Era diciembre del 2010 en el momento que recibí una circular del colegio de Pablo, de esas de ocho párrafos densos, sin puntos ni comas, supe que tendría que sacar las tijeras, las pinturas y ponerme en modo manualista.
Esta vez atacaría de inmediato, no estaba dispuesta a que me dijeran un: “esto es para hacerlo con tiempo” o “es para la próxima semana” o acabar en una frutería con un niño pintado de verde a las 9 de la noche.
La ventaja es que la Navidad no es un invento como la Fiesta de la Hoja, si no que todos tenemos el asunto más o menos claro. Pablo se hace un lío entre Santa Claus, los Reyes Magos y el niño Jesús, pero se lo iremos solventando de a poco, digo yo. Si es inteligente no preguntará mucho y se limitará a pedirle un regalo a cada uno.
Bueno, como era de esperarse, para la Navidad los niños debían ir disfrazados. Después del éxito arrollador con el disfraz de lluvia, había dejado el listón alto y ya no podía mandar al niño con unos cachos de reno, hechos con papel de aluminio y pegados a un cintillo viejo.
Me pasé una semana entera pensando de qué disfrazarlo y cómo hacerlo, ya tenía la experiencia anterior y sabía que no debía resolverlo a último minuto. Así que compré el fieltro y me fajé a hacer un disfraz de Árbol de Navidad
Me llevó un par de días, estuve cosiendo como los ratones del la Cenicienta, le hice hasta mangas! (una más larga que otra, claro). Un trabajo laborioso de esos que la mamá del castor y yo entendemos. El disfraz quedó…como dijéramos… de lujo!
El día D amaneció nublado y lloviendo, un poco tristón, así que le imprimí un poco de alegría navideña a la mañana. Pensé en irnos caminando al cole con el disfraz puesto, pero si normalmente tardamos unos 20 minutos, tardaríamos unos cuarenta y no era plan, así que decidí vestirlo, tomarle unas foticos en casa y luego llevar el trajecito en una bolsa y que se lo pongan allí.
Lo vestí frente al espejo para que le fuera dando ilusión, y aunque no le dio demasiada se dejó. Intenté ponerle el gorro (la punta del pino) y me dijo: - Noooo, mamá…– un poco con carita de -No te pases…- y la verdad es que ya le había encasquetado el traje, con lo que ponerle el gorro con una estrella más grande que él, era pasarse un poco. Esta vez el niño tenía razón.
Decidí ponérmelo yo y nos hacíamos la foto. Ahí la cosa cambió, después que me vio con mi gran estrella en la cabeza, recordó que el prota era él y me pidió que le pusiera el gorro.
Le dije que le iba a tomar una foto para la abuela Pili. Ese plan de las fotos sí que le gusta! Lo primero es que supone que las fotos llevan sonido, (es un niño del futuro) porque no para de repetir el nombre de la persona a la que va dirigida la foto. Mientras posaba repetía: pile, pile, pile…!.
Lo mejor es que tanto le gustó el plan que me dijo clarito: (clarito para mí, que le entiendo sus garabatos): -Toto Mane- o sea “Una foto para la tía Mari”, y se cambió de sitio, cambió la locación porque se siente un profesional.
Después se animó y ya siguió: -Toto Lale– para mi abuela, -Toto Tete- para mi suegra y hasta –Toto Pashubián– que son unos amigos queridos, Pachú y Fabián, que Pablo se sabe sus nombres (aunque los asuma como un único ente) y son parte de la familia.
Tras la sesión fotográfica nos fuimos caminando al colegio despacito, todo lo que sus piernas de 25 centímetros nos permiten. Pablo estaba muy entusiasmado con su traje de Árbol, lo llevó él por todo el camino en su bolsita y, seriamente comprometido con el tema, no la soltó y aunque arrastraba y llegó prácticamente desecha (porque era de papel y el suelo estaba mojado), él la llevó bajo su entera responsabilidad.
En el cole la cosa cambió.
Apenas llegamos, las maestras que son muy escandalosas de naturaleza, como con alegría permanente incluso a esa hora de la mañana, nada más vernos sacaron el disfraz y empezaron a decir (en chillido alegre ese que tienen) que era muy chulo, monísimo, qué rico y cuanto sinónimo de bonito existe dentro de las fronteras de España.
Ahí fue que, me parece a mí, Pablo se cagó con el alboroto y contrario a lo que hace siempre, se dio media vuelta y vino hacia mí corriendo, con cara de susto, a agarrarse con fuerza de mi pierna, con mirada de clara súplica: -No me dejes aquí!
Imagínate que eres él, entras a tu clase y lo primero que tienes servido es que tu maestra verdadera está de vacaciones y hay otra a la que conoces un poco, de pasada, pero que tiene la firme pretensión, a punta de abrazos y apretujones, que la quieras mucho, tanto como quieres a la maestra original. Nada más entrar ya le dice: -Pablooo!!! a ver, un beso, un abrazo..., - ahí aparece la primera carita del niño, como diciendo: -A ti?- Después ve a sus amigos de todos los días y todos llevan o bien motas de algodón por todo el cuerpo, (alguno que no lleva ni motas, si no directamente discos desmaquillantes…) o bien cachos y narices rojas…
Estoy segura que si Pablo hablara, habría quedado mutis igual porque su cara lo decía todo. En estas condiciones, es normal que el niño se plantee la posibilidad de volverse a casa con su mamá, su bolsita y hasta el gorro si es necesario, pero no quedarse en ese manicomio.
El contraste entre ambiente festivo-incomprensible del cole con el ratico gris y tranquilo de nuestra mañana, fue demasiado. Para él y para mí.
Ahí tuve que dejar a mi arbolito lloroso… no creo que el disfraz sobreviva a los renos ni a las ovejas, porque estoy segura que estos niños ven los disfraces como una cosa de las de destruir. Pero le tomé las respectivas fotos para que quede el recuerdo de la ocasión.
El día siguió gris y mi corazón encogido. Pablo nunca ha llorado por quedarse en la guardería, y aunque conozco la teoría esa que dice que al darte la vuelta ellos se transforman en los niños mas felices del mundo, me quede todo el día deseando que el día pasara rápido para ir a rescatar a mi Arbolito de Navidad…
Qué bonito relato Virginia.
ResponderEliminarUna auténtica experiencia lo de los disfraces y las manualidades que hay que hacer...
Y sí, eso de ver llorar a tu peque al dejarlo en la guarde no se lo recomiendo a nadie. Lo sé por experiencia, y muy reciente.
Sigue así! Un beso
CMG
Gracias carlos! la verdad es que todas estas experiencias son más populares de lo que uno se cree! fuerza tu con eso del llanto que se pasa fatal! un Beso! gracias por leer.
EliminarAmiga too much ese arbolito de navidad lloron... ya los quiero conocer
ResponderEliminarCuñi... debo admitir que escribo esto "jipeando". Antes pensaba que se me arrugaba el corazón y me ponía a llorar a la par de Pablo cuando era person-to-person... pero ahora sólo con imaginarmelo estoy pasando pena en mi trabajo jajajajaja. Besos
ResponderEliminarQué buen cuento Vi!!!
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