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No hay nada como el amor adolescente

Dicen que no hay nada como el amor adolescente, y es verdad. No hay nada mejor para perder la dignidad.

Si es un amor recíproco entonces tienes maripositas en el estómago, la risa floja, el despiste generalizado, hiperventilación cuando él se te acerca, etc. Si por el contrario, estas sola en la empresa del amor entonces es más bien dolor de garganta de los de ganas de llorar, presión aguda en el pecho, revolución en la barriga, merma o ganancia de peso (siempre ganancia en mi caso) y sobretodo, pérdida absoluta del sentido del ridículo.

La sensación física pasa tarde o temprano, queda el recuerdo y poco más. Lo único que se atornilla en tu memoria y en la del resto de la humanidad es el ridículo que puedes llegar a hacer. Eso es algo en lo que yo, todo hay que decirlo, me llevo la palma.

Me he enamorado infinidad de veces, soy de enamorarme locamente y perder “los papeles” sin mucho tránsito.

Si ya eres mayorcita y te pasa, igual te dan los síntomas malditos pero tienes un Pepe Grillo por ahí que te avisa: Eh! no mandes ese mensaje... A veces le haces caso, a veces no.

Cuando eres adolescente no hay ni una advertencia, ni una voz interior y tus amigos, que son igual de desquiciados que tú, te aplauden todas las imbecilidades que haces! Si, entre los adultos siempre alguno te avisa que la estás cagando, no es que les hagas caso pero advertido estás. Es diferente.

Como me enamoraba mucho y muy profundo, la cagué infinidad de veces por decirlo así, podría abrir un blog aparte para contar historias relativas a los episodios que monté. Si hubiera existido Instagram, Facebook o Whatsapp cuando tenía quince años, me habría tenido que ir del país a los dieciséis. Fui siempre así, enamoradiza partidaria de caer en la ignominia extrema sin resultado alguno.

Además, en la adolescencia nunca es buen momento para enamorarse, ¿se han fijado? Conoces a tu príncipe azul justo el año que te gradúas de bachiller y a final de año a lo mejor tienes novio, pero en el ínterin te has dejado seis materias de arrastre para septiembre y asistes a un Acto Solemne para mirar a tus amigos graduarse sin ti.

Yo sé que no fui la única en sufrir los embates del amor temprano. Mi ex novio, que es un tipo súper seguro de sí mismo, se mantenía firme cuando me decía: "No te voy a llamar", yo le admiraba y lo quería más por su fuerza de voluntad, sin embargo cuando terminamos perdió el semestre de la universidad. Yo no es que fuera la gran novia ni mucho menos, pero a él le pegó el sentimentalismo y dejó el semestre o lo retiró, no me acuerdo.

Después de eso los papás me querían colgar de un árbol y yo creía que era porque le hice daño a su retoño, pero ahora pensando en frío, yo les debo un semestre de la universidad a esa buena gente, que no es poco.  Y el disgusto, claro.  No puedo pagarles pero a lo mejor leen esto y me perdonan al darse cuenta que yo también perdí materias y más que eso, perdí prestancia.

Entre las historias más penosas esta una de cuando tenía como catorce y me enamoré de un tercio en el colegio un par de años mayor que yo. Talentoso, simpático y al menos en aquella época, no muy agraciado pero el amor tiene entre otras características la ceguera súbita. Yo lo veía como un príncipe.

Esa ceguera no se aplica a todo el mundo, porque mientras yo soñaba despierta con que él me mirara, él miraba a una pelirroja que, a decir verdad, era y es hoy en día todavía, una ensoñación. Ella ni lo veía a él y él ni me veía a mí. Un círculo vicioso-amoroso clásico.

No sé si a él le costó algo su sentimentalismo pero a mí me costó un trimestre de Educación Artística. Y esa era la materia que me subía el promedio, porque lo que era en Matemáticas, Química o Física no daba pie con bola, enamorada o no.

Yo en Artística me lucía siempre hasta que nos mandaron a hacer un "Hilorama" que es una madera con clavos en la que vas enredando hilos para crear algo bonito. Pues yo, que no estaba para manualidades porque todo el intelecto se me iba en pensar como tropezarme con aquel elemento, decidí que en lugar de hacer figuras circulares como mandalas, que era lo que estaba previsto, iba a hacer una gran "G" y una gran "V" entrelazadas, o sea, él y yo forever. No puse el corazón y la flecha porque no me daba el hilo.

