El embarazo claramente se puede dividir en dos: el “general” y el “particular”, es decir, por una parte está el que viven todas las que están embarazadas, que incluye exámenes de sangre, heces, orina, más sangre, ecografías, pies hinchados, nauseas, etc. y por otra, el que vives tú en el particular momento de tu vida en donde te agarró, como me pasó a mí, o cuando lo planeaste, como le pasa a otro buen grupo de mujeres más organizadas que yo. Sin embargo, ni a las muy planificadas les sale todo como lo tenían en mente, no se crean…
Si estás en esas andadas que sepas que siempre y sin salvación te tocan los dos embarazos el general y el particular. Pero será este último el que le va poner peso a cuan bueno o malo será el recuerdo que te quede.
Como este Blog va de mis historias les voy a hablar de mi embarazo particular, y ya les adelanto que no es para hacer catarsis, esa ya la hice y es por eso que lo cuento justamente.
Estaría mal decir que mi embarazo fue malo, lo que es correcto es decir que quedé embarazada en un mal momento.
Desde que me casé, Ricardo machacaba con que tuviéramos un bebé, pero yo nunca encontraba el momento indicado. Hoy estoy convencida, y se los digo a los ilusos que no lo han descubierto que el momento indicado NO EXISTE, es un mito. Y con la misma les recomiendo, si quieren ser padres, pues para mañana es tarde, les aconsejo que no se enreden la vida como una servidora.
Al principio yo no podía tener un bebé porque necesitaba encontrar un trabajo, cuando tuve trabajo, quería un trabajo mejor, al conseguirlo entonces perseguí un contrato indefinido en ese buen trabajo, al lograrlo consideré que ya era hora de hacer un postgrado. Terminé el posgrado y me sentía capaz de encontrar el trabajo más arrecho y mejor pagado que el que tenía, y cuando lo tuve me pareció que era momento de abrir mi propio negocio. Ajá!... ¿Dónde ves tú que ahí se pueda uno quedar embarazado?
Te lo diré, cualquiera hubiera sido buen momento!
Cuando descubrí que estaba embarazada, ya tenía encima el sentimiento de haber pasado de ser de las personas más dichosas del mundo a caer en un hueco negro del espacio. Las tinieblas de un día tras otro.
Creí incluso que lo que estaba era deprimida porque lloraba por la libre y como ya había oído que si llegas a tener depre en el embarazo, en el post-parto ya te quedas de manicomio directo, entonces previendo que la situación empeorara busqué un poco de ayuda.
Siguiendo las recomendaciones de mi médico fui a una psiquiatra que para mi sorpresa, cuando entré a su consulta estaba tan embarazada como yo y más amarga que yo (descubrí más tarde). En casos como el de esa doctora, que por su oficio influye en los demás, deberían darle reposo desde la semana uno y así evitar que sus fluctuaciones hormonales le jodan la vida a alguien. Desde que entré, me vio de arriba abajo y soltó la siguiente perla:
-Aaaay, nada más te digo que lo que me vayas a contar es poco, tus problemas verdaderos no han empezado. A ver, siéntate y me cuentas…
¿Te lo crees? Que profesional la tercia, no?... Ya yo no le quería contar nada, obviamente, así que me fui con los titulares de lo que me pasaba, a lo que me contestó comprensiva:
- Te veo bastante mal, creo que deberíamos medicarte. (Eso así de entrada, pa'romper el hielo)
-¿Pero… eso no hace daño al bebé?
-Podría la verdad, pero más daño le hace una madre deprimida…
¿Podría? Pero, qué dice esta loca de mierda? Yo imaginándome el niño con una sola oreja por lo muy menos. Se encendieron las alarmas. Le dije con seguridad:
- Nooo doctora, tendremos que encontrar otra solución, esa no me sirve…
-Bueno pues te tocará medicarte apenas des a luz y no darás pecho para poder tomarte los medicamentos que te voy a mandar… y bla, bla, bla… y me soltó su rollo con cara de estar viendo a la "típica paciente necia que no acepta medicarse"
Salí de ahí acelerando como cuando te robas algo, que vas pensando que te van a pillar. Qué miedo me dio esa mujer suelta en un hospital y con bata blanca de esas que dan autoridad.
