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La Fiesta de Carnaval



La Mamá del Año, esa soy yo! La revista Forbes no hace recuento de las 100 mejores mamás, pero si lo hiciera, saldría yo este año entre las primeras.

Para que vean en qué me fundamento les cuento que estos días recibí una circular de esas que manda el colegio, ocho párrafos por el pecho, que comenzaba por supuesto, con las explicaciones de las explicaciones de lo buenos que son. Después de leérmela toda con cuidadito, deduje que mi bebé, que a duras penas se aguanta sentado, tiene que ir disfrazado por el Carnaval.

De entrada la flojaza que soy por naturaleza se rindió nada más leer. ¡Disfrazado!? ¡Qué va! Eso es para madres que tengan tiempo!!! (Una excusa fatal, porque no existe una mamá con tiempo de nada, en ninguna parte del mundo). No me tomé el asunto del disfraz ni remotamente en serio, decidí que Pablo estaba chiquito y no se iba a enterar de nada.

Sin embargo el día anterior a la fulana fiesta, no se me quitaba de la cabeza ese razonamiento de “no se entera…” La verdad es muy distinta y todos la conocemos: los niños sí se enteran, unos más y otros menos pero todos se enteran. Y el que se despistó y logró (para su bienestar) no enterarse, pasados unos años viene alguien y se lo dice!

Con el peso de la culpa a cuestas, ese día al volver del trabajo seguí de largo en el Metro, no me bajé en la parada de mi casa, si no que llegué hasta el Corte Inglés. Allí busqué y rebusqué, pero no quedaba nada!, quedaban cuatro serpentinas, dos bolsas de papelillo y pare usted de contar. ¿¡Explícame tú eso!? Aquí el Carnaval es bastante relativo, no hay días de fiesta para los adultos, solo para los niños, cosa que genera un ambiente de amargura, porque sin colegio, nadie sabe qué hacer con los niños.

Como no encontraba nada hecho que me salvara la patria, decidí tirar de creatividad y fui al departamento de manualidades a buscar fieltro para improvisar. La situación no estaba mucho mejor, solo quedaban retazos de azul y gris. Lo compré, sin ideas, pero lo compré, no había donde escoger.

De camino a casa llevaba el cerebro a mil revoluciones por minuto pensando qué cosa de nuestro planeta tierra tenía esos colores… sólo se me ocurría un ratón, pero no tenía suficiente gris! No sirve. Cuando ya casi llegaba a casa, y en vista del tiempo de mierda que hacía, pensé en un día gris, de esos de lluvia. Mira tú! Y así fue como Pablo acabó disfrazado de “Lluvia”

¿Recuerdan a la mamá del castor? (ver vídeo) ¡esa es una tonta! Primera fiesta de carnaval de Pablo, a sus 9 meses de edad, y le hice un disfraz arrechísimo! Mi niño-lluvia iba a causar una sensación sin precedentes.




Cuando lo llevé al colegio y entré al “patio” (el patio de dicho cole es capítulo aparte, ya les contaré) había un montón de niños. Pablo causó una gran revolución entre las maestras, así que estuve un ratico allí para recibir las alabanzas respectivas y mirando a los niños encontré que básicamente, había tres grupos de disfraces.

El primer grupo y sin duda el más llamativo, era la de los Súper-Disfraces. Es prácticamente como ver al verdadero personaje de la tele frente a ti, la parte mala es que no se sabe muy bien dónde está el niño. Más que un niño disfrazado es como un personaje de la tele que se tragó a un niño pequeño. Tú sabes que el chiquitín está por ahí… lo intuyes, pero no apuestas. Estos disfraces son perfectos para la foto, pero la pobre criatura, metida en la entrañas del bicho, no se puede ni sentar bien, no puede comer, no ve casi nada… a juro tiene que estar cagándose en todo.

