Desde el principio de los tiempos nos hemos preguntado qué es mejor, calidad o cantidad.
Hay algunos que lo tienen claro. Pregúntale a mis hijos qué prefieren, cien gramos de chocolate belga con 70% cacao tratado artesanalmente o un kilo de chocolate Milky Way, cien por ciento grasa poli-insaturadas, cero cacao y lo tienen claro: Cantidad. Los cien gramos pa’ ti.
Yo creo que nuestro instinto primario siempre nos lleva a cantidad más que a calidad, a calidad nos lleva la edad. Queremos todo de a mucho. Así son un éxito esas tiendas de “Todo a 1$” está tan barato que gastas 120$ y te llevas 120 mierdas que no valen ni para rellenar una piñata.
El caso es que con la madurez, unos antes que otros, empezamos a apreciar la calidad. Somos capaces de sacrificar esa cantidad que instintivamente nos atrae, y entendemos que poco bueno es mejor.
Cuando tenemos niños, la vida se nos revuelve y perdemos la madurez adquirida. Empezamos a creer que ellos no pueden vivir sin nosotros, que debemos dedicarles todas las horas del día y cederles nuestra vida, todo nuestro tiempo. Les damos cantidad, porque es nuestro instinto, soy mejor madre porque no lo llevé nunca a la guardería, lo cuidé yo hasta que las autoridades me obligaron a llevarlo al colegio so pena de cárcel, que si no, le enseño yo también a sumar y a restar y lo que haga falta (menos derivadas, que para eso tendría que buscar ayuda).
Tengamos la edad que tengamos volvemos a lo básico con los niños. Ahora que habíamos entendido que salir con la amigas y dejar a tu marido en casa y que él salga con sus amigos y haga lo que sean que hacen los hombres solos (yo pensaba que hablaban solo de tetas y resulta que se ponen a comparar quien mete más lavadoras en casa) te quita cantidad y te aporta calidad de marido.
Ahora que tienes niños, te olvidas de eso y vas a por todas con la cantidad. Encima, cantidad de tiempo, que es lo que más escasea.
Bueno, pues en este momento de mi vida, yo me he replanteado ese plan. Y ha sido inevitable pensar en mi abuela Mamama. Sabes cuándo reflexionas algo tú solo y te acuerdas que tu abuela te lo dijo en su momento pero tú, claro está, no escuchaste. Me da mucha pena que ya no esté para poder decírselo. Lo que me consuela es que yo sé que ella lo sabía.
Mamama no era de dar muchos consejos, y debería haber dado más te digo, porque tuvo una vida envidiable, pero supongo que de las cosas que ella aprendió con los años es que la gente no hace caso, así que pasaba un poco de decirte qué hacer. Te soltaba alguno, pero poca cosa (volvemos a calidad vs. cantidad).
Entre los pocos consejos que daba recuerdo uno con toda claridad porque me parecía un horror. Al decir de Mamama, el ama de llaves se llamaba así no por las llaves de la casa si no por las llaves de la felicidad.
Mamama dedicó una buena parte de su vida a viajar por el mundo con el abuelo Papapa, recorrió el globo, vivió bien y bonito, ¡Qué señora elegante mi abuela, entrañable a la par que fina pero qué lejos está de estos tiempos modernos tan diferentes y vertiginosos, no?
Bueno, pues mi abuela no se enredaba la vida pensando qué haría de cenar, no iba al súper todas las semanas, no llevaba a los niños al colegio, no les dedicaba todo su tiempo libre. La vida cotidiana de aquella mujer era un jardín con mantel de cuadros en el piso y pamela en la cabeza para protegerse del sol. En ese panorama imaginaba a mi papá de niño, con un trajecito de encaje, inmóvil y atendido por cocinera, jardinero, chófer, cargadora y como no: ama de llaves.
