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Pa’lante o pa’tras

Ya una vez conté que soy muy de lanzarme sobre la misma piedra cuando me halagan, y allá voy otra vez.


Hace mucho tiempo que tengo este blog y ya es hora de moverse. Es posible que pierdas lectores o que gane, no lo sé pero me muevo.

Siempre escucho el tema de la “zona de confort” y desde luego yo estoy clavada en la mía. La casa, el trabajo, la familia… todo en su sitio. No me gusta moverme, no me gusta que me muevan y desde luego no me gustan los cambios que no controlo. cobarde, si… puedes llamarme así, no me ofende, sé perfectamente que yo en el siglo 13 no habría sido William Wallace.

Yo vivo en una apartamento de alquiler hace 10 años, la dueña quiere que me vaya y no porque sea mala inquilina, es simplemente porque ya es demasiado. Lo curioso es que no es ella sola, mis hijos siempre me preguntan que por qué no nos mudamos como todo el mundo, cuando les digo que como quién me cantan una lista de gente y me doy cuenta que en efecto, soy inamovible.

Ni que decir del trabajo, me he movido sí, pero cada vez ha sido porque le he dicho a Ricardo: -dime exactamente qué hacer, decide y dime como procedo. Punto-  él intenta que no, intenta forzarme a tomar mis propias decisiones, pero tarde o temprano suelta su humilde opinión y yo voy y ejecuto sin más.

Desde que me fui del país la comunicación ha encontrado diversos caminos. Empecé por escribir mails que eran laaargos y descriptivos, casi se podían encuadernar.  Se los mandaba a mi mamá a mi tía Mary y a mis hermanas, ellas me respondían pero jamás esas novelas que yo enviaba, normal por otro lado, sino sí que publicamos el libro.

Ellas empezaron a compartir esos mail con amigos y así empezó lo que llaman “hacerse bola”.

De los mail al blog, no recuerdo bien como empezó ni porqué me metí en esta aventura, seguro que Ricardo me dijo: -dale- y yo ejecuté.

No me ha ido mal, no me puedo quejar. Hay gente que se lo toma enserio y se preocupa, otra que se ríe sin más y otra que cree que estoy hablando de ellos.

El caso es que llegó la hora, las opciones eran: o cerrarlo o moverme hacia adelante. Como yo suelo ser muy drástica para estas cosas, me muevo hacia adelante con todo cambiado. Mi nuevo Blog se llama “Dime tú que no” y te invito a que como te inscribiste en este (porque te está llegando este exclusivísimo post de inscritos) te inscribas en el siguiente, y me sigas por Facebook, Instagram y twitter.  O también te puedes hacer el loco y pasar de todo, porque la verdad es que no me voy a enterar!
 
Pero gracias por seguirme hasta hoy!

Vivi, ex escribir y contar, recién Dime tú que no





Bipareja, Bireja, Cuatripeja



 
El otro día estuve en el desfile del Orgullo Gay y confieso que estoy encantada con que todo el mundo defienda su condición. No la sexual, que es asunto de cada quien, sino la de vida. Lejos con los sabihondos que pregonan que “normal” es papá-mamá-niñitos. Yo soy muy entusiasta de los modernismos, me encanta decirle a mis hijos que hay familias de dos papás, de dos mamás, de uno solo y de todo tipo. Todo esto aunque justo la mía es papá-mamá-niñitos. Por ahora, como dijo el Comandante.

Hace poco entendí esa frase que hemos oído hasta el cansancio: -yo no era gay pero entonces me enamoré y resultó que esa persona era de mí mismo sexo...- No es un asunto fácil, porque nunca se sabe que viene primero si el huevo o la gallina, si ves a alguien antes de enamorarte o te enamoras casi antes de verlo, tú me dirás… Yo lo viví así: hace poco me enamoré de una pareja. No de uno de ellos si no de los dos, y además no busco un trío, en este enamoramiento incluyo a mi pareja mía de mí. Ahora estoy pensando formar una cuatripeja.

Todo empezó el verano pasado. Teníamos quince días de vacaciones y no habíamos previsto, como otros años, alquilar un sitio para irnos con los niños. Esta vez cambiamos el plan e hicimos una cosa internacionalmente vendida como el no-va-más vacacional: fuimos a un hotel todo incluido. Este cuento lo dejo para otro post porque lo aborrecí con toda las fuerzas de mi corazón y me apetece poner ese modelo a caldo en otro momento.

Una vez superada esa semana infernal de tomar Margaritas con paragüitas que no sabían a nada, aún nos sobraba una semana, íbamos a regresar a Madrid sin más y entonces unos amigos nos invitaron a su casa en las afueras de Barcelona. Caerle a alguien en la casa donde vive cada día, cargando dos niños, es un tema que me da repelús por lo que no estaba nada animada con el plan.

Además a los amigos en cuestión no los conocemos de “toda la vida”, son heredados y relativamente recientes; por más que sea, uno no tiene con ellos el necesario background de borracheras universitarias/colegiales que parece que lo justifican todo incluyendo joderles unas vacaciones.

El caso es que como odié tanto el plan todo incluido, la posibilidad de ir a la playa y comer bajo mis reglas me pareció glorioso y me convencí de aterrizar donde estos panas con la prole. Aquí fue donde mi concepto de familia cambió. A partir de ese viaje, no se me quita de la cabeza una pregunta: ¿estaremos haciendo bien criando dos niños sólo con papá y mamá?

