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Ser transparente (no creer que lo eres)

¿Alguna vez te has sentido transparente?

Yo me había sentido así en alguna ocasión, sin embargo esto que aquí les cuento no va de sentirse sino de cómo comprobé que, en efecto, era transparente.

Para entrar en ambiente les cuento que el invierno entró hace pocos días y vivimos un fenómeno climático llamado "la ola polar", que cualquier venezolano visualizaría como un calorón, un mar de cerveza y una chapoteadera dentro con muchachas en bikini. Pero este no es el caso, aquí polar es de frío y frío del malo.

La teoría dice que en Madrid no nieva nunca, y no sé decirte si es el calentamiento, o el refrescamiento, o las ballenas, o las mareas, pero algo está jodiendo el clima porque este diciembre Madrid parece Nueva York.

Los cambios climáticos nos tienen de vuelta y media. Yo estoy segura que todos los venezolanos, hartos de tener lluvia todo el año, estarán de acuerdo conmigo. Por este camino San Antonio de los Altos va a terminar igualito a los Alpes Suizos con todo el abuelito de Heidi.

La nieve es linda en las fotos, en la tele o por la ventana (como máxima cercanía), pero convivir con ella es otra cosa. Es como el chiste del maracucho que se fue a vivir a Canadá y describió con su forma particular pero acertadísima su contacto diario con el clima del norte del continente.(Diario de un maracucho en canadá)

El caso es que cuando supe que yo era transparente, el día de mi cuento, era un día helado que nevó sin parar, un día de esos que no son apropiados para enfrentar ninguna realidad, mucho menos una cruda

En esa jornada se celebraba un acontecimiento muy popular en este país y en el mundo entero, el partido de fútbol Barça-Madrid, tú me dirás.  Era el partido de ida, porque la vuelta viene después (me encanta esto de la ida y la vuelta pero en realidad no sé qué significa, prometo informarme).

Ese día como cualquier otro salí de mi trabajo, noche cerrada a pesar de ser las seis y media de la tarde (otra gracia de la época invernal). Desde temprano había sentido un ambiente tenso-festivo en todas partes, ves a la gente dando carreras para llegar a ver el partido, se habla de eso en todas partes, todo el mundo con camisetas, bufandas gorros y demás equipamiento futbolístico, en fin, el ambiente.  Yo, en otra cosa. Para mi este festejo es incompatible con el frío que hace.

Cuando digo que "todo el mundo” estaba en eso, hablo de qué hasta el miserable del chofer del autobús que me toca, parece que llegaba tarde, porque después de diez minutos esperándolo, pasando más frío que Walt Disney, pasó de largo sin parar, como hacen cuando no hay nadie, sólo que en este caso estaba yo!

Aquí he debido darme cuenta de la pista que me pasaba por la nariz: como el fútbol me importa entre cero y nada, paso a un plano transparente a la vista del resto, el autobusero, en este claro caso. Si hoy no vas a ver el crucial partido de “ida”, no existes.  Es más, no te ves, eres como el avión de la mujer maravilla, crees que estás pero no estás. Igual que en Dimensión Desconocida.

El problema no fue plantearme esa idea bizarra, la contrariedad fue corroborar más tarde que era exactamente así.

Esperé mi segundo autobús y esta vez me aseguré de que me viera, porque como ya recalqué, no está clima para estar pelando bolas veinte minutos en una parada desolada.  Hice mi recorrido diario, primero buscar a Pablo y después a la casita calentita. 

Buscar a Pablo es fácil, difícil es forrarlo para salir, te tienes que desabrigar tú porque con la torpeza con que uno se mueve en ropa invernal, puede que se te escurra el niño por una manga y lo desgracies. Cuando ya estás cómoda y dispuesta, entonces ponle el sweater, la chaqueta, los guantes, el gorro y la bufanda, se salió un guante, se lo vuelves a poner, todo con forcejeo frenético, porque al año y medio, los niños no entienden porque les estás haciendo eso cada dos por tres.

Yo probé una vez a ver si sacando a Pablo al frio y vistiéndolo afuera, él se daba cuenta de porqué mami le pone tanta ropa y colabora, pero no funcionó para nada, (adelanto por si alguno tiene la misma genial idea). Lo saqué al frío, se puso histérico, lo vestí y siguió gritando histérico y cuando se calmó ya habíamos llegado a casa, tuve que desvestirlo y a él se le olvidó porque lloraba. 