Podrías pensar que nadie tenía porqué descubrirme, pero es que a mí el atontamiento ya se me veía desde hacía tiempo, no intentaba disimular porque estaba segura que él no se daba cuenta, otra idiotez mía. Hoy entiendo que si se daba pero como era un caballero  se hacia el tonto en lugar de gritarme que lo dejara en paz.

Me paseaba por el colegio, incluyendo por las canchas donde se debatían todos los temas de actualidad, cargando mi gran madera con el fulano hilorama. Seguro fui víctima de burlas inclementes y sobretodo de rechazo, porque "G" no me hizo caso nunca.

Tampoco a la profesora le pareció gracioso y me puso un 0 sin contemplaciones. Pero no se crean que me rendí después de ese fracaso. Para nada.

Resulta que "G", que después de mi manifestación artística seguro que querría cambiarse el nombre a Manuel o José, era músico, y por lo tanto yo me metí en la organización del Festival de Canto del colegio, método infalible para estar más cerca de él.

Aquello era una trabajadera intensa pero yo estaba dispuesta a todo, me impulsaba una fuerza de voluntad indetenible y al mismo tiempo iba a estar siempre bella y sonriente por si entre canción y canción daba la casualidad de que el tercio se fijaba en mí.

Cuando el festival de canto terminó, recé, recé, cruce los dedos y finalmente alguien dijo: -Y qué, nos vamos a celebrar? -YEEES! Yo dije que sí la primera! En realidad todos habíamos trabajado juntos pero nadie era amigo mío, el más cercano era el susodicho y ya ves tú...

Me invitó a irme es su carro y yo sencillamente no lo podía creer, alucinaba. Lo recuerdo casi como una invitación formal a ser su copiloto. Mis glóbulos rojos corrían a toda máquina por mi cuerpo y podría jurar que no eran circulares si no en forma de corazoncitos. 

Visto con el tiempo, creo que lo hizo porque en realidad nadie me conocía y yo tenía pinta de que me quedaba en tierra con todo mi entusiasmo encima. Igual no renunciaré jamás a mi recuerdo maravilloso de aquel viaje sideral en su nave.

Había llevado -just in case- tres pintas extras de ropa, todas robadas a mi tía que estaba más a la moda que yo. Él quería cambiarse y fuimos a su casa, yo entré como quien va al altar. Me dejó en el baño de visitas a un metro de la puerta de entrada, pero ya yo me sentía parte de su familia. Él se fue a poner otra camisa negra de Metallica, Iron Maiden o similar... no sé cuántas podía tener, sólo usaba eso... espero que hoy en día haya variado el outfit, porque ya no tendrá una adolescente enamorada y ciega detrás! En mi bañito me encasqueté mi body marinero, mi blue-jean baggui, maquillaje cuidadoso y salí. Decidí dejar el bolso, que era abultadísimo, en su casa. Como vivía cerca de mí me dijo que al regreso lo buscábamos… -más tiempo con él, mejor imposible!!! Todo marchaba.


Cuando llegamos al lugar que habíamos quedado descubrí que mi embelesamiento era tal que había dejado la cartera con mi dinero en el bolso, en casa del hombre!!! Me quería morir! No era ni remotamente capaz de confesarlo, ya me sentía bastante fuera de lugar puesto que parecía recién bañada frente al resto que venía de trabajar en el festival, ajados, sucios, como debe ser...

Nos sentamos y después de estar desde las siete de la mañana dando carreras, con un café con leche en la barriga, me planté allí frente a quince personas y le dije al mesonero: -Yo no quiero nada, gracias…-

Generé entre los comensales un silencio importante. Hubo miradas de sorpresa, todos me cayeron encima con lógicas interrogantes a las que solté lo único que se me ocurrió bajo presión: -Es que yo no como pasta, pero estoy bien, de verdad…- ¡¡¡Falso, falso!!! ¡Muy falso!

Primero que claro que como pasta! ¿Quién no come pasta? puedes preferir un tipo de pasta... pero la afirmación "No como pasta" no existe! En esa época no existían los celíacos, al menos no se sabía de ellos, habría encajado bien, pero yo la verdad es que me tiro de cabeza por unos macarrones y segundo, cómo voy a estar bien si todos han estado conmigo y nadie ha comido nada desde hace por lo menos seis horas?

Nadie entendió mucho y menos después que aquel amor de mi vida soltó sin ninguna piedad conmigo: -¿Y por qué no dijiste nada cuando dijimos que veníamos al “Real PAST”?, así con saña subrayando “Past” en su entonación como para castigarme por subnormal.