Ya me había pasado, y lo refleje aquí también, (La convivencia viene sin garantia) que entro con mucha desconfianza a una situación de convivencia, no sé por qué, en general tengo buenas experiencias pero yo soy muy devota de Murphy y siempre presiento que va a ser una cagada, y encima no lo voy a poder contar en el blog para no empeorar las cosas.

No sé cómo se sentían ellos, pero yo no dejaba de darle vueltas a todo lo que podía salir mal, que vergüenza cuando Pablo, que tiene problemas de puntería en el váter, deje todo perdido, y si Andrés se hace pis en la cama qué hago? Llevo plástico? Tendrán ellos? Debo que levantarme pronto para hacer desayuno pero, y si les molesta que les revuelva la cocina? Tomarán café? A lo mejor tengo que comprar una cafetera, esto ya me ha pasado, de llegar y -no nooo... nosotros somos más de té. Mierda, cómo se puede no tomar café!

Dada nuestra condición de emigrantes, las visitas constantes en nuestra casa hacen que Ricardo y yo tengamos un amplio recopilatorio de “Do’s & Dont’s” en materia convivencia. Así pues, llegamos con esta actitud de inquilinos perfectos, directos a hacernos con el baño de visitas aunque quedara en el garaje.

No estoy segura del momento exacto en que me di cuenta, pero te puedo decir que al segundo día de convivencia me sinceré y declaré con firmeza: Me casaría con ustedes dos!

Podría ser perfectamente la esposa de él, de ella y del mío. Podría ser la mamá de sus niños y de los míos al mismo tiempo. Nos echamos unas risas con mi comentario pero no hubo ni un murmullo negativo por respuesta y aquel descubrimiento no hizo más que ratificarse con los días.

Desde muy pronto se vio que la convivencia y el cuidado de los niños no iban a ser un problema. Los niños separan mucho porque cuando un papá está haciendo algo el otro papá está cuidando a los niños, cada uno por un lado. Con esta fórmula tan novedosa había dos papás haciendo una cosa a cuatro manos y otros dos mirando a los niños mientras conversaban, o aún mejor, compartiendo silencios! No me lo podía creer.

La crianza de los niños agría amistades desde el principio de los tiempos, y como  descubrí en este viaje, también une. Yo encontré un papá y una mamá a los que les dejaría a mis hijos con los ojos cerrados, y esto que digo no son dos conchas de ajo.

Cuantas veces has dejado de ver amigos porque el modo de criar a sus hijos nada tiene que ver con el tuyo? Cuando eso pasa algo se fractura y con sutileza, cada uno agarra pa´su lado. Pasa muchísimo!!! Es un horror. Eran amiguísimos, tuvieron hijos y crack!   No tuvo arreglo. Que ellos son demasiado estrictos y tú al revés, que sólo le dan comida Bio y tú comprándole panchitos en el chino, que si duermen la siesta y los tuyos haciendo escándalo. ¿A ver como arreglas eso? Sales una vez al año a cenar con ellos, niños en casa con niñera y chim-púm.

Desde mi reflexión todos nos empezamos a dar cuenta que si consigues una pareja así es ganancia pura, cuatro padres sacando adelante cuatros niños es mil veces más productivo que la fórmula acostumbrada. Logramos una simbiosis en la convivencia que francamente creo que es un hito en la historia de la humanidad, además dimos con la clave de la crianza infantil que es donde está el truco, porque para todo lo demás ya se va adaptando uno.

Ni somos parecidos, ni nos dedicamos a las mismas cosas, ni hemos crecido en hogares similares, nada de eso, pero somos unos papás en sintonía y entonces, todo lo demás queda en segundo plano.

Claro que convivir una semana no es vivir una vida, pero dime tú qué buen inicio!

Con casi todas las parejas de amigos que tenemos hay distintas composiciones: yo soy amiga de ella y mi marido de su marido; los dos somos más amigos de él, porque ella casi no habla la pobre; o bueno, él es simpático pero equis, mejor ella que da mucho juego y claro, hay unas que perfecto los dos, pero ellos en su casa, nosotros en la nuestra y Dios en la de todos.

Aquí no pasaba eso, el intercambio era permanente y funcionaba con todas las combinaciones. Ella y yo, mi marido y ella, su marido y yo, los maridos juntos, mi marido y yo!. Había para todos los gustos.

Un día me molesté con Ricardo, no me acuerdo por qué. Debo decir que usualmente yo voy con el modelo de loca rencorosa y los disgustos me duran infinito y Ricardo es del tipo que no se da cuenta y si se da, le importa un carajo o cuando menos, se hace el tonto. Esto a lo que lleva es que cuando hay pleito, este se extiende en el tiempo y el espacio hasta que se diluye, casi por goteo, en la convivencia. Aburridísimo, Yes I know... Qué pasaba aquí? que una vez peleados, enseguida continuamos en cotidiana conversación cada uno con otro parejo, con quien no habíamos tenido ni un sí ni un no, bla bla bla… hablando paja y a los diez minutos estábamos los cuatro en animada charla, muertos de risa! Dime que no es perfecto.