A mi entender de antes, mi abuela se estaba “perdiendo” rituales esenciales que otros hacían por ella. Sobre todo lo relativo a los niños, porque bueno, perderse de planchar es superable pero y las criaturas? Creí que era pura suerte que mis tíos y mi papá fueran tres personas con la cabeza bien amoblada y que ella viviera hasta los 102 con una sonrisa permanente.
Me veía segura en esta reflexión. Estaba plantada en que la llave esa que ella decía, la tenía yo en mi mano y nadie más, que cuando tuviera mi casa no necesitaría de toda esa ayuda porque llevaría todo adelante con eficiencia y tesón. Aquí va una música propia de epopeya doméstica.
Y bueno, si a ver vamos, la ayuda no es imprescindible. Realmente puedes tu sola, y tanto que puedes!. Tu puedes encargarte de todo: trabajar, que los niños estén atendidos, que se coma rico en casa, hacer dieta y plancharte el pelo día por medio. También puedes parir sola a la orilla de un río. Por poder, se puede, pero no es plan. Hoy en día con la epidural inventada, te digo que las que paren a pelo son unas desquiciadas pertenecientes a una secta satánica. Y eso que yo me sé todo el cuento sobre los métodos “naturales”pero aún así el tema me sigue pareciendo tan loco como practicar running. (Pero en este post no me voy a cebar con los runners.)
La enloquecida idea de poder con todo no se me quitó nada más tener un niño.Es más, ni siquiera teniendo dos, que es cuando llega el verdadero caos. Con el segundo hice más sacrificios aún y me apunté en una cosa perversa llamada “jornada reducida” que lo conté con detalle ya hace tiempo en otro post.(la-jornada-reducida)
Si mi vida fuera una empresa habría quebrado, pero como no puedes quebrarte a ti misma, sigues adelante y crees que aguantas sin ninguna asistencia, a rastras, sin escuchar consejos, sin nada, lo estás haciendo bien, sigue, eres una madraza, una esposa en toda ley, una trabajadora como Dios manda…
Pero ves a tu empresa que cae en picada y lo sabes aunque no quieras oírlo y tienes que buscar remedio.
Es hora de invertir, que es lo que hay que hacer para sacar tu empresa a flote. No te hace falta publicidad, necesitas orden así que, montada en la modernidad a tope, contratas a un COO –Chief Operations Officer.
Mi COO se llama Andrea y reflotó mi empresa. Sin pretenderlo me hizo ver como estaba zampándome un kilo de Milky Way en lugar de cien gramos de chocolate belga.
Le entregué la llave esa que decía Mamama en su sapiencia infinita y entendí que todos tenemos mantel y pamela pero hay que saber usarlo.
Andrea no es chica de la limpieza, ni ama de llaves, ni cuidadora. Su trabajo es: ayudarme a secas. Limpiar entra entre las ayudas, como ir a buscar a los niños, darles la cena, ponerles el piyama. Pero realmente su labor es mucho más importante, al menos en mi casa. Yo antes tenía quien viniera a limpiar y muy bien, me descargaba trabajo, claro, pero ahora es diferente. Hasta hace nada no me entraba en la cabeza este gasto, ahora afirmo con propiedad que es imprescindible, tanto que si tengo que hipotecar mi alma lo haré gustosa para pagar un año más de ayuda.
Antes de esto la cosa iba tal que así:
- Levantarme yo, levantar los niños, intentar convencerlos de vestirse solos, “Ese pantalón está sucio!” “espérate que busco otro” “a ver si hay algo en la secadora” “bueno te lo pones así sucio…”“Si, si te lo pones” desayunar. Discutir porque No entienden el reloj y el concepto del tiempo y “nos van a cerrar la puerta del cole!” Correr… correr!
- Ir a trabajar (sin relevancia en esta historia) desde las 9 hasta las 6:30, sin puntualidad alguna, sobre todo de salida.
- Ir a buscar a los niños a casa de mis suegros: -“nos tenemos que ir”, “ponte los zapatos” “guarda los juguetes” “agarra la mochila”, “besito a la abuela” ”Amén, digan améeeen! que les dio la bendición!”.