No hubo lección ni moraleja ni nada. Cada vez que lo vas a vestir es un cristo, es como meter un pulpo vivo en una red de esas donde viene la fruta.

Después de forrados los dos, te lanzas a la calle no sin antes ponerle el plástico que cubre el cochecito, porque sigue nevando, y por si alguno de los que lee esto es demasiado tropical, les digo que la nieve moja, es linda, pero empapa en un descuido.

Tengo que hacer un inciso para comentar que ese plástico de los coches de bebé es una cosa muy poco lograda, cueste lo cueste el cochecito, que pueden variar entre 50 y 2000 euros, todos traen su plástico de pacotilla. Es igual de feo que las señoras van con un gorro plástico para que no se le moje la cabeza cuando llueve, da igual que el gorro sea Gucci o una bolsa del súper. Es una cosa por la que tendrían que poner una multa.

Sin embargo no hay remedio y a Pablo hay que ponerle su plástico para que la “mierda blanca” no lo moje.

Finalmente llegamos a la casa bastante helados los dos. Nos deshicimos de los ropajes mojados (el plástico encima de feo, no es perfecto y se le cuela agua) y empezamos a entrar en calor. Pablo empezó su ceremonia de invocación de su sopa, que más o menos consiste en que él me persigue por todos lados repitiendo sin pausa: "opa, opa, opa" mientras yo se la preparo.

Cuando ya estábamos más recuperados de las inclemencias del tiempo gracias a la "opa", entró Ricardo a toda carrera para cambiarse e irse a ver el partido en casa de unos amigos que lo compraron.

Lo compraron, si, leyeron bien. En España, país del fútbol, estos partidos tan relevantes son pagos, aunque tengas cable y pagues todos los canales, cuando viene un juego de estos importantes te lo clavan aparte o tienes que irte a un Bar a verlo. Les digo, sin ánimo de criticar, que esto a mí me parece una  tacañería de las grandes, hasta los chinos, que se dan pocas alegrías en general, lo ven gratis...

Ricardo me preguntó (ahora sé que la pregunta era únicamente por no quedar mal) si nos íbamos con él.

No sé si el frío me había entumecido las neuronas o qué me pasó, pero mi razonamiento fue el siguiente: si no veo el partido seguiré siendo transparente y además mañana no habré visto lo único de lo que todos van a hablar! ¿Y si mi jefe me pregunta que me pareció? ¿Qué le digo? Qué estrés!  Mejor voy.

Qué imbécil, no? Hoy ya lo veo más claro, pero en ese momento fui presa del pánico al rechazo social.

Créanlo o no, me volví a montar encima las capas de ropa, guantes, gorro, etc. y se lo encasqueté por enésima vez a mi niño, todo bajo la presión de Ricardo que no sé muy bien porque necesitaba estar delante del televisor veinte minutos antes de que empiece el juego. Sobre todo él, que cotidianamente no entiende diferencia entre treinta minutos y trescientos. Es sorprendente.

Corrí a terminar la "opa" entre otros preparativos y me fui a ver mi partido de fútbol sin escuchar la vocecita que me decía:  -Virginia, que a ti el fútbol no te importa, detente… No señor!, yo estaba decidida a ser una más y dejar de ser transparente.

Mi error fue suponer que con aparentar que te importaba el partido era suficiente. De alguna manera, los transparentes desprendemos un aroma o algo que a los demás les revela tu condición aunque te hayas puesto la boina de Manolo el del Bombo.

Llegamos a casa de los amigos y todo el mundo me veía raro, era obvio que no me esperaban. Ahí ya empecé a notar que sabían sobre mi poco entusiasmo, así que intente adaptarme mejor e hice incluso comentarios sobre el partido, obviamente todo segundas opiniones, después de que ya los enterados dijeran algo, yo solo repetía mezclando palabras, jamás conceptos

Si alguno decía: -Falta!-, yo repetía: -Falta clarísima…. Si alguien se cagaba en la madre del árbitro, yo me guardaba el comentario para cinco minutos después, en plan genérico: -Oye, este árbitro no lo está haciendo nada bien…

Aún con mi esfuerzo sabía que la transparencia estaba ahí, porque lo sé, lo sentía. Súmale a mi frustración que Pablo estaba revolviendo todo lo que encontraba por la casa, porque a él sí que abiertamente, el fútbol le  importa un comino, a veces miraba la pantalla y soltaba: -Ota- que es "pelota" para los que ya le tenemos agarrado el tranquillo del lenguaje, pero poco más le interesa. 