Ya me había pasado antes de descubrir en esta fórmula convivencial, que cuando discuto con Ricardo me gustaría que alguien opinara, aunque no me convenga, pero una discusión 50/50 es una guerra perdida seguro! Dígame cuando se arma un: Tú dijiste que yo había dicho… Dios! Porqué nadie más escuchó!!!

Durante la semana hubo tantos episodios similares que me preguntaba constantemente ¿seguro que las familias tienen que ser papá-mamá-niñitos?

Debo agregar que entre mis numerosos defectos está el que no me gustan los niños -los míos sí- pero en serio, y lamento soltar esto de un tirón porque suena mal, a mí no me gustan los niños de nadie, ni buenos ni malos ni rubios ni chinos, nada. Soy capaz de lanzarles extensiones de cariño a los críos cuyos padres quiero y de hecho es lo que hago pero así, suelto, no me gusta ninguno. Claro que no puedo dejar que ese Herodes que llevo dentro me domine y hago un buen esfuerzo para que esto no solamente no se note sino que además le echo un carro de fuerza de voluntad y procuro querer a unos cuantos como misión de vida.

Sabiendo este lamentable detalle de mi personalidad, para que yo diga que podría ser la mamá de este par, imagínate tú como marchaban las cosas! Encima tienen una niña, género que cada vez me resulta más una especie desconocida.

En realidad no sé si lograré formar la cuatripeja. Cómo explicárselo a la familia, y ni idea de cómo hacer en la Nochebuena. Supongo que doble-suegro también es un tema a tomar en cuenta, a los cuñados habría que verlos con lupa, solo yo aporto cuatro. En fin, habría que normar el tema,  pero  aun así lo veo viable.

Tanto me ha impactado el asunto que en estas vacaciones repito plan. Ellos nos vuelven a invitar y nosotros volvemos a ir. Si cuando regrese sigo pensando igual, voy a empezar a tomarme en serio lo de salir de la fórmula papá-mamá-niñitos y armar mi carroza para el desfile del Orgullo.

El show de la Single Mom

Siguiendo el hilo del tema de los divorcios, que francamente da mucho de sí, sigo soltando mis reflexiones según se me van ocurriendo.

Como siempre, antes de empezar con mis disquisiciones, tengo que decir que no, que yo no quiero que nadie haga nada, que crea que yo pretendo algo, que voy sembrando matrices de opinión por la vida. De veras que no. Esto sólo va de habladera de paja y de escribir en mi blog que me entretiene mucho. Punto. Sin más análisis. 

Aunque esto lo digo mucho, nuevamente lo señalo porque en cada post me cargo un amigo, conocido y/o familiar.

Cuando pienso en el divorcio, me hace gracia la idea. Es algo parecido a cuando tienes conciencia que no debes comprar Nutella, porque aunque te propongas con firmeza no hacerlo, vas y te la comes a cucharadas de una sentada. Sabes que no, que no la debes comprar, pero te tienta, te pica el ojo.

Eso me pasa a mi con el divorcio. Veo a mi amigas divorciadas y me pica el ojo.

Yo me hice novia de mi marido muy jovencita y estaba convencida que eso no era un buen plan. Cuando cumplimos tres años saliendo y yo apenas tenía veintiuno, decía: - Tenemos que terminar porque somos muy jóvenes para esta relación tan seria!-  Pero claro, ese concepto no vale por sí solo. Si me gusta y estoy feliz, tengo que terminar porque es “lo mejor”? No me jodas.

Ahora me pasa igual pero al revés. Me debería divorciar, tener novios varios, rumbear fines de semana alternos, criar a mis hijos sin ponerme de acuerdo con nadie.

Sinceramente me da un escozor de envidia cuando veo amigas separadas que se tiran su par de fines de semana al mes sin niños y viviendo de singles. Después las escuchas el lunes en el trabajo contando como salieron  de rumba hasta que amaneció, y eso no es nada, en la mañana del domingo les dio mediodía durmiendo!

Empiezas a planteártelo en términos concretos.  Hum, tomando en cuenta esos detalles, no tendría su gracia separarse?

Además si estuviera divorciada iría al gimnasio y me pondría fitness, usaría mini falda, saldría hoy con fulano, mañana con mengano, le escribiría por Facebook al un tercio que tenía visto en el colegio y por whatsapp bla bla bla con otro, sexy pictures, etc. 

Saldría con todos, con todos los que tienes la certeza meridiana que una vez que estés soltera, van a desaparecer súbitamente.

Cuando esa presunta felicidad de la soltería me ronda, enseguida caigo en cuenta de lo que es mi vida y deduzco que a mi no me compensa.

Yo creo que el marido es muy necesario, puedes escoger no tenerlo y eso tiene múltiples ventajas. No hay que discutir ni explicar ni nada.

Cuando eres tú sola, con más o menos esfuerzo puedes remediarte. Además siempre hay algún tío, todero o personaje de turno que puede echarte una mano para montar la estantería ObYsüm con 72 piezas, 3 tornillos y una llave allen de 0.028 pulgadas.  Pero, cuando tienes niños?   Ahh…  eso es otra cosa mariposa.

Las mujeres frecuentemente nos quejamos de que  hay tareas que nos vienen pre-asignadas como cocinar o lavar la ropa. Algunas conseguimos endosarles estas labores a los hombres, pero siempre manteniendo -muy importante- la coordinación hogareña.