Decidí entonces que lo mejor era ir al psicólogo, era más light y así hablandito con él capaz y las cosas tomarían otro rumbo y si no, pues mira, se hizo lo que se pudo, pero a mi niño me lo dejan reposando tranquilo y sereno.
La psicóloga, al contrario de la otra, me dio confianza nada más verla. Le conté todo lo que me pasaba con pelos y señales. Cuando terminé, me preguntó serena:
-¿Todo lo que me contaste es verdad?
-Si claro! ¿Para qué te voy a mentir?
-Quiero decir, ¿no estás exagerando un poquito?
-Claro que estoy exagerando, no cuento nada sin exagerar, es de nación, pero lo que te dije es todo verdad.
-O sea, si yo ahora voy a esa Cafetería que tú me dices, está ahí?
-Claro que está ahí! (sin entender que pretendía y casi dudando de mi misma: ¿esta ahí la cafetería, no?)
-Entonces te puedo decir, para tu alivio que no estás deprimida, tienes unos problemas bastante grandes, pero deprimida no estás.
Bueno… no sé como describir el sentimiento, que maravilla! No estaba deprimida! Listo por ahí, ahora a ver qué hacía con los otros temas mientras mi embarazo continuaba tan ricamente y encima podía llorar sin miedo a que me ataran con camisa de fuerza nada más dar a luz.
De lo demás, lo sobresaliente era que mi primoroso Café, el negocio donde había invertido todo lo que tenía, más todo lo que me prestaron, (era una época en que mirando fijamente al banquero, ya te daban un crédito) se iba a pique sin remedio.
Aquello era el núcleo de mis problemas, desde ahí salían proyectadas las consecuencias hasta el infinito y más allá. Me quedaba sin trabajo, sin dinero, con una deuda gruesa (zona euro, ojo!) peleada con mi amiga, con su marido, con el mío, con alguno que pasaba despistado a tomar café! Si es que en aquellos días me pasaban cosas como que choqué el carro en la nieve por ir a abrir la cafetería, pero como nevó, nadie salió a la calle y no vendí ni un puto café con leche!
Ya tenía el fracaso estrepitoso en el lomo y como guinda del pastel, estaba embarazada!!! Coño! Es que no se podía creer! Si hasta se me murió mi perro en aquella época inoportuna! lo juro, no exagero! se murió el animalito!!!
Mi principal dolor de cabeza era que a diario tenía que tomar decisiones varias: que si pago esto y debo aquello, que si en vez de jugo ofrezco agua, que cerramos la panadería y dejamos el bar, que si abrimos de noche, que si ponemos strippers! Y encima, que si me hago la amniocentesis, que si no…
Una de las cosas que más deseaba (además de una bola ingente de dinero) era que alguien tocara el timbre y me dijera: - Hola, vengo a tomar las decisiones por ti…
La cosa no iba a estar menos jodida, pero por lo menos me sacaba de encima esa parte que me enloquece. Como ya he comentado alguna vez, yo soy más de cumplir, soy como dicen aquí "muy bien mandada".
Ya cuando creí que mi cerebro no podría con más, nos dicen que el bebé tiene una “peculiaridad”, qué palabra jodidamente ambigua ¿verdad?. Mejor dicho, que ellos creen que es una “peculiaridad”, pero que a ciencia cierta no saben si es un “problema”.
¿Un problema? Creí que alguien me estaba jodiendo… que en cualquier momento vería unas cámaras de TV, un gentío saliendo de sus escondites y un presentador bien peinado diciendo:
-Ajáaa!... te lo creiiiisteeeee! Que noooo, tonta, que no, que es una broma!... En vivo y directo para ustedes desde Canal 6!
Eso, por supuesto que no pasó. Todos los problemas siguieron ahí, estancados, solo que las prioridades se empezaban a reacomodar.
Empezamos a investigar sobre la “peculiaridad” del bebé, a ir, a venir, escáner, doppler, examen, pastillas, para allá, para acá… todo sin el stripper resolviéndonos lo otro.
Más tareas para aquellos días aciagos, una agenda que iba desde la cita para pedir la refinanciación de la deuda hasta una sesión de yoga para bajar las pulsaciones del corazón y poder hacerle los estudios al bebé. Lo mejor de todo es cuando me decían: intenta no estresarte… -Gracias, me cago en ti...
