No paro de descubrir peculiaridades de vivir en el patio de otra gente... esta que aquí les cuento va de la lucha por la pobreza.
es verdad que llevo años aquí, pero claro,
tanto descubrimiento y novedad tiene mucho que ver esa diferencia sutil en mi vida que tiene dos años
de edad y que cada vez que cierras el grifo del agua o botas un papel en la
basura te dice: -Muuuubien mamá…-
Esa pulga hizo que viviéramos una
alegría que no puedo menos que compartir. Hablo de una alegría simple pero nos
produjo una semana de conversaciones sobre el tema, un brindis, besos, abrazos,
en fin… les cuento.
Hasta hace nada para mí “colegio
público” y “dificultad para entrar” no podían encontrarse en la misma frase,
pero eso ha cambiado y mucho.
Si alguno ha leído todo el
trabajo que pasé para conseguir cupo en una guardería cuando apenas tenía 4
meses de embarazo, seguro que reparó en que nunca hablé de colegios o
guarderías públicas. Y es que realmente en medio de aquel estrés, nunca me di
cuenta que no había guarderías públicas... al menos, no a la vista.
Quizás me
habría quedado con esa idea de que las guarderías solo eran privadas de no ser
porque la guardería pública me encontró a mí. Está claro que yo no había reparado en su existencia.
Cuando digo que me encontró a mí,
es porque justo al lado de mi casa, donde había un terreno vacío que era parte
del paisaje, levantaron una en tres días, la inflaron materialmente, como los
Mc Donalds, que aparecen de un día para otro.
Fui testigo de como detrás de
un cartel que rezaba: “aquí se construye una guardería de la comunidad de
Madrid” se construía un edificio enorme, de una sola planta, con un patio
gigante, ventanas generosas, piscina de arena, árboles y sobre todo, colores.
Ni una pared blanca, una construcción que emula un Lego donde te da la
sensación, por lo menos desde fuera, que ahí dentro sólo te puedes divertir.
Ese aire que se respiraba en la infancia cuando uno entraba al museo de los
niños? Pues así, pero desde la reja.
Cuando pasábamos por su lado diariamente, Pablo lo confundía con un
parque he insistía en entrar. Ninguno de los dos teníamos idea de lo difícil
que sería eso.
Ahora y después de haber vivido
aquella odisea para entrar en la guardería privada, me sentía lista para buscar
más y mejor.
Tenía varias motivaciones, la
primera era ahorrar dinero, o por lo menos eso creía, más tarde descubrí que “público” y “gratis” no
es lo mismo y que lo que te ahorras cambiando de privada a pública no te sacaba
de pobre precisamente. La segunda motivación y la más relevante era la clara y
arrolladora diferencia de infraestructura. Estamos hablando de comparar un tímido
local comercial, trasformado en guardería privada, con sus carencias de base,
un lugar que podría haber sido una tienda de ropa, un consultorio médico, una
cafetería, cualquier cosa, contra un edificio diseñado para ser una guardería.
Seguí la obra
de cerca, (por compartir acera, principalmente) y cada vez que veía los avances
me preguntaba cómo era posible que yo estuviera pagando un montón de euros por
un local comercial re-acondicionado, donde le llaman "patio" a un
salón en el que confluyen las aulas y que no tiene ni una ventana? Ni un
tragaluz!... Pero mi hijo cree que eso es un patio!!!.
Sin duda los
dueños de esa guardería hicieron lo mejor que pudieron con sus recursos, que
obviamente ni se acercan a las posibilidades de un gobierno. Pero el caso es
que esto para mí no se trata de un negocio, es el lugar donde mi hijo pasa muchas
horas! Y aunque en la guardería chiquitaja había dado con una maestra peruana de lujo, yo quería ventanas, luz y colores.
Lo primero para buscar como
entrar en ese paraíso infantil fue recurrir a Google, y para los que creen eso
que dicen que si no está en Google no existe, los reto!
No salía nada en ninguna parte! Misterio
divino... Ausencia de información en la web, nadie sabe nada.
No encontraba ni
el nombre del colegio. No atienden por la puerta, no aparece el teléfono... Enigma
total. Además del letrero y el edificio en sí, aquello “no existía”.
En esta nueva versión mía de mamá
con empuje indetenible (porque les aseguro que si esto hubiera sido en otro
momento de mi vida, lo habría abandonado cómodamente en el tercer click) llamé hasta el ministerio
de educación buscando ayuda, indagué en todos lados, le dedique horas
infatigablemente y así fueron apareciendo tímidas señas.
Conseguí averiguar que una vez al
año, entre marzo y abril y con fecha exacta no revelada, publican en una página
web, en un link, dentro de un enlace, dentro de la URL del la Consejería de Educación
de tu municipio y de su puta madre, un listado de requisitos.
Tienes que montarle cacería a la publicación,
no hay otra forma. Si lo logras, ya adelantaste a unos cuantos papás que están más
despistados.
Sale un listado de requisitos tan
rebuscados que empiezas a entender porque el otro colegio cuesta 500 euros...