Sin embargo habría que pensar en una lista de cosas que no estamos dispuestas a que nos encarguen siendo las mamás, como por ejemplo: bañarse en el mar cuando está frío.  Lo traigo a cuento porque mis hijos no trajeron termostato, ni bueno ni malo, sencillamente no tienen. Si hay playa hay que meterse, les da igual que sea en Santander o en Margarita. Llegamos a la playa, se quitan la camisa y al agua directo. Tú deber, tu labor sublime de madre atenta, es atajarlos rauda para ponerles protector solar. Su deber, de padre responsable y vigilante, meterse con ellos para que no se los lleve la corriente. ¿Se lo cambias? No way! Y yo menos que mi termostato está intacto y sigue con clima tropical a pesar de llevar años viviendo aquí. 

Cuando ya hiciste tu labor del día y los niños están protegidos del sol por una capa pastosa factor de protección +100,  gorro de visera y franela de manga larga, te puedes tumbar a tomar sol que ahora a papá le queda bañarse hasta que los labios se les pongan morados y después...  A hacer castillos! Que ilusión! Tú sabes lo que es empanarse de arena como un calamar a la andaluza,  estar de rodillas haciendo: -un hueco que llegue hasta China, papá- y ofreciendo el cogote en sacrificio al Dios Sol!

No sé qué piensan los papás, pero seguro echan de menos aquellos viajes a la playa donde la preocupación principal era que no se metiera arena en la cava repleta de cerveza. Hablo de esa época cuando solo había que llevar una toalla, la mochila y dedicarse a mirar al frente con todos tus músculos absorbiendo la energía marina.

Después de tener hijos no tengo ni idea porque seguimos yendo a la playa, no sé si es por la imagen indeleble en nuestras cabezas que sitúa al mar en escala uno como un planazo, o porque los niños duermen profundo de tanto tomar sol y tragar de agua salada el día entero. Es lo único que se me ocurre así pensando rápido, porque la verdad es que ir a la playa con niños requiere un esfuerzo físico brutal. Si tuviera que ir yo sola, mis hijos conocerían el mar ya de adultos.

Y es que la llegada de los niños dispara las tareas cotidianas y las proyecta en progresión geométrica a todas las áreas de la vida hasta convertirlas en verdaderas misiones que requieren energía hasta de tus uñas.

Hace años cuando éramos dos, Ricardo se mosqueaba porque yo tenía dificultades para cambiarle las pilas al mando de la tele. Y mira que estoy hablando de una tapita en la parte de atrás del control remoto y las pilas de toda la vida puestas en el lugar de siempre. Ahora con los niños, el tema control de pilas da para una Maestría en una universidad de fuera.

Lo primero es que hay que tener en reserva  una variedad que no te haces una idea,  grandes, doble A, triple AA, chiquitas, planitas, las planitas pueden ser 2632 o 2630,  cuadradas de 9 voltios... Y no te equivoques! Fundes el aparato en segundos!  Encima de eso,  no te creas que poner una pila es levantar la tapita y listo, noooo. Las cosas de niños tienen las pilas guardadas con tornillos!!! Óigase bien! Tornillos! Hay que buscar el destornillador de cabeza plana, el de estrías, mediano, grande etc. para ponerle pilas a un juguete que además, no va a hacer otra cosa que darte tormento.

Pablo tenía un camión de Handy-Manny que sonó tanto en mi vida, que Andrés lo heredó sin música porque ya mi cuerpo reaccionaba a la melodía produciéndome una jaqueca de las de estrellitas laterales y nauseas.

Los papás tienen la labor, predeterminada por la naturaleza, del control de destornilladores y pilas. Lo mejor es que tratan de meter las pilas en la lista de la compra, pero con la variedad que antes comenté no hay forma humana que traigamos la que hace falta, así que las pilas se compran en el chino de abajo al doble del precio. Pero las compran ellos, eso sí.

Esas son tareas que los padres no pueden adivinar que se van a convertir en un caos. Una cosa es la pila del mando a distancia y otra este control de baterías caseras. Nadie sabía que esto era así, no? pero digo yo, cómo hacen cuando cría uno solo en vez de dos? Una respuesta posible: No se tienen juguetes con pilas.

Hay más tareas difíciles como las relacionadas con el descoque de las criaturas por montar bicicleta. Cuando aprenden es maravilloso pero el proceso es, a lo menos, difícil para el progenitor. Tiene que pegar carreras forzando la columna con un doblez maldito hacia adelante, empujando y agarrando la bicicleta, mientras el infante, trasmutado en soberano omnipotente, recibe la brisa en la cara e ignora que papi corre atrás botando el bofe en una posición indigna.

Cuando Pablo aprendió a montar en bici fuimos a El Retiro con mucha disposición. Yo en realidad fui en plan animadora/camarógrafa. Muy contenta, le gritaba  -Vamos, vamos hijo!- y lo grababa para ponerlo en las redes sociales. Mientras tanto Ricardo corría Retiro arriba, Retiro abajo, agarrando la bici por detrás, a punto de caerse y diciéndole al niño, -apenas se le entendía por el poco resuello que le quedaba- que no se preocupara, que él estaba ahí.  Y tanto que estaba. En la noche, Ibuprofeno de 600 mg y parche de calor en la espalda.