Bueno no voy a resumir nueve meses porque no sólo no es fácil, sino que es aburrido. Pero si puedo decir que en esos nueve meses, que parecieron tres años, cada día hubo una sorpresa y nada se arreglaba, parecía que todo seguía enmarañándose y complicándose interminablemente.
Y entonces un día alguien, a quien le debo aprecio eterno, me dijo: -No te preocupes más por el embarazo y sus peculiaridades, ¿hay algo que puedas hacer tú para cambiar eso? No. El Ávila mira hacia al norte, te guste a ti o no…
Era verdad, y tan verdad… sólo que desde dentro, se suele perder la perspectiva.
No podía cambiar eso, y no me estaba dando cuenta! de hecho no podía cambiar un montón de cosas.
Estaba gastando energía en intentar que el Ávila viera hacia otro lado!
Tenía que reorganizarme y enfocarme en qué caminos tomar para llegar a donde quería, siempre tomando en cuenta que el Ávila seguiría ahí, imponente, en el norte mismo, y yo tenía que buscar la forma de llegar a mi destino sin que él se moviera.
Pues ese fue un click que fue detonando los otros click-ses, que fueron recuperando mi vida, la alegría y el tiempo mal invertido en llorar y preocuparme.
Los enredos, los imposibles, los despropósitos, todo eso siguió pasando, quien sabe si peores, pero al menos yo llevaba brújula!
Hasta el parto fue un caos, aterricé en la Clínica sin maleta, mi mamá no había llegado a Madrid, no tenía lentes de pasta y la imbécil de la enfermera me quería quitar los de contacto (por seguridad de no sé qué protocolo de mierda…) y pretendía dejarme ahí con contracciones, sola y ciega.
Para el que no me conozca mucho, yo sin lentes no veo, ni oigo y no sé ni como me llamo.
Con mi novedoso mantra en la mano pensé: ¿puedo hacer algo para no quedarme sin ver en esta circunstancia?
Me fui a los gritos con la enfermera con una violencia latina desmesurada - NOOOOO me quitas un carajo! mija, Me vas a tener que sacar los ojos para que te deje quitarme los lentes de contacto! Me dejas mi vaina, oíste?... Y cuando llegue mi marido con los lentes de pasta, entonces me los quito y me los quito YO, ¿entendiste?... Que no paro ciega porque tu protocolo de seguridad diga nada! ¿Copiado, listilla… ? Tienes 15 años y me vas a venir a dar clases de protocolos! Vete por donde entraste!
Puso cara de llanto, pero se fue y yo seguía viendo, bastante serena ahora después de descargar mi furia. Entre contracciones y espeluznantes "tactos", Pude buscarle pasaje a mi mamá por el teléfono, darle indicaciones a Ricardo de que cosas meter en la maleta, y por supuesto avisar a mi socia que ahí quedaba la cafatería!.
Sin aviso (como todo en mi vida en ese momento) volvió el caos, me llevaron corriendo al quirófano para una cesárea de urgencia, corredera, para allá, corredera para acá, - Señora, cuente hasta 3… Pum! me quede frita al instante, nada de parto, nada de participación, ni respiraciones, ni concentración. Frita! Como una roca! Se puede decir que no asistí al nacimiento de mi bebé.
Pero la verdad es que uno no hace tanta falta, ahí todos sabían qué hacer, los médicos, las enfermeras y hasta la cagona de los lentes que seguía por ahí, calladita en la retaguardia.
Me despertaron todos contentos para que viera al bebé… pero como no tenía lentes… la pendeja aquella seguro que se regocijó y todo. Menos mal que ella formaba parte de la nube borrosa que veía frente a mí, porque si la diviso con sonrisita, me levanto con puntos y todo y me le voy encima.
Me tocó confiar en aquella gente y volví a caer como una piedra. De lejos escuché, …-A la sala de recuperaciooonnnnn... Tres horas más para una siestita reponedora.
En medio de aquel findemundo confuso y complicado nació ese mini bebé de menos de dos kilos que le dio sentido a todo y que decretó un reordenamiento de las prioridades, de lo importante y de todo lo demás.
Sé que suena cursi y que yo milito contra el exceso de cursilería, pero la llegada de Pablo le pasó la página a todo.
Los problemas no se arreglaron, lejos de eso siguieron su curso, pero yo adquirí otra manera de enfrentarme a ellos.
Todo cambió alrededor de mi, salvo el Ávila que sigue allí, inamovible! Afortunadamente.