El segundo grupo son los que llevan el disfraz comprado en el "Todo a 100 pesetas" o "Chino". Estos trajes tienen la peculiaridad de ser todos iguales, sea cual fuere el motivo. Los más famosos son “el payaso” y “el mendigo” y por razones desconocidas, ambos son exactamente iguales, salvo por una naricita roja que te proponen que le pintes en el dibujo de la caja del payaso. De resto, son retales de tela muy brillante, combinada con la luz apagada y unidas como las colchas que hacían las abuelas del siglo pasado, las abuelas que cosían mal sobretodo. El problema de la semejanza entre los disfraces no es grave, eso de verdad que creo que a los niños les da igual. El problema radica básicamente en los materiales empleados. En el paquete dice claramente: "Producto inflamable, mantener alejado de los niños". No pretendo ser la mamá majadera, pero me parece a mí que esto es importante ¿no?. Por supuesto que no pretendo ni de cerca que los chinos se den cuenta de ese detalle, ellos están en otra cosa, pero ¿y los papás? Sin ánimos de juzgar a nadie, de verdad, pero ahí están los payaso-mendigo, corriendo el peligro de intoxicarse con una tela “by Chernobyl”. Los componentes incluirán seguro amianto, cianuro, plomo y otros, digo yo… huele tóxico.

El tercer grupo es el más básico, y además en el que seguramente habría caído mi pobre Pablo, de no ser por mi epifanía de último minuto. Este es el grupo de los papás que dijeron: -no disfraces al niño, hombre… que no se entera…

Esos papás ignoraron la voz interior que decía: -Te acuerdas cuando tu mamá creía que no te enterabas y te ponía la ropa de tu hermano varón, 3 años mayor que tú y que te quedaba como el culo? Ah?... Te acuerdas? Ella estaba convencida de que no te enterabas y tú al principio no lo hacías, pero cuando llegabas al colegio veías las señales en el ambiente (eso es enterarse). Te percatabas poco a poco de que había grupos y de que tú, no estabas en ninguno.

Por un lado estaban los varones que vestían como tú, y por el otro estaban las princesas, unas niñas divinas, con ropa rosada, cintas en el pelo, flores, etc. Estaba claro que no encajabas en ninguna parte. Las niñas te miraban de reojo porque tú no ibas de rosa, y los varones, aunque fueras vestida como ellos, te ignoraban igual porque tú eras niña, y a sus ojos vas de rosa aunque tu franela tenga un dibujo de Iron Maiden. En ese momento te venía a la cabeza tu mamá diciendo: "-no se entera…", y como el niño del grupo disfrazado de personaje de los comics, acabas cagándote en todo y comiéndote la arepita que trajiste envuelta en papel aluminio, más solo que un chofer de metro.

Esos papás que dejaron a los niños hoy con su uniforme de todos los días (porque no han tenido ni el detalle de vestirlos de fiesta) obviaron esa voz interior que los advertía. En efecto, allí teníamos a los chiquitines de uniforme que no hacían más que mirar y mirar a sus compañeros disfrazados, ¿qué les pasará por la cabeza? Imposible adivinar, pero saben que algo pasa y que ellos son parte de ese algo.

Cuando mi Pablo, con su disfraz de lluvia, entró por esa puerta, rompió paradigmas. Llevaba ropa de él, con los que no iba incómodo, sabe que hoy tiene "algo" distinto, (aunque no brille tanto como él grupo de los payaso-mendigo) y está tan original que las maestras se lo turnan para hacerse fotos con él en brazos. Todas quedan encantadas porque la mamá que más horas trabaja de toda la guarde fue la que le hizo en disfraz más original a su peque! Yo, la más encanta de todas. Ahí lo dejé entre flashes y empegostado de besucones. A ver qué tal pasa su fiesta de Carnaval, si se entera o no de qué va disfrazado, no lo sabremos nunca, esas cosas sólo quedan guardadas cuando el recuerdo es negativo, como el de él será positivo, capaz pasa de largo.

1 comentario:

  1. Este ya lo habia leido pero decidi leerlo otra vez... amiga la verdad te admiro... eres demasiado...

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