Cuando éramos dos, teníamos TV y DVD. Yo sabía ponerlo, era capaz de ver una película yo sola. Hoy en día, además de no saber en qué momento hay que poner una película, resulta que el ordenador está conectado a la tele, también lo está el DVD y el equipo de sonido. No me preguntes por qué, no lo sé. La música sale por los altavoces de la tele pero tiene que pasar por el ordenador porque las canciones están guardadas ahí! Es de pesadilla! Además tenemos cable, no sé cuántos cientos de canales, y como no: La Liga, La Champions, La UEFA, La Bundesliga, La Premier League y la madre que lo parió.

En fin, que a mí ya ese mundo no es que no me pertenece, es que no sé ni encender la televisión.

Un día dejamos a una babysitter con los niños, le explicamos cómo ver la tele, un plan básico nada más. Según cerramos la puerta, la pobre fue a subir el volumen y como el monitor del ordenador es de la misma marca que la TV y el mando se parece,  se encendió la computadora! Encima con ese ruido gris de donde sale la conocida Samara en The Ring. La pobrecita desenchufó todo y se fue a dormir antes que los niños. Normal, si es que ese universo lo controlan los papás, bueno el papá de esta casa por lo menos.

En la mañana cuando la chica me lo contó, asustada entre que la posibilidad de que la casa tuviera espíritus o de haber jodido el aparato, las únicas palabras que tuve para ella fueron de consuelo y solidaridad.  -Lo sé, lo sé. Tranquila, es así. No, no se puede hacer nada…

Con todo y todo, Ricardo no le dedica mucho tiempo al tema. En casa de mis amigos la familia Dilio, el mando de la tele tiene letras! No letras sueltas, no, no, no. Teclado!!!  Así con todo, letras, números, Alt, shift, Control… Dime tú.  Yo a ese televisor no me le acerco mi muerta.

Podría seguir por este camino de contar todas las responsabilidades maritales/paternales y no parar jamás. Las cuentas, los bancos, los intereses… pánico!!!!!  las tarjetas de crédito, la declaración de la renta, la reparación de los objetos de madera, cambiar el bombillo de la nevera y/o campana , que no me digas tú que no están puestos con mala leche.

Yo me quejo mucho de mis responsabilidades pero la realidad es que si la televisión dependiera de mí, no habría más que los cinco canales básicos y desordenados  porque nunca he sabido cómo se ordenan, estarían como salen de la tienda y no más.

Hace como tres años, pasamos de TV analógica a Digital. Salían cartelitos a cada rato que decían: -Advertencia: Si usted no re-sintoniza los canales, a partir del 31 de Diciembre no tendrá TV…- Primero que nada, qué es sintonizar, y porque hay que hacerlo de nuevo si cuando una compra la tele eso está listo! Se trataba de ponerme de los nervios solamente?

No digo que sea imposible vivir sin esas cosas. Al contrario, no tendríamos TV ni juguetes ruidosos, nada  grave. No iríamos a la playa, tampoco pasa nada, no es fundamental. Y yo tendría mi fin de semana de single de vez en cuando. Se puede, sí. Y chapeau a las que lo hacen, son dignas de mi más profunda admiración.

De momento a  mi no me compensa, a lo mejor es porque sencillamente quiero lo que tengo y entonces no tiene gracia este show de la single mom.






¿Qué pasó con mi paciencia?

Se fue de mi vida

La tuve y podía incluso presumir de ella. De pronto se fugó, se escondió, no la vi más, no volvió a aparecer ni en los momentos difíciles.

El asunto quedó al descubierto con el tema del segundo hijo. Cuando te embarcas en ese segundo embarazo que (casi) todo el mundo planifica, nunca antes, empiezan a caer los consejos por todos los lados. 

Estaba hasta el gorro de las advertencias que me llegaban sobre el presunto delincuente por nacer  -ahora si vas a saber lo que es bueno…-  Eso venía en modo aviso con morbo. 

Yo veía a mi primogénito, que roza la santidad, y guardaba paciente silencio mientras me repetía como un mantra para convencerme a mí misma, va a ser un delincuente, pero yo lo voy a querer así, sabré manejarlo, tendré paciencia….

Yo todos esos consejos-comentarios maliciosos que me daban, me los creí porque sí, porque  soy crédula en general y desde que soy mamá me lo creo todo y más si viene de otra madre así me lleve solo seis meses de adelanto en la materia. Cuando una mamá equis me dice: -Es que a los 6 años y 3 meses empiezan a vomitar todas las noches... eso es así…- aunque suene a mentira cochina me lo creo y me planto en el principio de que si lo dice, por algo es.

Otros padres de dos a nuestro alrededor nos advirtieron que la vida se descontrolaría con el segundo, y que sería un bicho garantizado. Les creímos, siempre les creímos.
Llegada la hora nos fuimos al hospital para el arribo del “el segundo Tsunami”  .

Estábamos esperando a nuestro pequeño Caín con ilusión. Ya sabíamos lo que venía, no iba a ser un santo varón como el otro, pero lo querríamos y ya lo resolveríamos.

Pero el tema con la paternidad es que nunca te sale como pretendías o como planeaste, eso está escrito en las tablas de la ley. Ser padre es una función que juega constantemente a despistar a los interesados. En esas condiciones fue como nació  nuestro pequeño monstruito que resultó ser un pan de Dios.