Creo que no entiende por qué hay tantos hombres corriendo detrás de una sola pelota cuando él que es uno solo, tiene como cinco... no sé, no lo ve interesante (como yo, no?).

Yo me ocupaba de mantener a Pablo a distancia prudencial de los espectadores para que no molestara y también de las papitas fritas, porque si me descuidaba les caía en picada.

El toque final y cuando entendí que con esto del fútbol se ES o no se ES, fue cuando me levanté a servirme una Coca-Cola, descuidando la vigilancia de Pablo por minuto y Ricardo me dijo: -Virginia! Por favor, encárgate un poco de Pablo que estoy viendo el partido…-

Ahí fue que, como dicen los gringos: I realize the situation. Lo vi todo claro!  

Por no hacer, no hice ni el ridículo yendo a ver el partido, sencillamente no hice nada.

En ese momento decidí emprender una marcha digna, retomé la odisea del vestuario y me fui a mi casa con mi muchachito.

Estaban a mitad de la segunda parte y mientras me vestía, nadie pregunto por qué me iba. Me despedí y les juro que escuché un par de voces lejanas decir: -Adiós- sin despegar los ojos de la tele, claro. Nadie dijo ni mu, nada del clásico: -Porqué te vas?, ya no queda nada…  Ricardo no dijo: -Espérate que nos vamos juntos cuando termine…  Nada!

Me regresé con el frío cabrón de las once de la noche, entendiendo por el camino que fui transparente todo el día y que no se puede cambiar eso haciéndote pasar por quien no eres.

Además hice que Pablo sufriera las consecuencias de no aceptar mi condición y tuviera una salida extra al frío sin necesidad. También es verdad que comió papitas fritas a reventar y posiblemente por eso, a él le compensó la salida.

Yo me llevo la lección aprendida para el "partido de vuelta", que si no entendí mal, es lo mismo otra vez pero en Madrid, con lo que al estrés de la gente se le sumará el caos del tráfico etc.

Ese día me voy a quedar viendo tele (gratuita) y arropadita en mi cama, además me veré en el espejo y constataré que me veo, que no soy transparente, que soy yo y que estoy ahí.




Las agendas ocultas y la reunión de padres


Después de tanto hablar de colegios, finalmente me llegó el momento de la conocida "Reunión de Padres y Representantes".

Mi presencia era requerida en el colegio que tantas veces he nombrado, ese donde hacen celebraciones inventadas, me hacen disfrazar a Pablo de cosas muy raras, mandan circulares de más de 8 párrafos y donde le dicen patio a un cuadrado sin ventanas.


¿Por qué no lo cambia de colegio? Seguro he leído el pensamiento de más de uno. Cambiar es en extremo complicado, no hay vacantes, son más caros y sobre todo que implica irse del malo conocido al “bueno” por conocer. La única posibilidad aceptable sería entrar en una guardería pública, pero para lograrlo hay que estar como poco pidiendo en la puerta de una iglesia, haber tenido trillizos o ser mujer maltratada, si no, lo tienes difícil.

Además, en todo infierno crecen flores y en esta empresa educacional he dado con la maestra más encantadora y más sensata del universo, una madre de cinco hijos varones que sabe más que yo de esto y eso vale más que mil ventanas.


Es la primera reunión de padres de mi vida. No ha sido fácil asistir, porque como ya he comentado alguna vez, el trabajo y las actividades maternales no van siempre de la mano. Menos aún cuando tu jefe es el orgulloso padre de tres pastores alemanes y el veterinario no hace reuniones ni actos de fin de curso.


Lo primero que te encuentras nada más entrar al salón de tu hijo (ya sin niños) es a un montón de gente adulta, con pinta más o menos seria, sentada en unas mini sillitas que no le hacen justicia a nadie.


Varios hombres trajeados, sentados con las rodillas pegadas de la barbilla y la corbata rozando el suelo, más de una madre en falda intentando sobrellevar el mueblecito sin que los papás de las corbatas a rastras le vean su ropa interior y alguna que otra con el culo totalmente desbordado. Todos, forzados a parecer normales en esa escena tan peculiar. Yo, entre las culonas, por cierto.


Les puedo adelantar que el balance general de la reunión no es ni positivo ni negativo, es otra cosa... Es una experiencia.


A partir de ahora intentaré ir a todas las que vengan porque en definitiva, escuchar a los padres que tienen hijos como el tuyo es un ejercicio apasionante. Comparar es peligroso porque o te hunde o te anima, pero es inevitable y no pienso dejarlo pasar.