No tiene que ver con el cuidado de los niños, como pensabas tú.
La lista pide básicamente,
constancias de cuan pobre y jodido estás en esta vida. Por si fuera poco, son
capaces de valorarla por puntos, es decir, a más jodido, más puntos.
Madre soltera, un punto. Ganas por debajo de tanto, otro punto. Que no tienes casa estable, punto por el
pecho. Te pega tu marido? puntos varios. Y así, vas intentando rescatar miserias para ver si sumas más que tus
vecinos.
Empiezas a evaluar a los que ves
por el vecindario con niños como el tuyo, o sea posibles contrincantes. Éste
compra en el chino, tiene menos que el otro que llega del supermercado...
Aquella tiene tres hijas, familia numerosa: punto! Que disgusto.
Hasta cruzan por tu cabeza ideas
bizarras, ¿y si ganara menos? ¿Y si nos divorciamos? Y si, y si... Visto desde fuera tiene que ser increíble...
Gente queriendo ser la más pobre, la más infeliz, más miserable.
Lo intenté la primera vez pero
sin duda, nuestras miserias no alcanzaron a las de nuestros vecinos.
Recolectamos muy pocos puntos porque somos, dentro de la modestia total, una
familia bastante arregladita y eso no suma nada.
Fui descubriendo después que a la
gente no solamente se le cruzan cosas por la cabeza como fabricar miseria (como
a mí) si no que efectivamente lo hacen. Escuchas comentarios como: -mi chico y yo no nos vamos a casar nunca,
así yo aparezco como madre soltera y tenemos puntos-. Su "chico"
como mi compañera lo llama, tiene 48 años y los niños tienen 12 y 14, pero ellos van
de novios. Otra te suelta, -lo ideal es tener dos hijos, claro yo al
final tuve tres porque con "familia numerosa" tienes un montón de
facilidades-.
Para que sepan lo que no viven
aquí, tener “familia numerosa” es una condición legal, como ser divorciada, te
dan hasta tu tarjetica y todo para que entres en los descuentos y otras
alegrías que compensen el esfuerzo de criar varios a la vez. También hay
“familias numerosas de régimen especial” y esas ya son las valientes que tienen
4, 5, 6 hijos y más.
El comentario que se lleva el primer
premio sin duda alguna fue el de una compañera del trabajo, más básica que un martillo,
que soltó que ella se iba a tomar unas pastillas que le dijo una amiga, que son
hormonas y que con eso se quedaría embarazada de gemelos y así te dan cupo en
todos lados. Cágate! La tercia es capaz
de tener dos hijos más para conseguir que su hija mayor estudie en donde ella
quiere. Es como lo de tener un bebé para utilizar las células madre del cordón para curar a tu hijo mayor, pero todo a lo bestia.
Viendo el panorama, entendí que
tengo mis limitaciones y que si bien llevo un puñal en la boca cuando se trata de
luchar por Pablo, se sabe de gente que ya ha avanzado a machete o directamente con
una Smith & Wesson calibre 38.
Aun así, había que insistir, todos
los días veía el colegio de Lego para ilusionarme con lo bien que estaría ahí
mi pulga.
Inicié todo el proceso por segunda
vez, a pesar de que sería el último año de guardería de Pablo, porque sólo son
tres. Mucha gente me dijo, ¿pero lo vas a cambiar? Pues sí, claro, si sale lo
cambio, un año en es un año!
Presenté todo el papeleo, reuní cuanta
miseria me fue posible acopiar, entregué una carpeta (coordinada por Ricardo)
que habría valido para Cadivi del nivel de orden y detalle. Monté la cacería de
fechas, envié recordatorios a mi agenda, a la de Ricardo y los dos celulares,
hice todo.
Se presentó allí mi suegra puntualísima el día uno de las entregas
de los requisitos con su carpetica perfecta llena de papeles. Averiguó además
que también puntuaba haber rebotado el año anterior, cosa que era un punto que
no podíamos dejar perder.
Pasaron varias semanas y me saltó
en el Outlook el recordatorio de que publicaban las listas.
Mi suegra fue corriendo a primera
hora a ver y nada, ni un post-it diciendo algo, volvió a la hora y nada… aquello
era un suplicio, dudando de la fecha, del día, del lugar, de las listas… de
todo. Finalmente como a las 5 de la tarde, pegaron unos papeles en la pared de
la entrada de la guardería donde decía por un lado “Admitidos” y por el otro
“No Admitidos”… fueron sutiles de no poner el antónimo.
Como era de esperarse ahí estaba mi querido
Pablo Naya Febles, bien grande para que no se confunda, en la lista de los
rechazados… de los no admitidos, mejor dicho
Ya lo sabía, pero igual me jodió,
la verdad. Ese era el último año escolar, era ese o nada.