Estaba totalmente desconcertada, esto no era lo esperado: -¿tú no el eras malo?, ¿no llorabas más y te portabas peor? Hey!, ¿qué pasó contigo!!!  Nada… Un santo.

Un gordito rozagante que no lloraba jamás, ni cuando se nos olvidaba en la cuna y notábamos su ausencia al llegar al carro. Nunca, no se quejaba, siempre contento con lo que sea, ¿qué pasó?

Tardé bastante en confiar en mi suerte. Soy crédula pero no tonta, esperaba atenta el momento del cambio:  -Cuando camine… hum, verás!-. –Ay, cuando hable, ya te darás cuenta…-

Teníamos dos hijos que se portaban demasiado bien. O éramos los padres del año o la vida nos estaba tendiendo una trampa y nos esperaba agazapada en alguna parte para darnos un golpe bajo.

En efecto. No somos los padres del año, estamos más bien en el grupo de la media que tenemos un primer hijo que es buenazo, hace sus deberes, hace relativo caso, se asusta cuando te enfadas, te tiene un mínimo de respeto, entiende que la autoridad eres tú. Y tenemos otro hijo, el segundo.


Una vez que descubres que la naturaleza esperaba a que bajaras la guardia para darte el bofetón, descubres que el patrón se repite incesante en el resto de las familias. No eres ni único ni anormal ni privilegiado.

Ves a los lados y te das cuenta que todo el mundo va cargando su paquete doble, el buenazo y el saltimbanqui.

Una amiga mía tiene una segunda hija que sencillamente no puede estar en un mismo sitio más de tres segundos, su pequeña va por la vida como saltandito, pin pin pin… Así el día entero. Cuando estás un ratito, bueno, pues muy bien, es una niña inquieta.  Cuando te pasas un día con ella, quieres gritar. ¿Qué es esto? La madre que la parió! Entiendes claramente que los niños sólo pueden ser criados por sus padres.

Tú miras con horror la vida de tu amiga y al segundo te das cuenta que ella mira con espanto la tuya. Y es que cada uno tiene que llevar lo suyo con ese amor a prueba de balas que Dios te dio para soportar los reveses del segundo hijo.

Yo no tengo más de dos, y no sé si seré capaz de tenerotro porque ignoro qué papel juega el tercero, no tengo información y si la busco fijo que me arrepiento.

Mi segundo se mantuvo bajo su disfraz de santo durante unos tres años, después apareció su verdadero yo que hizo que mi paciencia, que hasta hace poco era la envidia de alguno, agarrara su maleta y se fuera, se diera de baja, pidiera su aguinaldo, antigüedad y adiós.

En general puedo decir que soy sosegada, aguanto sin gritar, me altero como cualquiera, pero respiro y retomo. Una es así, decía yo. Resulta que ahora, a mis a mis treinta y ocho, he conocido el ataque de ira. Así, como en las películas: ataque de ira. De esos que los psicólogos tratan con pastillas.

Hoy reconozco que la otrora reina de la pausa, esta menda que les habla, se ha encerrado en el baño a gritar. He dado golpes a las paredes mientras lloro gritando. ¿Cómo les parece?

He experimentado la sensación de morderme los labios con rudeza de la rabia, de apretar mis manos una contra otra e incluso de tirarme del pelo. Si, esa expresión tan simpática de “tirarse del pelo”, sabes? Pues yo me he jalado mi propio pelo tratando de controlarme.

Nunca me había pasado, lo prometo… me habían pasado innumerables cosas que hubieran podido generar esa reacción: enamoramiento sola, cuernos, despedidas, despidos, choques de carros, imbécil diciendo baboserías, agarrada de culo en discoteca.  De todo.

Con cualquiera de esas situaciones podría haber dado un puño en a la pared y santo remedio.

Cuando tenía dieciocho años, mayor de edad y de aquel domicilio, me apunté de viaje a Nueva York con unos amigos. Pasajes, pasaporte, maleta y cuando me iba al aeropuerto mi papá me dijo: -¿A dónde vas tú? –Pues a Nueva York! –Hum… no, no lo creo… Resumo: no fui. 
Esto seguro que ya lo he contado el algún otro post, porque es, cuando menos, una historia de paternidad interesante. Bueno, no les parece este un momento digno de berrear en el baño o de golpear las paredes hasta sangrar? Sin duda alguna… Pero no.  Lloré como una magdalena pero nada de ira. Tenía tristeza, me sentía desdichada, lo que quieras pero no pensaba en agarrar por el pescuezo a mi padre y apretar hasta que reaccionara y me dejara ir.

¿Entonces qué? como la dueña de la paciencia y del buen proceder termina mordiendo la toalla para que los vecinos no llamen a la policía? ¿Qué ha pasado? Y cuando! ¿Cómo es posible que un enano que no llega al metro me ponga así? ¿Qué ha cambiado, que se descontroló? ¿Es hormonal? ¿Debería tratarme con un profesional? 

Mi segundo hijo hizo aflorar la loca que llevo dentro.