La reunión va un poco de que la maestra describa a los niños y los padres reaccionen a esto. Tú ahí puedes ver en qué tu hijo va tarde, en qué es vanguardia preescolar o descubrir rasgos ocultos de la personalidad de tu vástago, que fue lo que más me sorprendió de todo.


El lado negativo lo sientes cuando las autoridades del colegio dicen, para entrar en calor, que algunos niños están adelantados en algo y no nombran al tuyo. Eso es duro escucharlo, pero por fortuna al revés también pasa y es un alivio. Pablo no está entre los sabiondos, pero entre los alelaos tampoco.


Te repites a ti misma que si te dicen que no está adelantado es porque aún es un bebé, y no nos engañemos, queremos que Pablo sea un bebé para siempre.


Propusieron a tres niños para empezar a dejar el pañal, no nombraron a Pablo y sentí un poco como de vacío, pero después cuando explicaron que una vez que empezara este proceso, se activa un misterioso mecanismo y ya no hay vuelta atrás y hay que llevar al niño al baño cada hora desde ahora y para siempre, ahí me dije: Pablo no está preparado para eso y yo con seguridad tampoco.


Sería imposible conocer esas cosas de tu niño sin el contraste con otros peques y los comentarios de la maestra. Lo que yo descubrí del mío, la verdad es que me deja bastante tranquila. Ahora sé que Pablo es un tipo sencillo, frontal, sin agendas ocultas. Hay otros, todo hay que decirlo, que son como Dr. Jekyll y Mr. Hide.


Los casos más sencillos de transformación van de habladera intensa. Uno que habla hasta por los codos en su casa y en el colegio es mudo y otra que aplica la misma pero al revés. La madre de esta última descubrió delante mío, estupefacta, que su niña sabe hasta dar las gracias y a ella no le dice ni mamá. Esa niña es una buena pieza, porque dime tú... Todavía el otro que no habla sino en casa puede ser un caso de timidez aguda y se puede entender, hay que ponerle alguillo de psicología y ya, siempre hay un tímido en clase hasta en la universidad, pero la que no habla en la casa? Esa es un claro prospecto de bicho.

Sin embargo esto de hablar o dejar de hacerlo, a pesar de ser una rareza, se sabe que es una cosa que no te tiene que preocupar. Bueno, la mamá de la niña esa creo que sí debe pensar en ello, pero en general, ya hablarán. Eso llega tarde o temprano.

Candelaria, mi hermana menor habló cuando ya tenía unos tres años. Arrancó y todo lo decía bien, frases bien estructuradas y demás. Se ve que fue acumulando información en su silencio y cuando habló lo soltó todo perfecto de un tirón, como si tuviera años hablando, salvo por que decía "arminola" en lugar de dormilona y "alníbar" en lugar de almíbar, (este último traspiés verbal lo arrastra hasta el sol de hoy, 21 años después.)


Los casos que considero que sí se deberían tomar en cuenta son aquellos donde hay una verdadera transformación de personalidad. Me refiero a esos niños que el colegio son unos benditos santificados y en su casa Caínes con Belcebú.

Si lo descrito en lugar de un tema de personalidad fuera algo visible, tendríamos en la clase a Hulk, al bicho de Metamorfosis y a todos esos de la tele que en principio son tan amigables y sin aviso se transforman en las cosas más raras e imposibles.

Esto a mi sí que no me parece que se deba dejar pasar. Además está claro que los padres están involucrados en estas transformaciones, porque nótese que no hay casos al revés, como el del que habla en casa y mutis en clase, no, nada de santos hogareños y bichos colegiales... aquí es donde el asunto levanta sospechas.

Lo más increíble era ver la cara de los papás cuando la maestra decía: -pues Alejandro recoge los juguetes él solo cuando termina de jugar- y ves que una mamá levanta la mano y dice: -hablas de MI Alejandro- incrédula y apostando un mes de sueldo a que no es el mismo elemento que ella tiene en casa. Y de nuevo escuchas a la maestra, implacable, decir: -Sólo tenemos UN Alejandro en esta clase- y ves a la pobre madre hundida en su penuria, que no se cree lo que escucha.

Cuando eso pasó, sentí lástima por esa mamá. Me la imaginé odiando a su hijo en ese momento, sobretodo por haber hecho el ridículo frente a los demás padres, que es lo que suele doler en estos casos, la presencia de público.

