Saber que estaba embarazada y salir casi de inmediato a buscar guardería, me hizo sentir que estaba enfrentando mi primera experiencia como mamá sin serlo aún.
Ya esto no tenía que ver propiamente con el embarazo, era un tema de un bebé equis, externo a mí, que había que resolverle la vida desde ahora. Este es un concepto que a los 4 meses de gestación no tienes naturalmente, pero hay que implantarlo por la fuerza y cuanto antes mejor porque hay varios que te llevan la delantera. No te puedes quedar por ahí, con la mirada perdida pensando ¿tendrá ya sus deditos completos?... Nooo… avíspate! que si te descuidas, lo que no va a tener el chiquillo es educación como Dios manda.
Es rudo, pero se aprende. Yo ahora entiendo mucho más a esos papás que cuando caían los juguetes de una piñata, se tiraban como tiburones y no les importaba dar empujones o algún mordisco a otro niño con tal de que el suyo tuviera más "juguetes" en su bolsa sudada de aplaudir. Lo de juguetes es un decir, porque no se ha visto una cosa más cerca de ser un desecho sólido que un juguete de piñata.
Hace años vi con estos ojos a una señora que, palabra de honor, abrió un paraguas en una fiesta y sus cuatro hijos, -que hoy por hoy estarán presos, seguramente- agarraban puños de cosas y las lanzaban dentro del paraguas que ella manejaba con una destreza digna de explotar en otra dirección, afuera no quedaba ni un confetti.
Esa actitud de la señora viene dada por la costumbre. No es su culpa en realidad, porque la doña en cuestión, probablemente que se haya puesto el puñal entre los dientes desde que el primero de sus hijos se movía en su barriga, y claro, la lucha se le va convirtiendo en algo tan usual que la pobre es capaz de llegar al punto sin retorno de abrir un paragua caza-juguetes en una piñata como si nada, con tal de lograr la alegría de sus pequeños.
Aquí en España no hay piñatas y si hay tienen una cuerdita muy civilizada que los niños halan y caen bolsitas previamente organizadas por un adulto. Suena raro, no hay palo, no hay gritos y no hay bolsita sudada, pero los niños disfrutan y ademas tiene la enorme ventaja que no me hará vivir la experiencia a una mamá agresiva de estas, porque si yo veo a una como esa, quitándole un juguete-basura a mi Pablo, me tiro encima de ella y le meto en paraguas por donde pueda. ¡Mi puñal entre los dientes!.
Volviendo a lo nuestro que me estoy perdiendo, el caso es que yo aún estaba entrando lentamente en el asunto, seguía visitando todos los colegios de la zona. Mary y yo, pacientemente, recibiendo halagos por el vástago por llegar, seguidos de reproches por la tardanza en venir al cole y así, anotándonos en cuanta lista de espera caía en nuestras manos.
Vimos de todo, mutaciones de lobo en abuela, de abuela en lobo. Guarderías que se parecían al mercado de Coche y otras que querías quedarte a vivir ahí. Muy variado, fuimos incluso a una que el comedor y los salones quedaban en distintos edificios, con lo que los niños tenían que cruzar la calle para ir a comer.
-¿Un pelín peligroso, no?
-No que va, porque los llevamos con una cuerda y así, van más seguros…
-Una qué, perdón?.. Yo, es que como soy de fuera, se me escapan las palabras
-Con una cuerda
-Cuerda, cuerda,… de las de amarrar, no?... Un mecate de toda la vida… Ahhh… Si que tienen que ir seguros, claro, van amarrados.
Y yo viendo como llevan a mi bebe de 4 milímetros, amarrado, a pasear tipo César Millan? Que va, mi hermana. Por ahí no paso yo… Aunque si hubiera cupo… Por suerte, no había. Y seguimos.
Con el pasar de los días fueron perdiendo importancia las instalaciones, la calefacción especial en el piso, la sonrisa comprensiva de la Directora de turno... las condiciones óptimas se fueron desdibujando ante la posibilidad aterradora de no encontrar guardería, perdón... Centro de Educación Infantil.
Descubrí que ya yo tenía el puñal internalizado el día que me llamaron de una lista de espera, de las muchísimas en las que me anoté, y me dijeron que se había liberado un cupo, pero que ellos no iban por el orden de la lista, no, sino que llamaban a todos lo que estaban anotados y el primero que se apareciera allí, con los módicos 300 euros de la inscripción, se quedaba con el cupo!!! Cágate la metodología!
Bueno... Yo calculo que tardamos, entre arreglarnos, sacar del banco el efectivo (que aquí es un proceso, digno de otro cuento) y estar en la puerta de la guardería, unos quince minutos en total!
Además, mientras caminábamos hacía el lugar, Mary con su puñal solidario y yo con el mío, íbamos viendo alrededor por si detectábamos algún otro padre en la competición para sacarlo de juego por cualquier método. La escena recordaba a un documental sobre grandes felinos en el África.
Llegamos, tocamos el timbre con el corazón en la boca, tardan… ¿alguien habría sido más rápido que nosotras!? Qué angustia… Pues no! Abrieron. Alguno estaría pensando en los diez deditos de su bebé y le pasamos por encima! Ja!
Conseguimos el cupo... sí, pero sospecho que esta carrera no se va a acabar hasta que vea a Pablo con su propio puñal entre los dientes, corriendo por sus hijos, y el único consejo que le podría dar es: deja que la naturaleza se ocupe de los deditos del bebé, tu a lo tuyo, que ser padre es otra cosa!!!
¿Será que aprovecho y reservo cupo para los hijos de él?
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