Mi paciencia se fue, me brotó esta agenda oculta que tenía dentro justo ahora que se supone que te tienes controlada a ti misma, que no a tu entorno. Yo, que estoy en esa edad en que las mujeres estamos seguras de nosotras mismas, que sabemos qué queremos cuándo y cómo. Yo soy así, cumplo bastante bien con lo que dicen los libros, y las publicidades de antiarrugas. Ya no me dan miedo las cosas, no me importa si lloro y me ven o si me río y no debía. Ya entendí que mi culo no es el que soñé y que no voy a pasar tres horas en el gimnasio para verme como quiero.

Lo tengo todo, menos la paciencia. Se la llevo el tsunami.

Tarjeta de presentación de la vida

Constantemente vuelvo sobre lo que significa “ser normal”. 

Me comparo con gente que está alrededor y ratifico ese sentimiento de que a mí me falta un algo. No hablo de que me falte un hervor, eso no, es más bien como un concepto. 

Les adelanto que esto no tiene que ver con la autoestima. No piensen que después de leer este post hay que mandarme whatsapps llenos de caritas sonrientes y manitas aplaudiendo, dándome ánimos y diciéndome que siga adelante, que yo valgo mucho, no, no. Todo ese tema lo tengo colocado en su sitio, me encanta como soy y no me perturba habitualmente. Ahora bien, cuando voy a tener una entrevista y tengo que plantearme el asunto entonces sí, horror!!!

Cuando me confirman una entrevista empiezo bien.  Un par de semanas antes tengo seguridad y firmeza pero a medida que se va acercando la fecha se intensifica este cotejo interpersonal, se pone en automático y es indetenible hasta el día en cuestión que me veo ahí, tratando de explicar que yo soy así, digamos, estándar! Como la media! Lo que pasa es que decir eso sin quedar como un idiota es casi imposible.

A las entrevistas tienes que ir siendo poco más que super-woman: experiencia en la carrera, post-grados varios, niños criados, logística hogareña bien atada, delgada a ser posible, en tacones, sin coche propio porque que no hay parking y dominio de varios idiomas, eso aunque la empresa sea una jamonería en el sur de España.  - Así que hablas austríaco?... Excelente…

Dígame si se trata de una “entrevista genérica” que están muy de moda. Primero te entrevistan y después te dicen dónde te ven, o sea que no tienes ni una puta pista de hacia dónde debes orientar tu presentación. Y así vas, a trompicones, dando para adelante y para atrás sin tener claro qué decir.

A lo que me refiero cuando digo que me falta algo, es a una cosa como una tarjeta de presentación. Lo que escribirías debajo de tu nombre, pero no en tu trabajo sino en tu vida.

- Hola que tal, soy Virginia, artista plástica, o dentista, o cirujano maxilo-facial.

Pero en la realidad la cosa más bien va así:

-Hola, soy Virginia… Si, ja, ja. ¿Qué hago? Pues trabajo sí. Soy mamá y trabajo como cualquiera, es decir, como cualquiera pero me esmero, eso sí…  Ja, ja…  ¿Hobbies? (titubeo) Pues depende, a veces bailo, si.  Escribo en un Blog, también… Tengo cuarenta seguidores. Si, si, cua-ren-ta. Tengo más primos pero alguno se me revela. Lo normal, ya sabes cómo son las familias, no?. Jaja…

Cuando hablé en otro post de este tema, nombré a una de mis hermanas que es la no-va-más del interiorismo, eso que antes se llamaba diseño de interiores pero que ahora se modernizó, (estoy enteradísima). Lo podría dejar hasta ahí, una hermana especial la tiene cualquiera pero es que tengo más hermanos y todos son harina del mismo costal. Todos con su tarjeta de presentación.

Ilustro para que me entiendan sin ánimos de dejar el análisis sobre mí, que es de lo que se trata.

El mayor y que parece el más serio, se graduó de ingeniero como quien estudia para ser sereno o guachimán y con el birrete puesto fue directo a la mejor empresa donde se podía trabajar en ese momento. De ahí fue saltando de súper empresa en súper empresa porque “lo llaman”.

¿Qué es eso de: -me llamaron de otra empresa-? Compararse es odioso pero a mí jamás me han llamado de un sitio que no haya llamado yo primero. Yo busco trabajo y a él lo buscan los trabajos. Es una diferencia sutil pero jode.

Y dirás tú, seguro que es un encorbatado serio y aburrido, bueh! Si a lo lejos se escucha David Getta: My dream is to fly, over the rainbow so high, el derrape del ingeniero es inminente. Es un rumbero non-stop y al día siguiente lo ves con su corbata y como si hubiera dormido ocho horas en sana paz. Qué pasa que los de RRHH de estas empresas no se meten en Facebook y lo ven ahí dándolo todo? Cuando mi hermana menor se graduó, él fue la sensación de la fiesta. Todos preguntaban de quién era el invitado que no salió del medio de la pista. Está en todas las fotos, desde las típicas de grupo hasta capitaneando el trencito.

Tengo otra hermana dedicada en cuerpo y alma a una cosa seria llamada Mixología. Yo me enteré anteayer que eso existía y para los que como yo no tengan idea, va de diseñar cócteles.  Eso de Fruit Ponch, Ron Ponch y Daiquirí es cosa del pasado remoto. Ahora ese asunto es bastante más elaborado, complejo y sobretodo expandido por los cinco continentes. Hay hasta World Series de mezcla de alcohol! Es un mundo! Cuando hablo con ella está de alquimista en su cocina ensayando con siropes y amargos imposibles para perfeccionar sus creaciones. Está pensando constantemente qué meter en la nueva carta, qué pedir para desarrollar el nuevo trabajo, como lidiar con los paladares de un sitio y otro. Cuando no está jugando a El Perfume está de viaje conociendo destilerías remotas.