- Llegar a la casa, preparar la cena, con prisa… todo con prisas. ¿Qué cocino? Algo rápido… No, mejor sano, no, algo ideal, mejor sólo rápido.
- Darles de cenar, dejarlos hacer porque están aprendiendo a comer sin ayuda. Resultado, un desastre que no te debería importar. (Si no hubiera que limpiarlo, no me importaría.)
- Llevarles directo a la ducha, con un túnel de aislamiento porque si tocan algo con las manos extienden la cochinada hasta el infinito y más allá.
- Tener paciencia, respirar, están aprendiendo a desvestirse
- Bañarlos… “levántate, no me llenes de champú!”“Espérate!, “ponte para acá”, “cuidado te resbalas”“no me moooojeeees el peloooo coñooooo!!!!” Ay, ya está, da lo mismo.
- Pañal, piyamas, besos…
Aquí por sorprendente que parezca, aún los quieres, sabes que no es su culpa, odias tu vida, no a ellos. Ellos te sonríen y menos mal.
- “A guardar a guardar cada cosa en su lugar”… “si veeeenga, trae los robots”, ¿Cuándo sacaron todo esto?“a ver Pablo trae todo lo que encuentres por la casa” llévate un saco para que quepa todo…” “Andrés mete todo en los cajones”(son como el bolso de Mary Poppins).
- Bueno a acostarse, si claaaro que les leo un cuento, si si, ahora los acompaño, espérenme un momento, ya vengo que voy a llorar un momento al baño.
- Se durmieron, son las 10, pobres, les va a costar levantarse después, la mañana no estará fácil. Me voy a acostar, está tan lejos la cama.
Sí bueh, que me lo creí…
- Recoger la cocina, dejar puesta la lavadora, sacar la ropa de mañana.
- Comer algo, nada light, porque ya sin entrar en que no-light es lo más rico, también hay que acordarse qué es lo más fácil y ahí si me dan a mí en la madre.
- Mejor decidir, como o duermo?
Ahora voy a soltar mi nuevo día a día, con mi COO y sus llaves:
- Lo que es levantarles y discutir por el tiempo, eso no ha cambiado. Pero ahora en el pie de la cama hay uniformes preparados y limpios.
- Ir trabajar, para bien o para mal tampoco ha cambiado
Al salir
- Ir directo a mi casa. Di rec to
- Encontrar a mis niños cenando una comida súper sana y nutritiva que con tiempo planifiqué y si me olvidé de hacerlo, mi COO lo ha pensado por mí y hasta mejor que yo.
- Aprovechar un poco de ver el correo, llamar a mi mamá o hacer otra cosa productiva y mía mientras chapotean en la bañera.
- Una vez bañados ellos y libre yo, ponerme a jugar con mis críos, con alegría, con buen humor, sin discutir…
Antes dedicaba a mis hijos muchas horas, todas las que el día me permitía, con jornada reducida salía a las 5:00 y ahí estaba para ellos, dedicada, dándoles mi tiempo en cantidad. Ahora llego más tarde, tengo que trabajar más pero desde que llego hasta que se acuestan tienen toda la calidad de la que soy capaz.
Ahora jugamos a la plastilina, hacemos arcilla, hasta jugamos fútbol en la sala…
Todas las noches hacemos un juego de mesa en familia. Qué oportunidad, no? y yo la tengo!
Seguro que alguna súper ama-de-casa/madraza/ejecutiva/esposa en simultáneo me dirá “puedes hacer todo sola” y no dudo que ella pueda. Yo no, por ahora mi tiempo ha bajado de cantidad y ha aumentado en calidad y estoy contenta. Tra la la, tra la la. Cada una que para a la orilla del río o donde mejor le parezca.
Gracias Mamama por tu sabio consejo, que pena que tardé tanto en verlo. Lo escribo aquí que ahora la gente se comunica de esta manera y a lo mejor hay algún lector que le damos un empujón.