La parte buena es que estoy segura que a partir de ese día Alejandrito va a recoger los juguetes en su casa, en casa de los abuelos, de los amigos y hasta en el parque cuando vaya. No creo que su madre lo perdone fácilmente. Alejandro tiene que ganarse el amor de su madre a punta de ser un ordenado a partir de ahora.

La primera madre en descubrir que su Mosca casera es un tipo normal en el colegio fue la de Alejandro, pero el bombardeo de sorpresas continuó más veces de las que se pueden imaginar -Fulana es la más compañera porque siempre ayuda a todos...- y la madre detrás diciendo: -pero si en casa no hace sino morder y machacar a la hermana...?- y nos mira a la cara a los demás como buscando apoyo, me imagino que en ese momento necesitas que lo demás te digan: -tranquila! igual que el mío-. Yo miraba a otro lado, porque la verdad es que por ahora, Pablo no muerde a nadie ni aquí ni allá. Y si lo hiciera, que morderá en su momento, lo que me importa es que lo haga en los dos sitios.

Seguían apareciendo casos Hulk uno tras otro, -Armando come muy bien, sobre todo lentejas-, y veías una madre encajada en su sillita poner los ojos en blanco, -a Jorge le encanta jugar sentado en su silla-, otra madre colapsada… y así iban cayendo, nunca mejor dicho, como moscas.

Una de las mamás le preguntó directamente a la maestra cómo podía controlar los berrinches que hace su hija, cuando se pone a gritar y tira patadas a todo el que se le acerca. Primero que nada esa no es una pregunta para hacerle a la maestra si no a ti misma, pero lo mejor fue escuchar a la maestra decir que la niña jamás ha hecho un berrinche en clase, así que no le puede decir más que lo que dice cualquier libro: ignórala.

El caso de los Caínes-Abeles dejó a la gente un poco alterada, hubo alguna incluso que creo que sospecha que la maestra miente. Después de eso, el ambiente no fue el mismo.

Entre los papás había una pareja que se les veía agotados, me di cuenta porque hablaban de "su hijo mayor" y ese era el compañero de Pablo, es decir, que tienen un bebé, o mejor dicho otro bebé.

Esos pobres estaban como “Mujeres al borde de un ataque de nervios” pero en plan padres. Tanto así que el papá le preguntó a la maestra si ella creía que Mario, su hijo, (el adulto de año y medio) ya tenía tamaño suficiente para “zurrarle”... ¿Qué tal? la maestra se iba a caer para atrás pero no pudo por la sillita mínima. La pobre se quedó sin palabras. Dijo lo políticamente correcto: -yo no estoy autorizada para “zurrar” a nadie- y pasó del tema.

Yo me quedé pensando en el pobre Mario que lo veo que va a recibir palo pronto.

Supongo que los pobres perdieron la perspectiva con el otro bebé en casa... porque tienen dos hijos con pañales y ya no razonan, sucede a veces.

Yo en mi turno de hablar conté que Pablo ya se podía bajar de la cama (uso y abuso de la libertad) y que no se quedaba fácilmente acostado. Lo pregunté porque sé que en el colegio hacen siesta y no se baja de su camita! Yo quería saber cómo lo hacen. Una mamá me dijo con su cara muy lavada, que le cerrara la puerta del cuarto!... Mi chiquito encerrado a piedra y barro, una solución óptima! Esa tenía que estar casada con el padre zurrador, harían linda pareja.

Para mi tranquilidad, la maestra me dijo que tuviera un poco más de paciencia, que estaba haciéndolo bien acompañando a Pablo setecientas y tantas veces a su cuarto y no dejándome vencer por él acostándole en mi cama, que claro, es lo que apetece pero después lo pago con sangre.

A la mamá de la recomendación ni la miré más, la muy idiota se reía de mí porque, según ella, no se podía creer que yo no controlara a Pablo y no entendía porqué no le cerraba la puerta... será imbécil la mujer, menos mal que no sé quién es la hija porque le diría a Pablo que se alejara prudentemente de esa niña.

Hubo un grupo que no habló, supongo que no tenían nada que decir y que estaban como yo, tranquilos con sus hijos porque no les sorprendía que la maestra dijera que se portaban bien, o al contrario, pero sin sorpresas. 

Como dije, asistir a la reunión fue una experiencia. Ver a los padres ayuda y enseña, desde los desbordados que tienen sus caínes, moscas y Hulkses, hasta los sobrados con hijos perfectos. Todos en el mismo sitio, generando un ambiente de competencia que pone nerviosa a la maestra.

A partir de ahora no me voy a pelar una reunión de estas! Ya veré que hago con mi jefe y sus perros.