Eso sí, esta pobre está condenada a presentarse en todas las fiestas familiares con su maleta de cucharitas, frascos y pocillitos varios para dar de beber a todos. Nunca más disfrutó una fiesta. Y no se salva ni en el chat familiar:
- ¿Compré Vodka de arándanos, ¿Qué le echo?
- ¿La pulpa de tamarindo se puede mezclar con Gin?
- ¿Limón o Lima? Cuál es el amarillo?

Es como una versión del clásico médico familiar pero ella atiende a la sección borracha de la familia que, para  alegría de todos, es mayor que la de los enfermos.

Sumo y sigo, la última de mis hermanas le tocó ser rebelde y llevar la contraria siempre porque como somos muchos tiene que haber diversidad. Ella está  inmersa en su energía interior. A mí antes me daba risa pero la verdad es que ella lo lleva serísimo y yo ya presto atención. Es más naturista que la cúrcuma. Solo piensa en que sus acciones beneficien a la gente, que no se altere el equilibrio ecológico, que se detenga el calentamiento global! Una cosa que suena fácil pero cuesta lo suyo. Yo si no estoy malogrando el medio ambiente es porque hice un estropicio en otra cosa. 

Es tan firme de convicciones que una vez ella y a un amigo nuestro se enredaron en el mar con unas medusas.  Mi amigo, con sus casi cuarenta tacos, me dijo que el dolor era tal que se acostó fingiendo dormir pero en realidad solo quería llorar secretamente de lo que le dolía. Pues mi hermana, fiel a su filosofía, no se quiso echar la única crema que medianamente le aliviaba el dolor porque tenía un 0,01% de antibiótico! Ah! ¿Qué me dices? Eso está entre ser naturista, neurópata y psicópata. Vive en cuarenta metros cuadrados y tiene un compostero eficiente en la cocina y yo me quejo de tener que separar vidrio y plástico.

Intento dejarme guiar por sus consejos. En su última visita me dejó en funcionamiento un huerto interior es decir, de apartamento. Ahora yo vivo estresadísima porque paso un día sin verlo y ya las plantas se ponen marrones. Me sembró una planta de tomates y Andrés mi hijo, que tiene obsesión por cosechar,  apenas sale una bolita verde la arranca y me la da para que se la ponga a la “luchuga”. El perejil asesina a todas las matas que están cerca, lo tuve que separar para detener el planticidio. La menta no huele y la albahaca pasa de la vida a la muerte en segundos manteniéndome el alma en vilo. También tengo tomillo y aloe vera que según los entendidos no se mueren con nada porque son de desierto, pues es mentira, a las pruebas me remito, mi tomillo es un palo sin hojas y mi Aloe tiene las hojas como de cartón.
Descuido a los niños por echarle agua al huerto. A ellos les doy sopa de tetra-brick y a las matitas el agua templada, les desmenuzo la borra del café y las riego con el bote de leche recién acabado, que leí en internet que les encantan esos fonditos de la leche. Me voy de vacaciones y tengo días pensando a quien le dejo esta labor. No quiero que mi hermana venga a visitarme y vea que he fracasado en la misión que me encomendó. Porque al compostero no me atrevo y no quiero que me lo pida.

En fin, que tengo hermanos y todos tienen qué poner en la tarjeta de presentación. Y como ellos, todos los que veo a mi alrededor. Mi hijo Pablo sabe cuántos goles falló el portero de Paraguay en el mundial de México 86  y aún no sabe que la Wikipedia existe. Es especialista en fútbol. Mi tía sabe de perros más que César Millán, mi marido, mis papás… así todos, todos con su tarjeta.

Yo caigo en este auto análisis cuando me pongo a buscar trabajo y sé que me van a preguntar mis defectos y mis virtudes, que es un fijo en las entrevistas.
Dicho sea de paso, por si hay leyendo algún genio de RRHH, qué coñazo de pregunta!!! 

¿Yo que sé de mis defectos y mis virtudes? Es más, no quiero saber, la pura verdad porque encima cuando descubro alguno no se los quiero decir a nadie de RRHH porque lo que yo considero una virtud me da a mí que alguno lo puede ver como un defecto. Hay de todo en la viña del Señor…

Un jefe que tuve una vez me dijo que le parecía complicado que yo organizara todo en Excel. Y dije yo: -Hey! ¿Y esto no era una virtud? Resulta que yo, que con dificultad me sé las tablas de multiplicar, amo el Excel, las fórmulas, las macros y las complejidades que se presentan de celda a celda.  Es una rareza pero la tengo y juraba que era una virtud!

Mi sugerencia a los señores es que esas preguntas, se las replanteen please! Bueno, no me voy a meter con recursos humanos aunque siempre les tengo medio ganas. Serán gente normal como yo pero suelen tener su fama de cabrones bien ganada.

El caso es que creo que como no encuentre ese subtitulo de mi nombre, voy a seguir huyendo de las entrevistas y escuchando barbaridades como que manejar el Excel es un gran problema.

Hasta entonces, 

-Hola que tal, soy Virginia, persona.