Pasé mi mal rato, guapa pero famélica. Pedí un jugo por insistencia de todos y recé porque no se hicieran comentarios sobre el pago del mismo, cosa que sí pasó y yo disimulé buscando dinero en unos bolsillos vacíos hasta que un bendito dijo:  -Ella que no pague…-  (de ese me he debido enamorar y no del otro).

Salí de aquel infierno de almuerzo donde veía como todos comían deliciosos platos de pasta con borbotones de queso que se derretía mientras yo salivaba y me crujían las tripas, con la alegría del tísico de haber pasado ese rato extra-escolar al lado del hombre de mi vida. Por cierto, se sentó al otro extremo de la mesa cosa que para mí fue una casualidad y no una huida abierta de su parte (sigo guardando los recuerdos que me apetecen)

Seguí detrás de aquel pobre no sé cuánto tiempo, con tretas baratas como las contadas y con otras más sofisticadas como averiguar dónde iba a estar y caer de casualidad, hacerme amiga de sus amigos y hasta de la pelirroja de mierda, que encima de bella era simpática la jodía.

Terminé acorralándolo contra una esquina y confesándole mi amor eterno a lo que él fingió sorpresa y me dijo que él me quería como una amiga. Pasé por alto la falta de originalidad y no me desanimé, estaba tan obsesionada que me parecía hasta enternecedor que me viera como amiga. Imagínate qué nivel de pérdida de sentido de la realidad el que yo arrastraba aquellos días.

El tiempo fue diluyendo los sentimientos (amén) Fui capaz de recuperar las materias y algo de mi dignidad, no toda. Nunca me hizo caso, espero que la pelirroja a él tampoco.

Yo crecí, no maduré y salté de ese amor a otro sustituyendo los hiloramas por grafittis, después por  mensajes de texto y por cartas de amor con poemas de Benedetti (esto último, bien mayorcita ya, por cierto).

Hoy en día cuento con la voz interior que me dice “No lo hagas”, pero pocas veces le hago caso.

Fee de Limpieza Suicida

Mi autoestima se vio en alza hace unos días y fue maravilloso, después la báscula me la tiró al subsuelo -as usual- con todas sus consecuencias. Eso es lo único que baja en la báscula de mi casa, mi autoestima.


En mi reiterado análisis de si soy normal o no y el alcance de la auto estima en caída libre, encontré muchas cosas en qué pensar.


Leí por ejemplo que en Japón se mata tanta gente en las vías del tren subterráneo, medio de transporte exageradamente usado en ese país, que la empresa del Metro (Japan Rail?) decidió cobrarle los gastos de la limpieza del área a la familia del suicida después del trágico evento.


Lo primero que debo decir es que yo jamás me mataría (dejo esto aquí reflejado por si hiciera falta para alguna investigación criminal). Mi vida no tiene nada de particular pero eso no significa que a mí no me guste, me encanta como es. De todas formas, un suponer, si me suicidara -que repito, jamás haría, si me morí, que investiguen- no lo haría en el metro!


El metro ya no es como antes que si te lanzabas estabas electrocutado y chao pescado. Eso lo quitaron hace rato porque incluso pasó que alguno que no pretendía acabar con su vida y lo que andaba era despistado, quedo achicharrado sin remedio.


Cuando las cosas eran así, el tema se resolvía de forma simple. Las luces titilaban un poco, sacabas al tercio en un dos por tres, pasaba el tren como si nada y todos contentos.


Se ve que ante lo sencillo del proceso, la población suicida determinó tácitamente la efectividad de tirarse sólo dos segundos antes de que pase el vagón que viene a velocidad de vértigo.

Como ese efectivo método se convertía en una cochinada considerable que trascendía el drama mismo, los trabajadores del Metro manifestaban una gran incomodidad, entonces pusieron esta norma tan novedosa de cobrarles a las familias del protagonista esta especie de fee de cochinada suicida.


Evidentemente a nadie le gusta hablar de eso, pero un cristiano que se lanza contra un tren en marcha explota literalmente y por dentro, se sabe, todos tenemos unas asquerosidades que manchan cantidad.


El tema es que después de un acontecimiento de estos todo queda pringado. Es una puercada de límites insospechados y para que el metro siga funcionando rápido, en Japón todo marcha así, tiene que salir de emergencia una cuadrilla de limpieza de veintitantos, armados hasta los dientes con cepillos, detergentes desinfectantes y cuanto implemento de limpieza radical hay.


En fin que yo, que no resalto por tendencias particulares ni sospechosas, quiero acotar que aunque jamás me suicidaría, si lo hiciera creo que es desconsiderado de mi parte dejarle a la familia la deuda de adecentar el sitio!