Más jodida quedé cuando me llamó
una amiga y me dice: -mi niño entró ahí
al lado de tu casa!!! Ya nos pondremos de acuerdo cualquier cosa, como está al
lado…- y como si nada me suelta: -yo
metí los papeles por no dejar, porque ni me acordaba, pero como tuve que hacer
los del mayor, aproveché…-
“Aproveché?”, como quién
aprovecha de lavarse las manos cuando tienes ganas de hacer pipí. Una tarea a
la que yo le había dedicado horas de investigación, ella “aprovechó” y quedó. Reconozco que era pura envidia, y de la mala.
La buena mujer se merecía el cupo, pero hubiera agradecido no haberme soltado
el detalle de lo fácil que le resultó.
Recién pasaba el disgusto unos días
después y me saltó otro recordatorio de que mañana y sólo mañana se podía apelar
si creías que no te habían dado los puntos que necesitabas. Ya yo estaba
derrotada, pero claro me había puesto los recordatorios de todo el proceso en
la agenda… just in case.
En la mañana agarré los papeles y
le pedí a Ricardo que fuera a protestar a ver si se habían dejado algo por
fuera. Me dijo: tengo mil reuniones hoy y además la protestadera es sólo de 10:00
a 12:00… dime tú, si eso no es a propósito, en la mitad del día para que
directamente no vayas o que no vayas a trabajar y le expliques a tu jefe que
vas a ver si puedes sacar un punto más por alguna parte. Ricardo me soltó un
“si puedo voy”, lo que suele traducirse como un NO rotundo.
El caso es que sí fue, no sé cómo
pero fue, vio el colegio y me llamo de allí diciendo: - si te gusta por fuera,
menos mal que no has entrado porque es increíble por dentro… No hizo falta verlo, ya nada más con esa
explicación me quedé en colapso.
Te digo de verdad que el nivel de
estrés que se genera con estas cosas no es sano. Ningún estrés es sano pero
este es maldito.
Recordé un documental que vi hace
un tiempo, resulta que en Japón el peo para entrar en la universidad es de tal
magnitud, que las mamás de los que lo intentan peregrinan como dos semanas a un
templo en el carajo viejo, descalzas y se tiran una semana orando a Buda u otro
que no sé, es como pariente de él, para
que sus hijos sean admitidos. Cuando vi eso pensé, que intensos los japoneses
para todo… Pero ahí me tenías a mí,
dispuesta a caminar con garbanzos en los zapatos hasta Lourdes, si eso colaboraba
con el cupo de mi chiquito en el lego gigante.
Unos días después me saltó otro
recordatorio sobre la publicación de listados definitivos. Pensé en ignorarlo
porque de verdad que estaba harta de que me dijeran que eso no era para mí. Le pedí a mi suegra que cuando
pasara por ahí para ir a recoger a Pablo a su mini-guardería, si no le daba
mucho calor ni mucha flojera y si no tenía otra cosa que hacer, que pasara y viera
las listas.
Ella, que tendría una sensación
de frustración parecida a la mía, fue, por no dejar, revisó la vaina y de
repente, ¡coño! ¡Pablo esta admitido!!! Se leyó todas las listas, las de sí,
las de no, la de otros años que no eran el Pablo, todo, y ahí estaba sin duda!
Pablo entró! Siii… Somos una familia pobre y suficientemente miserable para
merecer el colegio de colores!!! Que emoción!!! foto con la lista, foto con
Pablo… Risas, abrazos sentidos, lágrimas contenidas… Someeeeeewhereeee over the
rainbow…
A partir de ese día me cambió
mucho la perspectiva de la pobreza… después de ver como no sólo hay competencia
para ser más ricos, sino también para ser más pobres!
Hay batallas que se libran y que
uno ignora porque la imaginación sola,
no nos da para tanto!
Suerte a los pobres que lean
esto! Ánimo para la batalla!!!
Vivi, no sabes lo sabroso que me ha resultado la lectura de tu blog y de tus aventuras.
ResponderEliminarPasando de lo humano a lo divino, me conmueve esta frase tuya lapidaria: "A partir de ese día me cambió mucho la perspectiva de la pobreza… después de ver como no sólo hay competencia para ser más ricos, sino también para ser más pobres!"
Eso denota lo lejos que estamos de mostrar lo mejor de nosotros mismos y de quedarnos con lo peor, para que desde allí construyamos algo que ya nace de lo negado.
Lo positivo, y creo que nada es coincidencia sino una relación de casualidad con presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, que ustedes y sus hijos están allí para que un día, no lejano eso espero, podamos cambiar la situación de pobreza espiritual que vivimos tanto en el primer mundo como en los de quinto y sexto lugar.
Lo paradójico es que mientras en el "sur" la gente se mata por ser rica, en el "norte" la gente muere por ser "pobre". ¿Quién nos entiende?
Un abrazo a todos.
Alejandro
simplemente genial!!! No tienes idea de lo que reimos, por no llorar, leyendote. Te felicitamos Vivi, este escrito deberia estar en primera plana de El Pais o ABC......Felicitaciones por tu redaccion divina y divertida de un caso ridiculamente divertido, pero asi dicen que funciona...Saludos Alberto y Jose y Pedro y Valeria y.......
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