pasta de dientes… Mientras hablaba me di cuenta que olía a queso rancio.

Superada la etapa de la mañana, repartido el personal, llego a mi trabajo y en el ascensor, si voy sola intento ocultar rastros muy evidentes de la versión madre (babas, salpicaduras, etc.) y me transformo en la trabajadora.

Pero no crean que entro a la oficina como la ejecutiva de taconazos, noooo… para nada. Ahora yo formo parte de un colectivo de exiliadas laborales, soy de las que tienen "jornada" , y lo dicen así, disminuyéndonos a la mínima expresión, las de "jornada"... Es un status maldito en la oficina, los colegas te miran como una beneficiada y los superiores te ven como una “sirve pa’nada” Todo ventajas. Encima de eso, yo por debajo no tengo a nadie, es decir, si mi oficina fuera el océano, yo sería el plancton.

Así que, de ejecutiva , como comprenderán… Y aún es peor que esto, porque con el nuevo horario sacrificaste tu hora de comer, es decir el único rato ameno que pasas con tus compañeros escogidos, con los amigos de la oficina. Eso se acaba para siempre.

Hasta tomarte un puto café puede causar comentarios de superiores del tipo, -Te recomiendo que no tomes café... Decir “te recomiendo” siendo el jefe es igual que cuando tu madre te decía -Hazlo como tú quieras! Tú me dirás, a ver quién era el valiente en casa que hacía las cosas como quería realmente, o en el trabajo, quien es capaz de no seguir la recomendación del jefazo.

Lo más duro es oír la explicación, -Es que los demás toman café pero es que ellos están aquí hasta las 7 de la tarde trabajando.!

Ahhhh… bien, muy bien… Están ahí a las 7 de la noche pero a las 11 de la mañana todavía no ha llegado la mitad de ellos! Y yo ya llevo dos horas trabajando frente a la computadora. Más de una vez he deseado con fuerza que contabilizaran las pulsadas a las teclas que dan los empleados por cada jornada. A ver lo que salía de ahí, porque lo que se ve no es siempre lo que es.

Así que ahí estás tú, en la misma oficina de siempre, sin la parte del compartir unos minutos, con la misma cantidad de trabajo pero en menos horas, con sueldo más bajo, rechazada por superiores y envidiada por iguales, sin ninguna posibilidad de mejorar, todo porque tú has decidido ser parte de ese grupo privilegiado de las de “ jornada”.

Pero de qué te quejas? Has ganado tiempo! he ganado tiempo para correr al autobús, rezar para que no haya tráfico, hacer la cola y recoger a Pablo, ir de ahí a buscar a Andrés a casa de mi suegros y ya con los dos irme a mi casa, empujando el cochecito y jalupeando a Pablo que está cansado, con frío , con flojera de caminar, no como yo, que estoy fresca como una lechuga porque soy de las que tengo "jornada".

Llego a la casa y para aprovechar ese tiempo recién adquirido, hago la cena para Pablo, para los grandes, hago teteros, todo a la velocidad del vértigo. Después de eso el baño de los niños, que es poco más que mi segundo baño del día, sólo que este es con la ropa puesta y salpicada de jabón Nenuco... Ahogos, mocos, resbalones... Niños mojados, cremas varias, que Pablo dermatitis, que Andrés pañalitis… pijamas, pañales, nudos en el pelo.

Niños listos! Ahora la cena de los mayores...Como ahora tengo todo este tiempo libre, las tareas se han recolocado! Es una suerte. Después que la tormenta infantil ha pasado llega Ricardo, nos sentamos a cenar y veo tele... Ya da igual lo que pongan, no lo veo, me quiero acostar, estoy cansada de mi tiempo libre... Y aun me sobra, sólo son las 10 y apenas puedo mantener los ojos abiertos

Dios, esto rezuma hiel! Si con una piedra en los dientes tendría que darme.